El desarrollo de la autonomía

La autonomía en los niños y niñas se entiende como un proceso particular de cada uno, cuya culminación se adquiere desarrollando sus capacidades y estrategias personales. Este proceso se puede dividir en tres fases:

  1. Desarrollo de la habilidad (destrezas como asir la cuchara, tomar el alimento…).
  2. Consolidación como hábito (ejecución de las habilidades correctamente).
  3. Su repetición para las rutinas (cada día, misma hora y de manera correcta).

Desarrollo de las habilidades

La habilidad es la capacidad o posibilidad física, motriz y cognitiva de llevar a cabo una acción con éxito. Se pueden distinguir dos tipos de capacidades:

  • Capacidades de planificación: Son de tipo cognitivo y consisten en la comprensión, el reconocimiento y la planificación de las acciones.
  • Capacidades de ejecución: Dependen de la aptitud motriz. El niño tiene fuerza en las extremidades y nivel de desarrollo en la coordinación, ya sea óculo manual o física.

Para aprender una habilidad:

  • Que la niña o niño disponga de las capacidades suficientes.
  • Que la intervención de la persona adulta facilite el aprendizaje.
  • Que el entorno cuente con los recursos necesarios.

Las capacidades básicas

El niño tiene un grado de desarrollo (motor, cognitivo, etc.) y de maduración (física y neuronal). Cada niño tiene un ritmo biológico y de desarrollo de las capacidades diferente, por lo que es fundamental encontrar momentos de atención personal que ayuden al desarrollo de sus habilidades. Aquí entra en juego la zona de desarrollo próximo, en la que la ayuda que reciba será más eficaz.

La intervención eficaz

Para que la intervención sea eficaz, el niño debe estar en disposición de incorporar el aprendizaje y la persona adulta debe proporcionarle el estímulo y la ayuda necesarios para conseguirlo.

Recursos metodológicos:

  • Estimular el interés de la niña o niño para que colabore.
  • Enseñar a la niña o niño a reconocer sus necesidades y experimentar el bienestar que supone su satisfacción, mediante la ejecución de la habilidad.
  • Actividades cortas, pero repetitivas, que deben ser trabajadas como rutinas.
  • Plantear el aprendizaje como un juego, pues esto facilitará el interés y la participación (canciones, rituales).
  • Utilizar el modelado como estrategia (adulto lo hace y niño que imita y aprende).
  • Ser paciente y que los niños analicen sus errores y los corrijan.
  • Reforzar los avances que vaya logrando y motivar para que continúe poniendo en práctica lo que ha aprendido.

Recursos adecuados:

  • El espacio y las instalaciones: Adaptados a las necesidades de los niños y ser acogedores (lavabo a su altura). Limpio y ordenado y tener una estética atractiva.
  • El mobiliario: Acorde a la actividad (trona, colchones, cambiadores, sillas y mesas, etc.) y las necesidades del día a día (armarios, estanterías, etc. para guardar la bata, la muda, la bolsa, los pañales u otros objetos). Mesas y sillas a su altura.
  • El material: Debe facilitar el aprendizaje de la habilidad (cucharas adaptadas a sus manos).

Consolidación del hábito

Un hábito es un comportamiento, costumbre o actitud que ayuda a estructurarnos y que se acciona automáticamente ante una determinada situación de forma autónoma.

La cotidianeidad:

La realización del proceso dentro del entorno natural en el que se desarrolla la persona. Los hábitos son:

  • Constantes: un marco de actuación consolidado. (Una niña que adquiere el hábito de cepillarse los dientes después de comer, ejecuta esta conducta diariamente de forma constante).
  • Flexibles: porque se pueden adaptar a las diferentes situaciones y variar de acuerdo con las características del entorno. (Realizará la actividad, aunque la situación o el entorno hayan variado).

Intervención en la consolidación del hábito

El hábito se adquiere cuando el niño ha interiorizado la ejecución con precisión y en el momento oportuno. La intervención del educador puede facilitar este proceso:

  • Debe mostrarse coherencia y estabilidad en su intervención para evitar confusiones.
  • Extinguir las indicaciones para que los niños vayan tomando la iniciativa y aprendan a prescindir de la ayuda adulta.
  • Debe procurar evitar los refuerzos materiales (premios).
  • Evitar la sobreprotección, pues es un obstáculo para la autonomía y el desarrollo de la iniciativa.

En todo caso, seguirá siendo necesario cierto nivel de supervisión, de refuerzo emocional y de seguimiento.

Automatización mediante las rutinas

Una rutina es la realización de una acción repetidamente con el fin de consolidar un hábito.

Las rutinas en Educación Infantil:

La ejecución de estas rutinas diarias ayuda a los niños y niñas a orientarse, a anticiparse a los posibles cambios y a ser más permeables a la adopción de pautas. Tanto es así que las rutinas se utilizan como hilo conductor para elaborar la programación del aula y marcan el ritmo de la actividad diaria en el centro. Con el tiempo, los niños y niñas pueden llegar a realizar un hábito de autonomía sin pensar, automáticamente.

Intervención en el aprendizaje de las rutinas

La intervención en esta fase se dirigirá a perfeccionar la ejecución (habilidades de ejecución) y avanzar en la automatización y generalización de su aplicación (habilidades de planificación).

Actuaciones:

  • Enseñarle estrategias que le ayuden a perfeccionar la ejecución.
  • Proporcionar orientación, apoyo y recursos cuando surja cualquier dificultad en la ejecución de la rutina. (No puede darle de comer cuando se retrase para que termine antes).
  • Ayudarle a identificar los momentos oportunos o situaciones para poner en práctica las habilidades, para ir mejorando la generalización.
  • Gestionar los refuerzos adecuadamente: reforzar positivamente los progresos y desalentar los comportamientos inadecuados.
  • Mantener la presencia de la persona adulta, tanto para analizar las dificultades como para guiar el proceso, siempre dentro de un clima afectivo, positivo y distendido.

El entorno de aprendizaje de hábitos

El aprendizaje de hábitos se puede dar en diferentes entornos:

  • En el entorno familiar, mediante un aprendizaje informal.
  • En el entorno formal, es decir, de manera programada en la escuela infantil.
  • En el entorno no formal, en recursos como espacios familiares, centros abiertos, centros de acogida, ludotecas, etc.

Adquisición de hábitos en el entorno familiar

Es un aprendizaje informal, aunque suele contar con las indicaciones pediátricas (por ejemplo, en pautas de sueño, de alimentación, etc.), sobre todo cuando son más pequeños. Una opción no formal es el recurso de los espacios familiares o escuelas de familias donde se llevan a cabo formaciones, charlas, o intercambio de experiencias entre familias que están interesadas en mejorar su capacitación.

Adquisición de hábitos en la escuela infantil

Las rutinas que estructuran la vida escolar suelen ser estas:

  • Momento de la acogida: saludo, colgar el abrigo, dejar la mochila en el sitio, etc.
  • Alimentación. Sobre todo el almuerzo, pero también el desayuno y la merienda.
  • Las horas de patio. Cumplen un papel importante en la organización temporal de la jornada.
  • Higiene personal: lavado de manos (después de ir al lavabo, antes de comer, después de determinadas actividades, etc.), lavado de dientes, etc.
  • Descanso, en especial la hora de la siesta.
  • Momento de la salida: recogida, despedida, etc.
  • El primer ciclo: La intervención se estructura a partir de las rutinas de alimentación-higiene-descanso, que ocupan la práctica totalidad del tiempo los primeros meses. A medida que su capacidad lo permite, irán aprendiendo nuevas habilidades y las ejercitarán mediante la práctica rutinaria. Algunos hábitos empiezan a consolidarse al final del ciclo.
  • El segundo ciclo: Los niños y niñas disponen de mayor autonomía y pueden actuar con mayor seguridad y eficacia. Las rutinas pierden peso en el computo horario en la misma medida en que lo adquiere la introducción de contenidos escolares.

Adquisición de hábitos en recursos educativos no formales

Existe una amplia diversidad de recursos socioeducativos que atienden necesidades de los niños y niñas y de las familias, ya sea en horarios no lectivos o en periodos vacacionales.

Recursos no formales:

  • Espacios familiares: Son servicios de atención a las familias que ofrecen apoyo para la crianza y la educación de sus hijos e hijas. Suelen atender a pequeños de entre 0 y 3 años, estén o no escolarizados.
  • Ludotecas: Son instituciones socioeducativas diseñadas para facilitar el desarrollo de los niños a través del juego y los juguetes. En ellas se favorece el aprendizaje de hábitos, especialmente a partir de la interiorización de normas y comportamientos.
  • Centros recreativos, talleres de verano, casas de colonias y otros recursos socioeducativos: En todos ellos el fomento de la autonomía personal y social tiene un tratamiento prioritario.
  • Centros abiertos: Son servicios diurnos, dirigidos a niños y niñas en situación de riesgo social. En estos centros se realizan tareas preventivas y de apoyo fuera del horario escolar, incluyendo programas de educación para la salud en el ámbito de la higiene, la alimentación y el deporte.
  • Centros de acogida y centros residenciales de acción educativa: Son servicios residenciales para la guarda y educación de los niños y niñas mientras no puedan volver con su familia o mientras se les encuentra una familia de acogida.

La programación de hábitos

La planificación de un hábito debe seguir una secuencia que responda a estos planteamientos generales:

  1. Valoración sobre el momento óptimo para afrontar el aprendizaje, según las capacidades de la niña o niño, teniendo en cuenta el grado de dificultad que supone el aprendizaje.
  2. Planteamiento de los objetivos que se desea alcanzar con la intervención.
  3. Descripción del proceso que seguirá la aplicación de la intervención, detallando las acciones en las que se descompone y siguiendo el orden de ejecución que se considere más oportuno.
  4. Previsión de las opciones metodológicas que podrán emplearse y que aseguren mayores probabilidades de éxito.
  5. Previsión de los espacios y de los recursos materiales y temporales necesarios.

Cada centro establece su propio modelo, que suele incluir:

  • El nombre de la actividad y el grupo (por franja de edad) al que se dirige.
  • Las competencias específicas (del currículum).
  • Los objetivos de intervención.
  • La descripción de la actividad.
  • Los recursos necesarios.
  • La colaboración con la familia.
  • Las pautas de evaluación.