GUERRA COLONIAL Y CRISIS DE 1898

Tras la pérdida de la mayor parte del territorio colonial español tras 1.824, solo quedaba Cuba, Filipinas, Puerto Rico, y algunas islas en el Índico (Guam, Marianas y Palao). Desde 1.868 en Cuba, tras el “grito de Yara”, comienza el intento de independencia, que inicia la llamada guerra de los diez años. Animado por los hacendados criollos cubanos (blancos americanos), contó rápidamente con el apoyo popular al prometer el fin de la esclavitud en la isla. Aunque el gobierno intentó sacar adelante un proyecto de abolición de la esclavitud y de concesión de reformas políticas, la negativa por parte de los sectores económicos españoles con intereses en Cuba frustró la posibilidad de una solución pacífica al conflicto y convirtió la guerra en un grave problema para el gobierno.Cuando estalló la 1ª República, esta fue incapaz de mejorar la situación, entre otros motivos porque las autoridades y funcionarios españoles en Cuba eran proclives al proyecto de restauración borbónica, en la persona de Alfonso XII , por tanto, actuaron al margen del poder central.En 1.876 se acaba con la guerra carlista, lo que permite enviar nuevas tropas a Cuba, donde en un par de años se puso fin al conflicto bélico como resultado tanto de la actuación de los militares como de la negociación. En 1.878 se firmó la Paz de Zanjón, que incluía una amplia amnistía, la abolición de la esclavitud (aprobado definitivamente en 1.888 por el gobierno de Sagasta) y la promesa de reformas políticas y administrativas por el que Cuba tendría diputados en las Cortes españolas. El retraso o incumplimiento de estas reformas provocaría el inicio de un nuevo conflicto en 1.879 (Guerra Chiquita) y la posterior insurrección en 1.895. Realmente, lo que ocurría era que faltaba un verdadero proceso descentralizador que dotase a la isla de órganos representativos y la política fuertemente proteccionista con que se estrangulaba la economía cubana, lo que favoreció el surgimiento de nuevas revueltas que condujeron a la independencia.El periodo mas idóneo para hacer concesiones a las reivindicaciones cubanas fue el Gobierno largo de los liberales cuando el partido autonomista Cubano se mostraba decidido a apoyar un programa reformista propiciado por Madrid, que restase fuerza y apoyos sociales a los independentistas. Pero la única medida que acabó aprobando fue la abolición definitiva de la esclavitud (1.888) y que los cubanos, tuvieron representación propia en la Cortes, ya que las propuesto de dotar a Cuba de autonomía y de un proyecto de reforma del estatuto colonial de Cuba planteado por el gabinete liberal (1.893) fueron rechazados por las Cortes.Las tensiones entre la colonia y la metrópoli aumentaron a raíz de la oposición cubana a los fuertes aranceles proteccionistas que España imponía para dificultar el comercio con Estados Unidos, principal comprador de productos cubanos a finales del S. XIX. La condición de Cuba como espacio reservado para los productos españoles se reforzó con el arancel de 1.891, que daba lugar a un intercambio sumamente desigual, lo que provocó un gran malestar tanto en las isla como en Estados Unidos. El presidente norteamericano Mckinley amenazó con cerrar las puertas del mercado estadounidense a los principales productos cubanos (azúcar y tabaco) si el gobierno español no modificaba la política arancelaria de la isla. En el año 1.894, USA adquirió el 88’1% de las exportaciones cubanas, pero solo se beneficiaba del 37% de sus importaciones. Al fundamentado temor existente en España a que se produjese una nueva insurrección independentista, se sumaba ahora el temor a que esta pudiese contar con el apoyo de USA.En el año 1.892, José Martí fundó el Partido Revolucionario Cubano, protagonista de la revuelta independentista iniciada el 24 de febrero de 1.895 (El Grito de Baire). La insurrección comenzó en la parte oriental de la isla, y entre sus dirigentes contó con Antonio Maceo y Máximo Gómez, que consiguieron extender la guerra a la parte occidental de la isla, tradicionalmente menos rebelde. El gobierno, presidido por Cánovas, respondió enviando un ejército a Cuba, al frente del cual se hallaba el General Martínez Campos, el militar considerado como el mas adecuado para combinar la acción militar con la flexibilidad necesaria para llegar a acuerdos que pusieran fin al levantamiento.La falta de éxitos militares decidió el relevo de Martínez Campos por el General Valeriano Weyler, que llegó a la isla con la voluntad de emplear métodos más contundentes que acabasen con la insurrección por la fuerza. La ofensiva de Weyler fue acompañada de la “concentración” de los campesinos en unas aldeas cerradas para aislarlos de las tropas insurrectas. Pero la dificultad de proveer de alimentos y de facilitar asistencia médica, tanto al ejército como a los campesinos, trajo consigo una elevada mortalidad entre la población civil y los soldados. Además, la guerra provocó la destrucción de ingenios (fabricas de azucar), de plantaciones y de numerosas vías férreas y la economía cubano se resintió notablemente.Tras el asesinato de Cánovas (agosto de 1.897) un nuevo gobierno liberal decidió, a la desesperada, probar la estrategia de la conciliación. Relevó a Weyler del mando y concedió a Cuba de autonomía con el gobierno de Sagasta (noviembre de 1.897), el sufragio universal, la igualdad de derechos entre insulares y peninsulares y la autonomía arancelaria. Pero las reformas llegaron demasiado tardes: los independentistas, que contaban con el apoyo estadounidense, se negaron a aceptar el fin de las hostilidades, que fue unilateralmente declarado por el gobierno español.Coincidiendo con la insurrección cubana, se produjo también la de Filipinas (1.896-97). En este archipiélago, la presencia española era mas débil que en el Caribe, y se limitaba en buena medida a las órdenes religiosas, la explotación de los recurso naturales y su utilización como puerto comercial con china. El levantamiento filipino fue también duramente reprimido y su principal dirigente, José Rizal, acabó siendo ejecutado mientras los insurrectos, que habían fundado un movimiento independentista llamado Katipunan, capitularon en poco tiempo,.En 1.898, USA se decidió a declarar la guerra a España. El pretexto fue el hundimiento, tras una explosión de uno de sus buques de guerra, el Maine, anclado en el puerto de la Habana para repatriar a los ciudadanos estadounidenses. Se une a la propuesta de Estados Unidos de comprar la isla por 300 millones de dólares. El día 18 de abril, los americanos, a petición del presidente, aprobaron en sus dos cámaras un ultimátum: Cuba debía de ser libre e independiente, España se debería de retirar de la isla y se autorizada al presidente de USA para que movilizara los recursos militares a fin de conseguir estos objetivos. La guerra era inevitable: La escuadra española es derrotada en la batalla de Cavite (mayo 1.898) en Filipinas y Santiago (Cuba).Al mismo tiempo, la intervención de Estados Unidos en Filipinas propició un nuevo alzamiento en la isla que finalizó con la expulsión de los españoles. En diciembre de ese mismo año se firmó la Paz de Paris, que significó el abandono, por parte de España, de Cuba, Puerto Rico y las Filipinas (que vendida por 20 millones de dólares) que quedaron a partir de ese momento de la influencia y dominio americano.En febrero de 1.899 España vendió a Alemania la Marianas, las Carolinas y Palaos.La derrota de 1.898 sumió a la sociedad y a la clase política española en un estado de desencanto y frustración. Para quienes la vivieron, significó la destrucción del mito del imperio español, en un momento en el que las potencias europeas estaban construyendo vastos imperios coloniales, en Asia y África, y la relajación de España a un papel secundario en el contexto internacional. Además, la prensa extranjera presentó a España como una nación moribunda con un ejército totalmente ineficaz, un sistema político corrupto y unos políticos incompetentes. Esa visión cuajó en buena parte de la opinión pública española. A pesar de la envergadura del desastre y de su significado simbólico, sus repercusiones inmediatas, fueron menores de lo que se esperaba. No hubo una gran crisis política como se había vaticinado, ni la quiebra del Estado, y el sistema de la restauración sobrevivió al “desastre” consiguiendo la supervivencia del turno dinástico. Los viejos políticos conservadores y liberales se adaptaron a los nuevos políticos y a la retórica de la regeneración y el régimen mostró una gran capacidad de recuperación.Tampoco hubo crisis económica a pesar de la pérdida de los mercados coloniales protegidos y de la deuda causada por la guerra. Las estadísticas de la época nos muestran que en los primeros años del nuevo siglo se produjo una inflación baja, una reducción de la Deuda Pública y una considerable inversión de capitales repatriados. Así, la estabilidad política y económica que siguió al “desastre” deja entrever, que la crisis del 98, mas que política o económica, fue fundamentalmente moral o ideológica, que causó un importante impacto psicológico entre la población.Por otro lado los movimientos nacionalistas conocieron una notable expansión, sobre todo en el País Vasco y en Cataluña, donde la burguesía industrial comenzó a tomar conciencia de la incapacidad de los partidos dinásticos para desarrollar una política renovadora y orientó su apoyo hacia las formaciones nacionalistas, que reivindicaban la autonomía y prometían una política nueva y modernizadora de la estructura del Estado.La crisis colonial favoreció la aparición de movimientos que, desde el punto de vista cultural o político, criticaron el sistema de la Restauración y propugnaron la necesidad de una regeneración y modernización de la política española. Tras el 98 surgieron una serie de movimientos regeneracianistas que contaron con cierto respaldo de las clases medias y cuyos ideales quedaron ejemplificados en el pensamiento de Joaquín Costa, que defendía el lema “despensa y escuela y echar 7 llaves al sepulcro del Cid”. También defendía la necesidad de reorganizar a los sectores productivos de la vida política española al margen del turno dinástico, con unos nuevos planteamientos que incluyesen el desmantelamiento del sistema caciquil y la transparencia electoral.Además, el desastre dio, cohesión a un grupo de intelectuales, conocidos como la generación del 98 (Unamuno, Valle Inclán, Pio Baroja, Azorín…). Todos ellos se caracterizaron por su profundo pesimismo, su crítica frente al atraso peninsular y plantearon una profunda reflexión sobre el sentido de España y su papel en la Historia. También, los militares, con el General Polavieja hicieron una crítica al sistema.Finalmente, la derrota militar supuso también un importante cambio en la mentalidad de los militares, que se inclinaron en buena parte hacia posturas más autoritarias e intransigentes frente a la ola de antimilitarismo que siguió al “desastre”. Esto comportó el retorno de la influencia del ejército en la vida política española, convencido de que la derrota había sido culpa de la ineficacia y corrupción  de los políticos y del parlamentarismo.