A finales del XIX, España mantenía el dominio sobre Cuba, Puerto Rico y Filipinas. Las grandes potencias mundiales se disputaban las colonias por razones económicas y Estados Unidos, que no participó en el reparto de África ni de Asia, fijó su área de expansión inicial en la región del Caribe.

Febrero 1895, se produjo un movimiento independentista en Cuba, rica colonia de plantación con poca dependencia económica con España y mayor con Estados Unidos. Sometida a una política proteccionista que favorecía a la industria catalana.

José Martí, fundador del Partido Revolucionario Cubano, de carácter independentista, se encargó de organizar y liderar la rebelión armada contra España, recibiendo el apoyo de la burguesía cubana. La guerra estalló con el Grito de Baire, nombre con el que se conoce el levantamiento, y atravesó por varias fases: Inicialmente, el gobierno español intentó negociar y envió a Martínez Campos a la isla, fracasando en su intento, a lo que se añadió la insurrección colonial de Filipinas.

Campos es sustituido por Weyler (1896), que recuperó todo el territorio y envió a los insurrectos a las montañas; comienza una guerra de desgaste con el dominio del terreno por los guerrilleros cubanos, que recibían suministros norteamericanos.

Tras el asesinato de Cánovas en 1897 por un anarquista, el nuevo gobierno de Sagasta sustituye a Weyler por Blanco, que había fracasado en Filipinas, y ofrece autonomía a Cuba. Pero llega tarde. Estados Unidos intervino. Envío el acorazado Maine “en visita” al puerto de la Habana. En respuesta, España había enviado el crucero Vizcaya al puerto de Nueva York en 1898. El Maine estalla, posteriormente se comprobará que por una explosión interna, no a causa de un atentado español.

Estados Unidos declara la guerra a España, con amplio respaldo de la opinión pública norteamericana, manipulada por la prensa amarilla de los magnates Hearst y Pulitzer, que reactivarán la “leyenda negra”. La frase de Hearst a su fotógrafo enviado a Cuba en 1897: «Usted aporte las fotos y yo aportaré la guerra».

Previamente Washington había intentado comprar la isla, negándose España a venderla. El conflicto se inicia en Filipinas, donde la rebelión ya era dominada por el ejército español, acudiendo la flota americana a apoyar a los insurrectos.

Se barajó hostigar las costas y el comercio norteamericano, y procurar una guerra corta. La superioridad material y técnica de los estadounidenses y su posición estratégica, frente a la lejanía de España y el desacierto de las estrategias de los almirantes Cervera (Cuba) y Montojo (Filipinas) llevaron a la pérdida de Cavite, Manila y más tarde de Santiago de Cuba, Guantánamo y Puerto Rico, el gobierno español se vio obligado a pedir un armisticio.

El 10 de diciembre de 1898 se firmaba una paz humillante para España: el Tratado de París, por el que España cedía a Estados Unidos la isla de Puerto Rico (actualmente sigue siendo un estado asociado de EEUU), la isla de Guam en el Océano Pacífico (todavía hoy pertenece a EEUU) y el archipiélago de Filipinas (que tras una guerra de independencia contra Estados Unidos de 1899 a 1902, con unas estimaciones de un millón de civiles muertos, no logra su independencia hasta 1946).

Tras renunciar España a Cuba, ésta alcanza su independencia en 1902, aunque, quedó bajo protección norteamericana hasta mediados del siglo XX. Las restantes posesiones españolas en Asia, (Islas Marianas, Carolinas y Palaos), fueron vendidas a Alemania en 1899. Así, quedaba liquidado el Imperio de Ultramar Español, excepto las posesiones del Golfo de Guinea.

El expansionismo norteamericano, ahora fuera del continente, y la negativa de los diferentes gobiernos españoles a conceder cierto grado de autonomía a los territorios de ultramar animaron movimientos independentistas.

Las repercusiones del 98. La pérdida de las últimas colonias españolas fue conocida como el Desastre del 98 y además de traer consigo una serie de consecuencias importantes también supuso una auténtica crisis en la conciencia de los españoles.

  • Se calculan en torno a las 120.000 pérdidas humanas, la mitad eran españoles.
  • Las pérdidas materiales, no fueron excesivas en la metrópoli, fueron graves a largo plazo, la derrota supuso la pérdida de los ingresos procedentes de las colonias, como de un mercado privilegiado.
  • La derrota militar puso de manifiesto el fracaso del sistema de la Restauración, a nivel institucional no supuso crisis de Estado, ni de gobierno, ya que el sistema sobrevivió hasta 1923.
  • La crisis fue sobre todo moral e ideológica. La derrota supuso desánimo, también cierto hastío. La minoría intelectual/política no entendía la actitud pasiva y resignada del pueblo. El pesimismo llegó a la literatura con la “Generación del 98”, preocupados por el “problema de España”, sus señas de identidad y el alejamiento entre la España real y la oficial. También una serie de intelectuales, llamados regeneracionistas, analizaron los que consideraban verdaderos problemas: aislamiento del cuerpo electoral, corrupción de los partidos del turno y atraso económico y social. Regeneracionistas;destaca Joaquín Costa, profesor de la Institución Libre de Enseñanza, su actividad intelectual le lleva a criticar el sistema político y la realidad social española de finales del siglo.

A partir del 98 se producen en España una serie de cambios:

  • Cambio del estatus internacional, de potencia mundial a pequeña potencia.
  • Surge una nueva mentalidad junto con una gran cultura (generaciones del 98 y 14). La etapa es conocida como la “Edad de Plata” de la cultura española.
  • Emergencia de los nacionalismos.
  • Surge el obrerismo organizado.
  • Aparece un republicanismo distinto al del Sexenio.
  • Renacimiento del militarismo en un ejército derrotado que pasa a ser el garante de la unidad nacional.
  • Secularización de la vida social y el pensamiento junto con un anticlericalismo en un sector de la sociedad.