DARIO_CANCIÓN DE OTOÑO EN PRIMAVERA

Autor y época

El poema “A una mujer” de Rubén Darío pertenece a la obra “Cantos de vida y esperanza” de 1905, que corresponde a la segunda etapa del Modernismo del poeta. Esta etapa se caracteriza por el simbolismo, la angustia y la tragedia, en contraposición al Parnasianismo de la primera etapa, que se centraba en la evasión y la poesía de los sentidos. En el poema, se puede apreciar la relación que tiene con las tres amadas presentes en la biografía de Darío: Rosario Murillo, Francisca Sánchez y doña Clara. Se cree que el poema está dedicado a Francisca Sánchez, quien fue una gran influencia en la vida del poeta. A través de las metáforas y las imágenes del poema, Darío expresa su amor y admiración por esta mujer, a quien considera única y diferente a todas las demás.

Tema y estructura

El poema “Canción de otoño en primavera” es un canto melancólico al paso del tiempo y a la búsqueda del amor. La estructura del poema se basa en la repetición del estribillo “¡Ay, en el otoño de mi vida!” que condensa el tema central del poema. El poema se divide en cuatro partes, cada una de ellas dedicada a un amor diferente. La primera parte abarca del verso 5 al 16 y se refiere al primer amor del poeta, que ya ha pasado. La segunda parte, del verso 21 al 32, habla del segundo amor, que también ha desaparecido. La tercera parte, del verso 37 al 48, se centra en el tercer amor, que se ha ido para siempre. En la última parte, del verso 53 al 64, el poeta habla de su búsqueda del amor en otras mujeres, pero no encuentra a la que le corresponde. En definitiva, la estructura del poema sigue una progresión cronológica que va desde el pasado al presente, con un tono melancólico y triste que refleja la nostalgia del poeta por el tiempo que ya ha pasado y la búsqueda infructuosa del amor verdadero.

Métrica

Se trata de un serventesio ya que consta de cuatro versos en arte mayor con rima de ABAB cruzada. Constituido por 69 versos eneasílabos y 17 estrofas de cuatro versos cada una cuenta también con un verso libre al final del poema.

Figuras retóricas

Metáforas: Juventud, divino tesoro (primera estrofa) Otra juzgó que era mi boca el estuche de su pasión. (Estrofa 10 v. 1). Hipérbole: mientras era abrazo y beso síntesis de eternidad (estrofa 11 v. 3). Dos epítetos: dulce niña (segunda estrofa v. 3), epíteto: divino tesoro (1r verso). Comparación: sonreía como una flor (tercera estrofa verso 2), Y más consoladora y más halagadora y expresiva, la otra fue más sensitiva… (Sexto verso 1 y 2) Símbolos: Primavera (juventud), otoño (madurez), princesa (mujer ideal). Paradojas: cuando quiero llorar……y a veces lloro sin querer. (primera estrofa).Adjetivación colorista (propia del Modernismo): celeste historia, cabello gris, cabellera oscura, alba de oro(dorada).

Hernández_El rayo que no cesa

Autor y época

El poemario “El rayo que no cesa” de Miguel Hernández se adscribe a la generación del 36, también conocida como “poetas desarraigados” o “poetas de la experiencia”. A diferencia de la generación del 27, que se centraba en la experimentación formal y en el hermetismo, los poetas del 36 buscaron una poesía más comprometida con la realidad social y política de la época. En este sentido, la obra de Miguel Hernández es una muestra de la poesía social y comprometida de la época, que aborda temas como la guerra civil, la injusticia social y la lucha por la libertad.

Tema

Entonces, se trata de un poema sobre la muerte y la pérdida, con una posible alusión a la idea de la inmortalidad del alma. El poeta evoca la figura de un amigo fallecido y expresa su dolor ante su ausencia. Sin embargo, también imagina un encuentro espiritual con el amigo en el futuro, cuando llegue la primavera, momento en que el paisaje se renovará y la vida renacerá. Esta idea de la renovación y la resurrección está relacionada con la creencia en la inmortalidad del alma, y sugiere una visión consoladora y esperanzadora de la muerte.

Métrica

Sencilla. Versos heptasílabos sin rima. Salvo dos versos cortos (v.14 y 27) No hay estrofas ni rima.

Figuras retóricas

El poema “El rayo que no cesa” de Miguel Hernández es un lamento por la muerte de su amigo Ramón Sijé. El poeta expresa su dolor con hipérboles y metáforas que enfatizan la crueldad de la muerte. Utiliza la anáfora para resaltar su pensamiento, como en la repetición de la frase “No perdono”. También expresa su rebeldía contra la ausencia con la hipérbole de levantar una tormenta de piedras, rayos y hachas estridentes. Sin embargo, a partir del verso 34, el poeta encuentra consuelo en describir el regreso espiritual del amigo en la primavera. Utiliza la aliteración de la /l/ para expresar sentimientos tiernos y espirituales en contraposición a los sonidos duros utilizados anteriormente.