Didáctica Histórica: Métodos de Lectura y Escritura en la Educación Primaria Española del Siglo XIX
Didáctica de las Materias Instrumentales
Lectura y Escritura en la Educación Primaria del Siglo XIX
Tras la aplicación del plan de escolarización de los niños y niñas pobres de la ciudad, la Real Sociedad Económica, que gratificaba a los maestros y maestras, se planteó el tema de la calidad de la enseñanza y el rendimiento de estos en la instrucción de sus alumnos. Durante los primeros años del siglo XIX, se confeccionó un plan de premios junto con unas instrucciones para el mejor funcionamiento de las escuelas primarias.
Dicho plan hacía ligeras indicaciones sobre la organización general de los alumnos para las diferentes enseñanzas, aconsejando que se agrupasen en tres secciones: excelentes, medianos y mínimos. En la enseñanza de la escritura, no se utilizarían otras muestras que las de Palomares, Morante, Anduaga o Servidori. Sin embargo, su aportación principal hacía referencia a la enseñanza de la lectura.
El Silabario como Herramienta Pedagógica
Como material del método, se disponía la confección de grandes cartones que contenían los silabarios en el orden indicado. Estos se colocarían en un lugar bien visible para que el maestro fuese señalando las sílabas con un puntero y los alumnos las fuesen pronunciando en voz alta.
En agosto de 1799, el plan en cuestión quedó impreso y se remitió a los maestros y maestras de la ciudad. Al mes siguiente, los maestros dirigieron a la Real Sociedad un memorial en el que solicitaban que esta se hiciese cargo de la compra de dichos silabarios y que se los entregasen lo antes posible para impartir dicha metodología. La Sociedad, considerando justa esta petición, mandó imprimir y repartir los silabarios que los maestros necesitaran.
Estos silabarios de grandes proporciones debían estar colocados en un lugar adecuado de la clase y ser de uso común para los alumnos. Su impresión se ordenó en septiembre de 1799; sin embargo, esta no se realizaría hasta enero de 1801. La demora en la impresión de estos cartones silabarios se explica por la aparición de un cuadernillo que contenía un silabario, del cual los cartones no fueron más que un complemento.
El silabario en cuestión iba acompañado de elogios al método silábico, apoyándose en los resultados obtenidos en otros lugares donde ya se enseñaba por silabeo y no por deletreo, que era el método comúnmente utilizado. Este método de lectura era sintético y silábico.
La Sociedad acordó que el padre D. Simón López entregase gratuitamente a los niños pobres de las escuelas de primeras letras aquellos silabarios que considerase oportunos. También acordó vender el silabario a razón de 20 maravedíes el ejemplar.
El silabario proporcionó buenos frutos en el aprendizaje de la lectura, lo que motivó al Ilmo. Sr. Obispo de la diócesis a reimprimirlo con el fin de distribuirlo gratuitamente a los pobres, intentando cumplir con los deseos de S.M. de establecer las escuelas de primeras letras a cargo de los Regulares y proporcionar a la juventud libros elementales adecuados.
Pero esta caritativa acción, llevada a cabo por el obispo de la diócesis en enero de 1816, encontraría oposición en un escrito del Dignidad Tesorero de la Catedral de Valladolid, en el que alegaba el privilegio exclusivo que gozaba aquella Santa Iglesia sobre la impresión y venta de cartillas y silabarios para la enseñanza de primeras letras en la península, pidiendo la suspensión de la reimpresión del silabario.
Fases del Aprendizaje de la Lectura y Transición a la Escritura
El estudio del silabario constituía la primera fase en el aprendizaje de la lectura. Después vendría la fase de «lectura de corrido», donde se perfeccionaba y se ponía cuidado en aprender la entonación y las pausas marcadas. Los libros utilizados en esta fase eran el Catón, el Espejo, el Belarmino, etc.
Una vez que los alumnos sabían leer, se les pasaba al aprendizaje de la escritura.
Innovaciones Metodológicas y Resistencia Conservadora
En 1822, la Dirección General de Estudios propuso otro método de enseñanza, que consistía en el aprendizaje simultáneo de lectura y escritura. Con esta metodología, los alumnos eran capaces de escribir «todo tipo de palabras» y de «poder poner cada niño su nombre y apellidos».
En 1825, las circunstancias sociopolíticas en que nacía dicha idea no eran buenas, lo que determinó que solo se pusiera en práctica por un corto número de docentes que, ante la inseguridad de lo desconocido y el nuevo rumbo marcado a la metodología por los políticos de la educación, pronto volvieron, junto con la generalidad de los docentes, a separar por completo dichas enseñanzas. Por lo que se manifestó una tendencia conservadora fernandina, unida a la falta de ideas en lo que a psicología del aprendizaje se refiere, pues se dejó llevar por las prácticas tradicionales de enseñanza y despreció los nuevos enfoques metodológicos, por cuanto procedían de una corriente pedagógicamente innovadora y políticamente liberal.
El Método Vallejo y su Impacto
En 1833, un nuevo método para la enseñanza de la lectura cobró auge en España: el método Vallejo, disponiéndose su utilización en todas las escuelas de enseñanza primaria por Real Orden. Para poner en práctica dicho método, bastaba con que los maestros siguieran al pie de la letra la normativa establecida por el autor en su obra «Modo de poner en ejecución el nuevo método de enseñar a leer», publicada bajo el título Teoría de la lectura en toda clase de escuelas. Era un método analítico que partía de una frase: «Mañana bajará chafallada la pacata garrasayaza», para descomponerla en sus elementos más simples (sílabas y letras) y volverla a componer, así como otras de mayor significación e interés para los alumnos.
El método Vallejo estaba inspirado en los principios de Pestalozzi y Jacotot.
La resonancia del método Vallejo en Murcia fue grande, de modo que, en 1834, la Real Sociedad Económica creó una Escuela Normal para la formación del magisterio en dicho método.
Este método fue utilizado durante varios años por la mayor parte de los maestros murcianos, pero en 1837 el método silábico volvió a ser utilizado mayoritariamente.
La Enseñanza de la Caligrafía
El aprendizaje de la escritura se hacía a través de la imitación por parte de los alumnos de las muestras de letra que, en dificultad creciente, les presentaba el maestro. Estas muestras modelo se tomaban de algún calígrafo ejemplar, como D. Pedro Díaz Morante.
También durante los primeros años del siglo XIX, otro buen calígrafo, D. Torquato Torio de la Riva, comenzó a difundir su arte de escribir basado en la imitación, el cual, de forma lenta pero progresiva, se adoptaría en la enseñanza primaria murciana, sustituyendo casi por completo a las muestras de Morante. En 1801, Torio de la Riva publicó una obra titulada Ortología y diálogos de caligrafía, aritmética y ortografía.
Este método obtuvo muy buenos resultados en el Real Seminario de Nobles de la Corte y en otros establecimientos de primera enseñanza. Esta información fue recogida por las autoridades gubernamentales y, a finales de enero de 1801, se dictó la Real Orden de que el método tenía que ser distribuido por todas las ciudades, pueblos e instituciones educativas.
Conclusiones sobre la Didáctica de la Lectura y Escritura
En conclusión, la didáctica de la lectura y de la escritura concretó dos logros principales:
- El abandono del deletreo, que fue sustituido por el método silábico, y la introducción con aceptación de los métodos analíticos.
- La concepción y aceptación de la simultaneidad y coimplicación de los procesos lector y escritor para el aprendizaje de estas dos disciplinas de la expresión verbal.