Introducción

El reinado de Fernando VII (1808-1833) marcó un periodo de inestabilidad política y social en España, caracterizado por la lucha entre el absolutismo y el liberalismo.

El Motín de Aranjuez y la Guerra de la Independencia

En 1808, el Motín de Aranjuez llevó al trono a Fernando VII, quien se enfrentó a su padre, Carlos IV. La ocupación francesa de España provocó la Guerra de la Independencia (1808-1814), durante la cual se luchó en nombre de Fernando VII.

Las Cortes de Cádiz y la Constitución de 1812

Durante la guerra, se formaron las Cortes de Cádiz, que intentaron sentar las bases jurídicas para la modernización del país. En 1812, aprobaron la Constitución de 1812, que establecía una monarquía constitucional y garantizaba derechos individuales.

El Retorno del Absolutismo (1814-1820)

Tras la guerra, Fernando VII declaró nulas la Constitución y los decretos de Cádiz, restaurando el absolutismo. Se persiguió a los liberales y se suprimieron las instituciones liberales.

El Trienio Liberal (1820-1823)

En 1820, el pronunciamiento de Rafael Riego obligó a Fernando VII a jurar la Constitución de 1812. Se inició un periodo de reformas liberales, pero la oposición del rey y la intervención de las potencias absolutistas europeas llevaron a su fin en 1823.

La Década Ominosa (1823-1833)

Fernando VII restauró el absolutismo y persiguió a los liberales. Sin embargo, la necesidad de modernización económica llevó a una cierta colaboración con la burguesía moderada.

El Problema Sucesorio y el Carlismo

Fernando VII no tuvo hijos hasta el nacimiento de la princesa Isabel en 1830. Esto planteó un problema sucesorio y dio origen al carlismo, un movimiento absolutista que apoyaba al hermano del rey, Carlos María Isidro.

Conclusión

El reinado de Fernando VII fue un periodo de inestabilidad y conflicto entre el absolutismo y el liberalismo. La Constitución de 1812 representó un intento de modernización, pero fue anulada por el rey. El Trienio Liberal fue un breve periodo de reformas liberales, pero fue frustrado por la intervención extranjera. Finalmente, la Década Ominosa marcó un retorno al absolutismo, pero también sentó las bases para la transición al liberalismo en el reinado de Isabel II.