1. La Tesis de Marx: Organización Social y Producción

La tesis planteada en el texto se centra en la organización social y la producción.

En este texto, Marx plantea que la forma en la que los seres humanos producen su vida (como en el trabajo) es siempre una actividad social; no se trabaja de manera aislada e individual, sino cooperando con otros. Esta forma de cooperar depende del modo de producción (si es capitalista, proletario, comunista, etc.), lo que da lugar a una determinada estructura social.

Por ello, se dice que la historia humana no se puede entender sin antes analizar la historia detrás de la industria, como la base económica de una sociedad que condiciona todo lo demás. De este enfoque proviene el materialismo histórico, que es su teoría para explicar cómo cambia la sociedad a lo largo del tiempo.

Cada modo de producción incluye unas fuerzas productivas (es decir, las personas, las herramientas, etc.) y unas relaciones de producción, como quiénes poseen los medios de producción. Cuando estas relaciones ya no permiten desarrollar más las fuerzas productivas, surge una crisis que transforma a los individuos.

En el sistema capitalista, según Marx, esas relaciones de producción generan alienación, en la que el trabajador no es dueño ni del proceso ni del producto final de su trabajo. De esto surge la plusvalía, que consiste en que la ganancia que el capitalista obtiene del trabajo del obrero se la queda para sí mismo. Por lo tanto, el obrero genera más valor del que recibe finalmente.

Marx también explica que dicha base económica no solo afecta al trabajo, sino también a la superestructura (las ideas, las normas, religiones, etc.). La superestructura depende de la infraestructura y está determinada por las condiciones materiales. Por ejemplo, la religión surge como un consuelo ante la injusticia, aunque no la soluciona. Por ello, Marx insiste en transformar la base económica y no solo las ideas, sino también lo material.

2. Comparación entre Marx y Rousseau

La tesis de Marx afirma que la organización de la producción determina la organización social. Es decir, las relaciones económicas de producción estructuran la sociedad y la historia, y es en estas condiciones materiales donde se origina la alienación del ser humano, especialmente bajo el capitalismo. Marx sostiene que el trabajador, al no ser dueño de los productos de su trabajo, se ve alienado de sí mismo y de los otros, ya que el trabajo se convierte en una actividad mecánica y deshumanizada.

Comparando este pensamiento con el de Rousseau, encontramos que ambos coinciden en que la organización social y económica produce la alienación del ser humano. Sin embargo, la raíz del problema es vista de manera diferente. Rousseau plantea que en su estado natural, el ser humano es libre y bueno, pero la sociedad civil, y más específicamente la propiedad privada, es la que corrompe al individuo, generando desigualdad y opresión. Para Rousseau, el ser humano pierde su libertad cuando comienza a vivir en una sociedad jerárquica basada en la propiedad, que crea la división entre ricos y pobres y altera la bondad natural del ser humano.

En contraste, Marx cree que la alienación no proviene de la propiedad privada en sí misma, sino de la organización del trabajo en la sociedad capitalista, donde el trabajador no es dueño de los productos de su trabajo. Para Marx, el capitalismo genera alienación al separar al trabajador de los frutos de su esfuerzo y convertirlo en una mercancía. En lugar de ver la propiedad privada como el principal problema, Marx se enfoca en cómo el sistema de producción crea relaciones deshumanizantes, donde la estructura económica define la vida social, política y cultural.

La solución propuesta por ambos autores también difiere. Rousseau sugiere que la solución radica en un contrato social que establezca la voluntad general, creando una nueva organización política y social que elimine la propiedad privada y promueva la igualdad. Para Marx, la solución pasa por una revolución proletaria que transforme el sistema económico, eliminando la propiedad privada de los medios de producción y creando una sociedad sin clases. La emancipación, según Marx, solo es posible mediante un cambio radical en las relaciones de producción.

En resumen, aunque Rousseau y Marx coinciden en que la organización social y económica aliena al ser humano, sus enfoques y soluciones son diferentes. Rousseau se enfoca en la moralidad y la política, proponiendo un retorno a la voluntad general y un cambio en la estructura política, mientras que Marx pone el énfasis en la transformación económica y material, proponiendo una revolución que cambie las bases mismas de la organización social y económica.

3. El Ser Humano en Marx

Para Marx, el ser humano debe entenderse desde la acción, no desde la interpretación. Su filosofía es una filosofía de la praxis, es decir, centrada en la acción. El ser humano demuestra la verdad a través de la práctica. No es Dios quien crea al hombre, sino que el hombre se crea a sí mismo por medio del trabajo material o productivo.

El trabajo es la verdadera naturaleza humana. Somos como trabajamos. El ser humano es homo laborans o homo faber, alguien que transforma la naturaleza para poder sobrevivir. Esto se entiende como el estado de naturaleza en Marx. Por eso, el trabajo debe entenderse en un sentido amplio, como la relación entre el ser humano y la naturaleza.

El problema aparece cuando la organización del trabajo perjudica la vida humana. Por eso, Marx estudia cómo se organiza el trabajo, lo que él llama el modo de producción, ya que este determina la vida de las personas. Si los problemas sociales surgen del modo de producción, hay que cambiarlo.

El ser humano domina el mundo no con el pensamiento, sino con el esfuerzo y la lucha contra una naturaleza que es hostil. La historia es la creación del hombre a través del trabajo. Pero por “hombre”, Marx entiende a la especie humana. El ser humano solo es verdaderamente humano en la totalidad de la especie y en la sociedad.

El gran obstáculo para la realización humana es la alienación. Esta ocurre cuando el producto del trabajo ya no pertenece al trabajador, sino a otro. Al no poseer lo que ha creado, el trabajador también se pierde a sí mismo como sujeto productor. No solo se aliena el objeto, sino también el propio hombre. Es una pérdida de sí, una desrealización.

El producto se convierte en una cosa extraña y, por extensión, el hombre también se convierte en cosa: es cosificado o reificado, una mercancía más. Esta situación no es natural, sino consecuencia del modo de producción capitalista.

La alienación económica o trabajo alienado es promovida por este sistema capitalista y por la economía política clásica, que Marx critica por sus conceptos como el valor de uso, el valor de cambio y la plusvalía. Esta alienación genera otras formas: la social, basada en la división en clases; la política, que separa sociedad civil y Estado; y también la religiosa y la filosófica, que justifican la situación social.

4. El Eterno Retorno en Nietzsche

El eterno retorno es una de las ideas más importantes de Nietzsche. A primera vista, puede sonar como algo raro o incluso como una teoría sobre el universo, como si todo lo que pasa se repitiera una y otra vez para siempre. Pero en realidad, lo que más le interesa a Nietzsche no es eso, sino lo que esta idea significa para nuestra vida, para cómo la vivimos y cómo la valoramos.

Nietzsche propone que imagines algo: que todo lo que estás viviendo, lo vas a tener que volver a vivir exactamente igual, sin poder cambiar nada, y no solo una vez más, sino una infinidad de veces. No hay una segunda oportunidad, no hay un cielo ni un castigo después de esta vida. Esto es todo lo que hay, y se va a repetir eternamente.

Entonces te lanza una pregunta:

¿Aceptarías vivir esta misma vida, tal como la has vivido, una y otra vez, para siempre?

Si tu respuesta es que sí, que aceptarías todo lo bueno y lo malo, incluso el sufrimiento, eso significa que realmente estás viviendo con intensidad, que estás diciendo “sí” a la vida. Esa actitud es lo que Nietzsche llama amor fati, que significa “amor al destino”. Es aceptar todo lo que te pasa, no solo soportarlo, sino amarlo.

Esta idea del eterno retorno se conecta con otras ideas clave de Nietzsche:

  • El superhombre (o Übermensch) es la persona que puede decir “sí” al eterno retorno, porque ama tanto su vida que estaría dispuesto a repetirla una y otra vez, sin arrepentimientos. Es alguien que no espera un más allá, que vive plenamente en el ahora, fiel a la tierra.
  • La muerte de Dios significa que ya no creemos en un mundo más allá, como el cielo o el infierno. Entonces, todo el sentido de nuestra existencia tiene que estar en esta vida, no en otra.
  • La voluntad de poder es esa fuerza interior que impulsa a las personas a crear, a superarse, a vivir de forma auténtica. Para Nietzsche, quien realmente tiene esa voluntad de poder va a construir una vida tan valiosa, que no le molestaría repetirla eternamente.

5. ¿Qué es la Alienación y Cuáles son sus Tipos?

La alienación es la situación en la que el ser humano no puede expresar su propia esencia, ya que una realidad ajena lo limita y lo desposee de una parte de sí. En el contexto del sistema capitalista, la alienación afecta especialmente al trabajador, ya que este se ve obligado a vender su fuerza de trabajo para sobrevivir, convirtiéndose así en una mercancía que se compra y se vende.

La alienación se manifiesta en tres formas principales:

  1. Alienación con respecto a sí mismo: El trabajador trabaja únicamente para obtener un sueldo y satisfacer sus necesidades vitales. De esta manera, se aleja de su esencia humana y vive como un animal, no como un ser humano.

  2. Alienación con respecto al objeto: El trabajador pierde el producto de su trabajo, ya que este no le pertenece. Debido a la división del trabajo, solo realiza una parte mecánica del proceso, lo que elimina la creatividad. El objeto que produce le resulta ajeno, y el trabajador se convierte en una máquina.

  3. Alienación con respecto a otros hombres: En la sociedad capitalista, las relaciones humanas se destruyen y los hombres se convierten en cosas que pueden ser compradas y vendidas. Esta deshumanización hace que los trabajadores se cosifiquen, es decir, que se los trate como mercancías cuya fuerza de trabajo se compra según las necesidades del capitalista. Si ya no sirven, se desechan.

6. Dios en Marx

La postura de Marx sobre Dios y la religión parte de la influencia de Feuerbach, quien sostenía que la religión no es más que antropología: el ser humano proyecta en Dios sus propias limitaciones y las transforma en atributos divinos. Es decir, detrás de la esencia de Dios está la esencia humana.

Sin embargo, para Marx esta explicación no era suficiente. En sus Tesis sobre Feuerbach critica que Feuerbach no se preguntara por qué el hombre crea la religión. Según Marx, los seres humanos proyectan su ser en un dios imaginario solo cuando las condiciones reales de la sociedad de clases les impiden desarrollarse y realizarse plenamente. Por eso, la religión no es el verdadero problema, sino el síntoma de un problema más profundo: las condiciones sociales injustas.

La religión existe porque existe un mundo humano irracional. Las condiciones materiales hacen que surja el fenómeno religioso. Por eso, para Marx, no basta con criticar la religión, hay que transformar las condiciones sociales que la originan.

Así, Marx afirma que la religión es “el anhelo de la criatura oprimida”, “el sentimiento de un mundo sin corazón” y “el espíritu de situaciones en las que está ausente el espíritu”. La religión es el opio del pueblo, porque adormece y evita que las personas tomen el control de sus vidas. No se burla de la religión, ya que no es una invención de los sacerdotes, sino una creación de una humanidad insuficiente y oprimida.

Finalmente, para Marx la religión es una forma de ideología o falsa conciencia. La realidad económica determina la conciencia, y esta se considera falsa cuando se aceptan ideas como verdaderas que solo benefician a una clase social. Entre estas ideas están sobre todo las religiosas, aunque también pueden ser creencias o teorías científicas o morales.