El Punto de Partida de la Filosofía Kantiana

Kant parte del racionalismo y del empirismo, y tiene a la vista la física matemática de Newton. Él considerará la ciencia, representada por esa física de Newton, como un hecho.

La Crítica de la Razón Pura

La Crítica se publicó en 1781, y Kant la modificó notablemente en la segunda edición de 1787; las dos interesan especialmente a la historia de la filosofía.

Los Juicios en la Filosofía Kantiana

El conocimiento puede ser a priori o a posteriori. El primero es el que no funda su validez en la experiencia; el segundo es el que se deriva de ella. Este último no puede ser universal ni necesario; por lo tanto, la ciencia requiere un saber a priori, que no esté limitado por las contingencias de la experiencia ‘aquí y ahora’.

Pero Kant se pregunta si es posible la metafísica. Encuentra que las otras ciencias (matemática y física) avanzan por un camino seguro, mientras que la metafísica no. Y se plantea sus tres problemas capitales:

Problemas Capitales de la Razón Pura

  • ¿Cómo es posible la matemática? (Estética Trascendental)
  • ¿Cómo es posible la física pura? (Analítica Trascendental)
  • ¿Es posible la metafísica? (Dialéctica Trascendental)

Nótese la diferente formulación de la pregunta, que en el tercer caso no presupone la posibilidad. (El término Estética no se refiere aquí a lo bello, sino a la sensibilidad, en su sentido griego de aísthesis.)

La verdad y el conocimiento, por lo tanto, se manifiestan en los juicios. Una ciencia es un complejo sistemático de juicios. Kant, ante todo, debe desarrollar una teoría lógica del juicio.

Juicios Analíticos y Juicios Sintéticos

Juicios analíticos son aquellos cuyo predicado está contenido en el concepto del sujeto. Sintéticos, en cambio, son aquellos cuyo predicado no está incluido en el concepto del sujeto, sino que se une o añade a él. Por ejemplo: ‘los cuerpos son extensos’, ‘la esfera es redonda’; pero, en cambio, ‘la mesa es de madera’, ‘el plomo es pesado’. La extensión está incluida en el concepto de cuerpo, y la redondez en el de esfera; pero no la madera en el concepto de mesa, ni la pesadez en el de plomo. (Cabe advertir que, para Leibniz, todos los juicios serían analíticos, pues todas las determinaciones de una cosa están incluidas, desde luego, en su noción completa; pero esta noción solo la posee Dios.)

Los juicios analíticos explicitan el concepto del sujeto; los sintéticos lo amplían. Estos, por lo tanto, aumentan nuestro saber y son los que tienen valor para la ciencia.

Juicios A Priori y A Posteriori

Pero existe una nueva distinción, ya mencionada, según se trate de juicios a priori o juicios de experiencia. A primera vista, parece que los juicios analíticos son a priori, obtenidos por puro análisis del concepto, y los sintéticos, a posteriori. Lo primero es cierto, y los juicios a posteriori son por lo general sintéticos; pero el recíproco no es cierto: existen juicios sintéticos a priori, aunque parezca una contradicción.

Estos son los que interesan a la ciencia, porque cumplen las dos condiciones exigidas: son, por una parte, a priori (es decir, universales y necesarios); y, por otra, sintéticos (esto es, aumentan efectivamente nuestro saber). Ejemplos de juicios sintéticos a priori son: ‘2 + 2 = 4’ o ‘la suma de los tres ángulos de un triángulo es igual a dos rectos’. Sus predicados no están contenidos en los sujetos, pero los juicios no se fundan en la experiencia. También fuera de la matemática, en la física y en la metafísica, encontramos juicios sintéticos a priori: ‘todo fenómeno tiene su causa’, ‘el hombre es libre’, ‘Dios existe’. El problema de la posibilidad de estas ciencias se reduce a este otro: ¿cómo son posibles —si lo son— en cada una de ellas los juicios sintéticos a priori?

El Espacio y el Tiempo como Formas de la Sensibilidad

Intuiciones Puras de la Sensibilidad

Lo que conocemos está integrado por dos elementos: lo dado y lo que aportamos nosotros. Lo dado es un caos de sensaciones; pero el caos es justamente lo contrario del saber. Hacemos algo con ese caos de sensaciones. ¿Qué hacemos? Lo ordenamos; en primer lugar, en el espacio y en el tiempo; luego —como veremos— según las categorías. Así, con el caos de sensaciones, hemos construido ‘cosas’; no son cosas en sí, sino fenómenos, sujetos al espacio y al tiempo. Ahora bien, ¿son el espacio y el tiempo cosas en sí? No, no lo son. ¿Qué son, entonces?

Kant dice que son intuiciones puras. Son las formas a priori de la sensibilidad. La sensibilidad no es solo algo receptivo, sino que es activa; imprime su huella en todo lo que aprehende; tiene sus formas a priori. Estas formas que la sensibilidad da a las cosas que le vienen de fuera son el espacio y el tiempo; son las condiciones necesarias para que percibamos, y estas las aportamos nosotros. Son algo a priori, que no conocemos por la experiencia, sino al contrario: son las condiciones indispensables para que tengamos experiencia. Son las formas donde alojamos nuestra percepción. Son, pues, algo anterior a las cosas, perteneciente a la subjetividad pura.

La Matemática y las Formas A Priori

Conocemos el espacio y el tiempo de un modo absolutamente a priori. Los juicios que se refieren a las formas de la sensibilidad son, por lo tanto, a priori, aunque sean sintéticos. Por consiguiente, son posibles en la matemática, que se funda en una construcción de conceptos. La validez de la matemática se basa en la intuición a priori de las relaciones de las figuras espaciales y de los números, fundados en la sucesión temporal de unidades. El espacio y el tiempo, por lo tanto, son el fundamento lógico —no psicológico— de la matemática, y en ella son posibles los juicios sintéticos a priori. La Estética Trascendental resuelve la primera parte del problema.

Las Categorías del Entendimiento

El espacio y el tiempo nos separan de la realidad de las ‘cosas en sí’. La sensibilidad solo presenta fenómenos al entendimiento, es decir, las cosas ya ‘deformadas’ o elaboradas por ella. Pensar, como ha mostrado bien Ortega, es esencialmente transformar. Pero el entendimiento, como la sensibilidad, tiene también sus formas a priori, con las cuales aprehende y entiende las cosas; estas formas son las categorías.

En Aristóteles, las categorías eran modos o flexiones del ser, a las que se adaptaba la mente. En Kant, a la inversa, la mente ya posee sus categorías, y son las cosas las que se conforman a ella; este es el giro copernicano. Las categorías están en el entendimiento, y no inmediatamente en el ser. Ya no nos separan de la realidad en sí solo el espacio y el tiempo, sino que ahora viene la segunda ‘deformación’ de las categorías.

Las categorías son relaciones de los objetos, correspondientes a las de los juicios.

La Física Pura y las Categorías

Con el espacio, el tiempo y las categorías, el entendimiento elabora los objetos de la física pura. La categoría de sustancia aplicada al espacio nos da el concepto de materia; la categoría de causalidad, con la forma temporal, nos da el concepto físico de causa y efecto, etc. Como seguimos moviéndonos absolutamente en el a priori, sin intervención de la experiencia, la validez de la física pura no depende de ella, y son posibles dentro de su esfera los juicios sintéticos a priori. Este es el resultado de la Analítica Trascendental.

La Crítica de la Metafísica Tradicional

La metafísica tradicional, según las formas medievales y, sobre todo, los moldes en que la había generalizado Wolff en el siglo XVIII, se componía de dos partes: una metaphysica generalis u ontología, y una metaphysica specialis, que estudiaba las tres grandes regiones del ser: el hombre, el mundo y Dios; por lo tanto, tenemos tres disciplinas: psicología, cosmología y teología racionales. Kant encuentra estas ciencias con sus repertorios de cuestiones (inmortalidad del alma, libertad, finitud o infinitud del mundo, existencia de Dios, etc.), y aborda en la Dialéctica Trascendental el problema de si es posible esta metafísica, que no parece haber encontrado el seguro camino de la ciencia.

La Metafísica Especulativa Tradicional

Para Kant, metafísica equivale a conocimiento puro, a priori. Pero el conocimiento real solo es posible cuando a los principios formales se añade la sensación o la experiencia. Ahora bien, los principios que hemos logrado son formales y a priori; para tener un conocimiento de la realidad, sería necesario completarlos con elementos a posteriori, con una experiencia. La metafísica especulativa tradicional es el intento de obtener un conocimiento real, a priori, de objetos —el alma, el mundo, Dios— que están más allá de toda experiencia posible. Por lo tanto, es un intento frustrado. Esos tres objetos son ‘síntesis infinitas’, y no podemos establecer las condiciones necesarias para tener una intuición de ellos; por lo tanto, no podemos tener esta ciencia. Kant examina sucesivamente los paralogismos que encierran las demostraciones de la psicología racional, las antinomias de la cosmología racional y los argumentos de la teología racional (prueba ontológica, prueba cosmológica y prueba físico-teológica de la existencia de Dios), y concluye su invalidez. No podemos entrar en el detalle de esta crítica, que nos llevaría demasiado lejos. Solo interesa indicar el fundamento de la crítica kantiana del argumento ontológico, porque es la clave de toda su filosofía.

El Formalismo Moral Kantiano

Hemos estudiado la visión kantiana respecto a las posibilidades y los límites de la razón humana en su uso teórico. La razón teórica se dedica al conocimiento de los fenómenos y se resuelve en la formulación de juicios, como por ejemplo, ‘el movimiento es causa del calor’. Además de este cometido, la razón humana posee una función moral; se ocupa de dar respuesta al segundo interrogante de la filosofía: ¿qué debo hacer? La razón práctica se ocupa del deber ser, de los principios que deben determinar un obrar racional o moral. Mientras que la razón teórica formula juicios, esta establece imperativos, por ejemplo: ‘no matarás’.

Según Kant, todas las éticas habidas hasta entonces eran éticas materiales: establecían un bien supremo para el ser humano y las normas que conducían a su consecución.

En ese contexto, una conducta buena sería la que nos acerca a ese fin, y mala, la que nos aleja.

Las éticas materiales se basan en la experiencia, son empíricas o a posteriori. Es la experiencia la que nos instruye sobre los medios para alcanzar el bien que perseguimos. Pero, si lo que se pretende son principios universales, estos solo pueden ser determinados a priori. Por otro lado, son hipotéticas: sus juicios están condicionados a la consecución del fin que se proponen. Partiendo del ejemplo anterior, podríamos decir: ‘si quieres una vida placentera, no comas ni bebas en exceso’. Por último, las éticas materiales son heterónomas, esto es, el sujeto no se determina a obrar a partir del requerimiento de su propia razón; lo que determina a la voluntad es el deseo o la inclinación. Volviendo al caso anterior, nos inclinaríamos a actuar con justicia buscando la serenidad de nuestra alma.

Lo que propone Kant es justamente lo contrario: una ética racional y universal no puede depender de la experiencia, debe ser a priori. No puede ser condicional o hipotética, sino incondicional o categórica. Tampoco puede ser heterónoma, determinada por la inclinación, la naturaleza, la voluntad de los dioses, etc., sino autónoma, donde el individuo se determine a sí mismo por su voluntad. En resumen, no debe ser una ética material, sino formal.

Una ética formal no establecerá ningún bien supremo ni qué debemos hacer para conseguirlo. Se tratará de una ética vacía de contenido que establezca no qué debemos hacer, sino cómo debemos actuar. La forma en que debemos actuar cuando nuestro comportamiento es moral es la siguiente: actuar por deber. Nuestro sometimiento a la ley debe ser por respeto a ella misma, no por utilidad alguna que para nosotros se derive de su cumplimiento.

Kant distingue entre las acciones contrarias al deber, las conformes al deber y las acciones por deber. Descartadas las primeras, aquellas acciones conformes al deber pero realizadas por utilidad carecen de valor moral. Tan solo pueden considerarse acciones morales las que se encuentran motivadas por el respeto al deber, al margen de la utilidad que nos reporte su cumplimiento.

Formulaciones del Imperativo Categórico

  • Obra de tal manera que tomes a la humanidad, tanto en tu persona como en la de cualquier otro, siempre como un fin al mismo tiempo y nunca meramente como un medio.
  • Obra como si la máxima de tu acción debiera convertirse por tu voluntad en ley universal de la naturaleza.

Postulados de la Razón Práctica

Recordarás que, al final del apartado dedicado a la Dialéctica Trascendental, mencionamos que no había conocimiento objetivo posible sobre las ideas de la razón (el alma, el mundo como totalidad de lo existente o Dios), y que el tratamiento de estas cuestiones solo podía llevarse a cabo de manera adecuada en el ámbito de la razón práctica.

Kant considera la libertad, la inmortalidad del alma y la existencia de Dios como postulados de la razón práctica.