Ramón María del Valle-Inclán

(1866-1936) es el gran dramaturgo de la Generación del 98, cercano a la estética modernista, quien también escribió novela y poesía. Su evolución le lleva a un teatro decadentista como en El marqués de Bradomín. Muchas de sus obras reciben la influencia de su Galicia natal, a la que convierte en un espacio mítico donde se muestre la irracionalidad humana, las pasiones, el sexo y la muerte. En este contexto hay que situar sus Comedias Bárbaras, una trilogía compuesta por Águila de blasón (1907), Romance de Lobos (1908) y Cara de plata (1922). El personaje central es Juan Manuel de Montenegro, que ya había aparecido en su obra narrativa. Es un héroe en un mundo en destrucción, regido por valores absolutos. La segunda etapa de su teatro ha sido calificada de “dramas de ambiente galaico y farsas”. En 1920 se estrena Divinas palabras, que va acercándose a la estética del esperpento, gracias a unos personajes como el enano hidrocéfalo o Mari Gaila. Sus personajes muestran la crueldad del ser humano, e invitan al espectador a sumergirse en la espiral de violencia, lujuria, avaricia y crueldad. El ciclo de la farsa se compone de cuatro obras, cercanas al teatro infantil y a la comedia de marionetas, como La marquesa Rosalinda. Para entender la teoría del esperpento hay que acudir a los diálogos de Max Estrella en la obra fundamental de Valle-Inclán, Luces de Bohemia (1920): “los héroes clásicos reflejados en los espejos cóncavos dan el Esperpento”. Utilización de recursos como los contrastes violentos; la consciente renuncia a la verosimilitud; la personificación de las cosas y la animalización y cosificación de lo humano; el sarcasmo; y la deformación idiomática con la yuxtaposición de códigos, desde el más elevado a la jerga barriobajera. Esta sistemática deformación de la realidad consagra lo grotesco como forma de expresión, aunque dotándolo de una posible doble lectura: una que hace referencia a esa realidad caricaturizada, y otra de significado profundo y crítico.

Federico García Lorca

(1898-1936) es un autor de la Generación del 27. Esta es una Generación integrada principalmente por poetas, de formación universitaria, como Luis Cernuda, Vicente Aleixandre o el propio Federico García Lorca. Nacido en Fuentevaqueros, Granada, fue un artista total que alcanzó muy pronto una gran relevancia literaria y social. Procedente de una acomodada familia granadina, tuvo una esmerada educación que fue paralela a sus dotes como dibujante y músico, lo que motivará en el futuro su gusto por la escenografía y la puesta en escena. Es uno los grandes autores de la Generación, con obras tan significativas como el Romancero Gitano y la surrealista Poeta en Nueva York. Sus gustos van, tanto en poesía como, en teatro, desde lo popular andaluz hasta el pleno surrealismo, especialmente tras su paso por la Residencia de Estudiantes de Madrid, donde coincide con el cineasta Luis Buñuel y el pintor Salvador Dalí. Su teatro es esencialmente poético y se acompaña de una cuidada escenografía. Su teatro aborda la imposibilidad de la realización amorosa, la imposición de las convicciones sociales y la frustración. Los personajes de sus obras giran en torno a un principio de autoridad y otro de libertad. Su primera obra es El maleficio de la mariposa (1920). Las grandes obras de Lorca comienzan con Bodas de sangre (1933). La universalidad de este sentimiento hace que Lorca nombre a los personajes como Novio, Novia, Madre… Lorca conoció la noticia de un asesinato por celos tras una boda en un pueblo de Almería y adaptó la historia en esta tragedia. Las circunstancias trágicas del fusilamiento de Federico García Lorca en el año 1936 (en el mismo verano del comienzo de la Guerra Civil) hicieron que La casa de Bernarda Alba no fuera representada ni publicada en vida de Lorca, pero se hicieron dos lecturas públicas pocos días antes de su muerte. Al parecer, Lorca, pensaba retocar sobre todo los actos II y III para su representación escénica que correría a cargo de Margarita Xirgu (esta célebre actriz finalmente la representaría en Buenos Aires, 1945). La crítica internacional celebró esta gran obra que puede considerarse una tragedia (que formaría una trilogía con Yerma o Bodas de sangre) o un drama, puesto que el propio Lorca la subtituló “Drama de mujeres en los pueblos de España”. El ambiente rural, opresivo de una casa de mujeres en luto, pues acaba de morir el marido, llena la obra de elementos simbólicos, fatalistas que siguen siendo interesantes para el público actual. Junto a este teatro poético y de influencias andaluzas, Lorca escribe un teatro vanguardista como Así que pasen cinco años y El público. Estas obras pueden considerarse como experimentales y las escribe tras sus influencias surrealistas. Son obras más minoritarias y muy complejas de representar. El público fue escrito hacia 1930 y se divide en cuadros donde aparece un gran número de personajes. En una carta de ese año anuncia que ha escrito “un drama e tema francamente homosexual. Creo que es mi mejor poema”. Nunca se vio representado tanto por su complejidad escénica como por la temática del texto. A pesar de su muerte trágica y de la censura de alguna de sus obras, Lorca pasó muy pronto a ser, junto a Cervantes, uno de los nombres más internacionales de la literatura española.

Pío Baroja

(1872-1957) mostró desde su juventud un amplio interés por las más diversas cuestiones intelectuales. Estudió Medicina en Madrid y llegó a doctorarse con un estudio sobre el dolor; pero ejerció poco tiempo y, decepcionado, emprenderá su actividad de escritor. Ésta es la época de su compromiso político progresista, que lo llevó a unirse a Azorín y a Maeztu formando el «Grupo de los Tres», de ideales anarquistas. Sin embargo, a partir de 1902 Baroja fue desinteresándose por todo lo que no fuera su creación literaria. A partir de entonces fue un autor respetado, aunque muy poco sociable, pues, en general, odiaba las formas sociales establecidas. Es de gran importancia la aportación de Baroja a la teoría de la novela. En contra de las creencias del filósofo Ortega y Gasset, que propone una «novela bien hecha», Baroja defiende la novela abierta, el género invertebrado, multiforme, permeable y poroso. Plantea por tanto una libertad absoluta y una natural espontaneidad, en consonancia con su concepción de la vida. Pretende captar el ambiente y el aliento vital a través de un ritmo dinámico caracterizado por una acción ininterrumpida y trepidante, un constante desfile de personajes y escenas dialogadas, múltiples cambios de escenario, suspense y frases breves. Por su originalidad, la novela barojiana ha influido poderosamente en todo el siglo XX con su párrafo corto, su vocabulario limitado, sus numerosos personajes y la diversidad de sus escenarios, de ahí que Baroja siga pareciéndonos el más moderno de los novelistas del 98. Curiosamente, a pesar de rechazarla, Baroja está en contacto directo con la vida social, que pretende retratar con ese estilo directo, inmediato, seco y hasta cortante. El resultado es una novela vital, desbordante e imaginativa; pero también una novela crítica, por cuyas páginas pasan todos los tipos humanos, aunque le interesan los más desfavorecidos y miserables. La obra de Baroja es abundante: sesenta y seis novelas, cinco novelas cortas, cuatro cuentos, dos piezas de teatro, tres biografías, nueve ensayos, ocho libros de memorias y uno de versos. Entre 1900 y 1912 podemos situar el periodo más creativo de Baroja, que coincide con el influjo más patente de Nietzsche, Schopenhauer y Kant. Los personajes de esta época son vitalistas y buscan el sentido de su vida, de su existencia, a partir de la vida misma o de la acción. Se deja notar en este periodo la filosofía nihilista que plantea la problemática existencial del hombre y la crisis entre lo personal y lo ideológico. Su trilogía La lucha por la vida es una de las obras más interesantes de este período. La busca (1904), la mejor de ellas y una de sus grandes novelas, nos presenta a dos jóvenes que buscan un futuro mejor dentro de una sociedad injusta; Mala hierba (1904) y Aurora roja (1905) irán desarrollando su historia, que es la de sus respectivos fracasos. La busca (1904) refleja fidedignamente la sociedad madrileña de principios de siglo y narra la lucha de “los de abajo” por subir, de “los de afuera” por entrar en la ciudad. La trilogía de “LA RAZA” apareció con esta ordenación: La dama errante, 1908; La ciudad de la Niebla, 1909; El árbol de la ciencia, 1911. Lo que en ellas se cuenta no sigue un orden, ya que el contenido de El árbol de la ciencia es anterior, cronológicamente al de aquellas. La ciudad de la niebla, continuación de la anterior, transcurre en Londres. La primera parte (once capítulos) está narrada en primera persona. María refiere las impresiones que le causa la ciudad y la diversidad de tipos humanos que encuentra. Allí el concepto idealista que tenía de su padre cambia, sobre todo cuando ve que se casa, por dinero, con una rica suramericana y marcha a América. En El árbol de la ciencia el joven Andrés Hurtado cree que la ciencia es la única posibilidad de salvación para los males colectivos e individuales; pero pronto comprende que no responde a todos los interrogantes.