El Renacimiento: Características, Autores y Obras Clave de la Literatura Española
Características Generales del Renacimiento
El Renacimiento se caracteriza por:
La Exaltación del Mundo Clásico
El Renacimiento se caracteriza por la recuperación de la cultura grecolatina, cuya importancia había sublimado el humanismo. Los humanistas se fijan en este ideal de belleza y perfección al que se debe aspirar. El arte y la literatura del Renacimiento imitan formalmente los modelos clásicos y se llenan de referencias culturales al mundo grecolatino, especialmente a su mitología (dioses y héroes), para inspirar las obras escultóricas, arquitectónicas o literarias. El estilo artístico y literario del Renacimiento sigue el canon clásico de la belleza basado en la armonía de las formas, la proporción, el equilibrio y la naturalidad.
El Individualismo
La relevancia del hombre lleva a la progresiva superación del teocentrismo medieval en favor de un antropocentrismo moderno, un sentimiento de seguridad y autoafirmación. El hombre proclama su superioridad en la naturaleza y sabe que el esfuerzo le puede llevar a perfeccionarse.
La Naturaleza
La mirada que el hombre dirige hacia la naturaleza y sus leyes es crítica y racional. Ahora pretende ordenar el mundo a su alrededor para que pueda ser comprendido por la inteligencia. La razón empieza a valorarse como instrumento del conocimiento.
Espíritu Religioso
En el terreno religioso es quizás donde se advierte una diferencia mayor entre la concepción medieval y la renacentista. Surgen planteamientos nuevos que renuevan el espíritu y el comportamiento religiosos. Frente a la prohibición medieval de traducir y comentar libremente las Sagradas Escrituras (la versión oficial era la *Vulgata* de San Jerónimo), el individualismo renacentista alienta, desde dentro de la Iglesia Católica, una actitud crítica que defiende la libre interpretación de la Biblia y cuestiona la autoridad del Papa. La Reforma Protestante, encabezada por el alemán Martín Lutero y el francés Juan Calvino, provoca la respuesta de la Iglesia con el Concilio de Trento, del cual surge la Contrarreforma, que fija la moral y el dogma católico.
Erasmo de Rotterdam fue un espíritu crítico con la Iglesia al censurar su relajación de costumbres y su excesivo formalismo, como atestigua su obra *Elogio de la Locura*. Tomás Moro mantuvo una actitud reservada frente a la Reforma cuando esta se inició en Inglaterra y se aprobó el divorcio del rey Enrique VIII. Por ello fue encarcelado y ejecutado, como atestigua su famosa obra *Utopía*. Luis Vives intentó conciliar los valores del mundo clásico con la ética cristiana, fórmula que juzgaba perfecta para la tan deseada formación humanista del hombre que siempre defendió.
El Neoplatonismo
La parte espiritual del hombre procede de ese mundo de las ideas y, desde el ser, una fuerza cósmica que es el amor impulsa la unión de unos seres con otros para que puedan alcanzar la suma perfección y aproximarse a la divinidad. La misión del hombre es descubrir la belleza oculta en la naturaleza. La vista es el sentido principal para admirar la belleza; su contemplación produce un goce estético que eleva el espíritu y lo acerca a Dios.
El Hombre del Renacimiento
Según Baltasar de Castiglione en su obra *El Cortesano*, el caballero renacentista debe ser diestro en el manejo de armas, pero además debe poseer una dimensión humanística y creativa. Quiere ser a la vez erudito, soldado, artista y científico. Debe ser galante con las damas, seductor y ferviente enamorado. Su conducta se regirá por la ética y por la aspiración a una fraternidad humana, ambas fruto de la filosofía moral humanista.
La Lírica Renacentista
La lírica renacentista tiene como modelos a Petrarca y su *Cancionero*, y a los poetas clásicos: Virgilio, Horacio y Ovidio. Las reglas de la poética latina son escrupulosamente estudiadas e imitadas. La temática de la lírica renacentista es esencialmente amorosa, aunque no faltan los motivos patrióticos y religiosos. El poeta analiza su mundo interior para descubrirnos el placer y desasosiego que le produce el sentimiento amoroso. El amor lo lleva a la búsqueda de la belleza y la tradición cortesana introduce en la poesía la noción del mundo ideal. El poeta renacentista vuelve la mirada al pasado y su alma se llena de melancolía al recordar el tiempo que conoció a su dama y que estuvo viviendo momentos junto a ella. Se retoma así el tópico literario del *locus amoenus*. La naturaleza que recrea la poesía es perfecta porque es reflejo divino; es virginal y pastoril, de modo que se renuevan los mitos animistas en los que ovejas, rocas, fuentes y ninfas son testigos del sentimiento del poeta. La lírica renacentista recupera así el género de la égloga.
Nuevas Formas de Lírica Española
No solo renueva los temas, sino también la forma de expresión. Frente a los versos y estrofas medievales, el Renacimiento generaliza el endecasílabo. El verso endecasílabo se combina con el heptasílabo, formando liras, silvas y estancias, estrofas todas ellas muy utilizadas en la lírica renacentista, junto con tercetos y octavas reales. Garcilaso de la Vega fue el que incorporó al castellano las nuevas formas métricas. Conviven con los versos y estrofas tradicionales que se siguen cultivando, especialmente el romance, estrofa más representativa de la poesía popular. Entre los géneros líricos renacentistas destacan la égloga, la oda, la epístola y la canción.
Garcilaso de la Vega
Obra
Inicia su trayectoria poética con los presupuestos de la poesía de cancionero y el amor cortés, pero va impregnándose de la estética italiana con las lecturas de Petrarca, Castiglione, Sannazaro y Ausiàs March. Su obra es breve: tres églogas, dos elegías, una epístola, cinco canciones y treinta y ocho sonetos.
Temas
El tema central de la poesía de Garcilaso es el amor, sentimiento que explora hasta el detalle. Otros temas presentes en sus versos son también la amistad y la naturaleza, a la que idealiza y pone como testigo de sus amarguras. En sus composiciones, el amor es expresado mediante los códigos de la literatura bucólica y los tópicos literarios del *beatus ille* y del *locus amoenus*, que constituyeron motivos recurrentes de la literatura renacentista del Siglo de Oro. En medio de este paisaje arquetípico idealizado se hallan los pastores, las ninfas y las ovejas, elementos míticos y pastoriles con los que el autor objetiva sus sentimientos. El poeta muestra así un deseo de huir de lo que le aprisiona su alma en busca de la libertad. También usa el tema pagano del *carpe diem*, tomado por el poeta de la literatura latina, que nos recuerda la fugacidad de la vida y la necesidad de disfrutar del placer.
Estilo y Significación
Garcilaso da forma castellana al nuevo estilo italianizante en un lenguaje metafórico que recrea la serenidad del clasicismo. En la actitud del apóstrofe lírico, el poeta se aproxima a la joven, situando el ‘tú’ a una distancia próxima, casi íntima, para dar un consejo. Consigue una gran fuerza estética con el uso del epíteto, adjetivos que van enriqueciendo el léxico castellano. Los versos de Garcilaso van tejiéndose con una musicalidad suave y melancólica, llena de sentimientos.
Fray Luis de León
Obra en Prosa
Escribió obras que demostraron la aptitud del castellano como lengua capaz de transmitir contenidos humanísticos y de alta cultura, antes reservados al latín. Sus obras más importantes son: *Exposición del Libro de Job*, *De los nombres de Cristo*, *La perfecta casada* y la traducción del *Cantar de los Cantares* del rey Salomón.
Obra Lírica
La imitación de los modelos latinos se plasma en un estilo armónico y dulce, donde los versos, agrupados principalmente en liras, se desgranan con una evidente sensación de espontaneidad. En sus poemas prima el pensamiento ascético de un profundo cristiano y al mismo tiempo de un gran intelectual, conocedor a fondo de la cultura hebrea, latina y de su tiempo. Entre sus composiciones poéticas, escaso el número, destacan las odas: *A la vida retirada*, *A Francisco Salinas*, *A Felipe Ruiz*, *Noche serena* y *En la ascensión*.
Santa Teresa de Jesús
Fue una mujer de fuerte personalidad e ideas muy claras sobre la forma de profesar el cristianismo, y que trató de llevar a la práctica con la reforma de la Orden del Carmelo. En el terreno de la lírica, ha demostrado una dedicada sensibilidad, expresando su fervor y experiencia religiosa con palabras directas y espontáneas, tomadas del habla sencilla del pueblo. Utiliza para ello los metros cortos de la poesía tradicional. En su brevísima obra poética, los poemas más notables son los que reflejan el arrebato místico: *Vivo sin vivir en mí*, *Mi amado para mí*, *Vuestra soy para vos nací* y *Vivo ya fuera de mí*.
San Juan de la Cruz
Inspirado en el *Cantar de los Cantares* de Salomón, San Juan de la Cruz escribe el *Cántico espiritual*, un poema en 40 liras donde poetiza metafóricamente a la esposa (el alma) que, movida por impulso amoroso, requiere la presencia del esposo (Dios) al que busca en la noche sosegada, un paisaje renacentista con valle solitario y silencio sonoro. San Juan de la Cruz en su poesía emplea bellas imágenes alegóricas (*Noche oscura del alma*): el alma va despojándose de todo su apego terrenal y asciende por el camino de perfección, guiada por la luz que arde en su corazón hasta unirse con Dios. El amor espiritual y un intenso éxtasis religioso provoca la creación de *Llama de amor viva*. El propio autor explica su simbología alegórica en diversos escritos en prosa, uno de ellos titulado *Subida del Monte Carmelo*.
Fernando de Herrera
Fernando de Herrera, llamado *El Divino*, es el poeta más destacado de esa tendencia. Su lenguaje, instalado en la tradición petrarquista, hace evolucionar el influjo italianizante de que parte y muestra una declarada voluntad de estilo, tendiendo al hermetismo conceptual y a las formas preciosistas, a las palabras vibrantes y elevadas. La intensificación de recursos retóricos sitúa a este autor en el manierismo.
La Poesía Épica
En España, el madrileño Alonso de Ercilla relata en *La Araucana*, poema épico compuesto por 37 cantos, la conquista del país americano y la resistencia y el heroísmo del pueblo araucano que, con su caudillo Caupolicán a la cabeza, se opuso a los conquistadores españoles.