Transformación Económica Argentina: Del Modelo Agroexportador a la Industrialización (1880-1930)
El Modelo Agroexportador Argentino (1880-1930)
La etapa agroexportadora (aproximadamente de 1880 a 1930) fue un período en el que muchos argentinos adinerados viajaban a Europa, deslumbrando con sus riquezas y construyendo grandes mansiones en sus estancias o lugares de origen y, especialmente, en Buenos Aires. Sin embargo, esta época no fue “dorada” para todos, ya que las condiciones de vida de los trabajadores en el interior del país, tanto en campos como en ciudades, se caracterizaban por la pobreza a principios del nuevo siglo.
Estructura Económica y Dependencia de Capitales Externos
Hacia la década de 1880, con elementos precursores en las décadas de 1860 y 1870, Argentina poseía una gran cantidad de recursos naturales. No obstante, para desarrollar su sistema de transportes (especialmente el ferroviario), la infraestructura portuaria y urbana, y modernizar la agricultura y la ganadería, el país dependía de la importación de capitales y mano de obra del exterior.
Los capitales externos, aunque fundamentales para el montaje del aparato agroexportador, llegaron en gran medida sin control y, en la mayoría de los casos, su rendimiento estaba garantizado por el Estado o tenían fines puramente especulativos.
La Visión de Raúl Prebisch sobre la Dependencia
Raúl Prebisch, al analizar las crisis financieras, destacó la dependencia de los ciclos económicos de los centros capitalistas mundiales. Explicaba que cuando las metrópolis necesitaban exportar capitales, estos llegaban en abundancia, atraídos por las facilidades ofrecidas por los gobiernos argentinos, lo que iniciaba un ciclo de endeudamiento externo. Sin embargo, cuando por razones internas de sus propias economías era necesario repatriar esos capitales, los bancos subían las tasas de interés para atraerlos, dejando a Argentina con un nivel de deuda impagable.
Contexto Internacional y la Hegemonía Británica
Hacia 1880, se consolidó una división internacional del trabajo hegemonizada por la principal potencia industrial de la época: Gran Bretaña, que actuaba como una importante proveedora de capitales y manufacturas.
Con la llegada de la Gran Depresión, la cual afectó específicamente al poder hegemónico británico, Argentina desempeñó un rol importante. Gran Bretaña comenzó a perder mercados a nivel mundial debido a la competencia de países emergentes de la época, como Alemania y Estados Unidos, que protegieron sus propias industrias y expandieron su comercio internacional.
Esta “pérdida” de mercados competitivos, incluyendo el vasto mercado de la ex colonia estadounidense, llevó a Gran Bretaña a buscar nuevas fuentes de abastecimiento y mercados en otras colonias de poblamiento situadas en territorios hasta entonces menos relevantes, como Australia, Nueva Zelanda y Canadá. Además, su interés se centró en dos países de América del Sur: Argentina y Uruguay. De esta manera, estos países servían al Reino Unido proporcionando alimentos y materias primas para alimentar a su población, y a su vez, a medida que llegaban las oleadas de inmigrantes, se transformaban en nuevos mercados para los bienes de capital y las manufacturas británicas.
Contrario a la creencia popular, este no fue un período de progreso o crecimiento continuo. Si bien la expansión económica y productiva fue evidente, estuvo marcada por crisis importantes, primordialmente debido al endeudamiento externo.
Diferencias con Otros Países de Desarrollo Similar
Una cuestión recurrente es por qué el desarrollo económico argentino no siguió el camino de otros países de formación similar, como Australia y Canadá. Al comparar estas naciones, una de las principales diferencias radica, ante todo, en la estructura de tenencia de la tierra.
Características de la Élite Argentina
Cultura Rentística
La cultura rentística de la élite se manifestaba en pautas de consumo extravagantes y en la falta de interés o necesidad de invertir en capitales de riesgo. Por ello, la infraestructura del aparato agroexportador fue creada casi en su totalidad con capitales externos. Además, una de las funciones principales del endeudamiento externo en distintas épocas fue financiar el gasto de ciertos sectores privilegiados de la sociedad y la fuga de capitales, generando un modelo que podríamos denominar de “capitalismo ausente”.
Cultura Antidemocrática
La cultura antidemocrática se reflejaba en una democracia ficticia, donde presidentes “electores” escogían a su sucesor. La élite se identificaba con la clase política, y los rasgos principales del manejo político eran el paternalismo, el clientelismo, la corrupción y el fraude electoral. Posteriormente, la intervención militar y los golpes de Estado, bajo el pretexto de derrocar “democracias corruptas”, se integraron en esta misma ideología elitista.
Cultura de Subestimación del Interés Nacional
La cultura de subestimación del interés nacional se basaba en la dependencia de factores externos y la sumisión a condiciones impuestas desde el exterior, a menudo sin ningún beneficio compensatorio para el país.
El Proceso de Industrialización y la Crisis de 1929
La etapa o proceso de industrialización se inició con el surgimiento de la crisis de 1929, originada en Estados Unidos, que marcó el comienzo de un período de depresión económica mundial, considerada la crisis más profunda que padeció el capitalismo. Este proceso se caracterizó por una severa deflación en un sentido amplio, generando restricciones monetarias y financieras, bajas de precios y salarios, y un retroceso generalizado de las actividades económicas.
Impacto Global de la Crisis
Estos fenómenos se manifestaron a través de reacciones en cadena: la caída de la producción industrial indujo una contracción de los mercados internacionales y una disminución de la demanda de materias primas, cuyos precios bajaron acentuadamente. Los países productores de bienes primarios redujeron las compras de maquinarias y manufacturas, al tiempo que muchos entraron en bancarrota o devaluaron sus monedas, ya que las deudas asumidas con anterioridad no podían ser canceladas. Del mismo modo, los países industriales debieron soportar la caída de los precios de sus productos.
Sin embargo, no pudieron evitar el cierre de bancos y empresas, una creciente desocupación y situaciones extremas de hambre y pobreza para gran parte de sus poblaciones. Todo ello llevó a la quiebra del sistema multilateral de comercio y pagos, incluyendo el patrón oro, y dio lugar a un retorno a los sistemas de preferencia imperial y a los convenios bilaterales.
Repercusiones en Argentina y el Inicio de la Industrialización por Sustitución de Importaciones
Argentina, debido a su economía abierta al mundo, sufrió de lleno este impacto, lo que ocasionó la caída de sus exportaciones y un amplio déficit en su balanza comercial, al no poder prescindir de las importaciones de bienes industriales y de muchos bienes de consumo masivo. En este contexto, la expansión de la industria textil satisfizo la creciente demanda del mercado interno, permitiendo, al mismo tiempo, el empleo de lana y algodón producidos localmente como materia prima, cuyos mercados internacionales se encontraban afectados por la crisis.
Dado que el sector agropecuario era la principal actividad económica del país, existía una gran concentración de poder en manos de los grandes estancieros. Estos no volcaron sus ganancias a las nacientes actividades industriales, sino que promovieron la más amplia apertura comercial con el fin de colocar sus productos en el exterior.
La Matriz Cultural de la Élite Argentina
La situación argentina dio lugar a la conformación de una matriz cultural que se transmitió al resto de la sociedad. La poderosa élite que gobernaba el país se caracterizaba por:
- Una cultura fuertemente rentística: sus principales ingresos provenían de la renta de la tierra.
- Una conducta antidemocrática en el poder: basada en la marginación de gran parte de la ciudadanía, la corrupción y el fraude electoral.
- Una visión del mundo dependiente.
El terrateniente ausente no adoptaba conductas productivas, sino rentísticas o suntuarias, llegando en muchos casos a agotar la riqueza original e incluso a vender las tierras que poseía.