Decretos de Nueva Planta y Centralismo Borbónico

La victoria de Felipe V en la Guerra de Sucesión (1700-1714) supuso la introducción de la dinastía borbónica en España. La llegada de los Borbones conllevó cambios importantes en la estructura y administración del Estado, tendiendo a la centralización y uniformización legislativa, con el objetivo de crear un Estado más fuerte y eficaz a imitación del francés.

Un claro ejemplo de esta política centralizadora son los Decretos de Nueva Planta, los cuales suprimieron los antiguos privilegios forales de los territorios de la Corona de Aragón que se habían declarado partidarios del otro pretendiente al trono, el archiduque Carlos de Habsburgo. Su aplicación se produjo a medida que se fue consolidando el dominio borbónico en la Guerra de Sucesión: Reino de Aragón y Valencia (1707), Mallorca (1715) y Cataluña (1716). Estos decretos suponían la supresión de las instituciones y leyes propias de estos territorios, aplicando en la Corona de Aragón el sistema legal, administrativo y fiscal de Castilla.

Impacto y Reformas Institucionales

Se introdujo un nuevo sistema institucional aplicable a todo el reino. De este modo, se creó un sistema de contribución única y un sistema jurídico organizado en base a las Audiencias. Igualmente, se produjeron otras reformas políticas como la supresión de los Consejos (excepto el de Castilla) y el establecimiento de unas Cortes únicas, la creación de las Secretarías de Despacho como ejes de gobierno, así como las Capitanías Generales para la administración territorial e Intendencias para el control fiscal, la vigilancia y las obras públicas del reino.

Modelos de Repoblación y su Influencia en la Estructura de la Propiedad

La Reconquista fue el proceso de recuperación de los territorios musulmanes por parte de los reinos cristianos, desde la batalla de Covadonga en el 722 hasta la toma de Granada (1492). Se basó en la repoblación y en la ordenación del territorio.

Sistemas de Repoblación Tempranos (Siglos VIII-X)

Tras un breve periodo de repoblación libre y de repoblación dirigida por los monarcas en la cuenca norte del Duero y Llobregat, se desarrollaron los sistemas de Presura y Aprisio entre los siglos VIII y X.

La Repoblación Concejal (Siglos XI-XIII)

La Repoblación Concejal (siglos XI-XIII), que abarcó la zona comprendida entre los valles del Duero y el Tajo, consistió en conceder poder y privilegios, reflejados en las Cartas Pueblas, para atraer a la población a esos territorios. Esto permitió desarrollar comunidades de villa y tierra que acabarían siendo ciudades (como Salamanca o Plasencia), con un dominio sobre su jurisdicción y un sistema social basado en las medianas propiedades y tierras comunales gestionadas por los concejos.

El Papel de las Órdenes Militares

Las Órdenes Militares (Alcántara, Calatrava, Santiago) ayudaron a los monarcas en la Reconquista y repoblación de la zona comprendida entre el Tajo y Sierra Morena en los siglos XII-XIII, recibiendo amplias extensiones de tierra dedicadas principalmente a la ganadería.

Repoblación por Repartimiento (Siglo XIII)

La derrota almohade en las Navas de Tolosa (1212) y la formación de los terceros reinos taifas posibilitaron la conquista de extensos territorios. Tras la conquista de Córdoba a mediados del siglo XIII, se inició la Repoblación por Repartimiento en Levante, Murcia y el Valle del Guadalquivir mediante donadíos y heredamientos. Este proceso, que tuvo en cuenta la condición social, resultó en la formación de grandes latifundios dominados por una minoría propietaria y explotados por un gran número de campesinos sin propiedades o jornaleros.

Carlos III y el Despotismo Ilustrado

El reinado de Carlos III (1759-1788) se caracterizó por la asunción de los principios ilustrados como fuente para el desarrollo de políticas reformistas en los aspectos políticos, económicos y sociales. Se buscó así la mejora de la situación del pueblo, pero sin renunciar al modelo absolutista, fundamento de lo que se conoce como Despotismo Ilustrado, que pusieron en práctica diversos monarcas en el ámbito europeo. Este sistema de despotismo ilustrado queda reflejado en la frase: «Todo para el pueblo, pero sin el pueblo».

Reformas y Consecuencias

Durante los primeros años de su reinado dominó la escena política el marqués de Esquilache, quien trató de impulsar reformas económicas y sociales, como prohibiciones en la vestimenta. Estas medidas provocaron un creciente descontento social y condujeron al Motín de Esquilache (1766), que supuso la pérdida de influencia de los italianos en la corte y la expulsión de los jesuitas en 1767.

Tras la revuelta, asumieron el protagonismo político personajes como el Conde de Aranda, Campomanes y Floridablanca, quienes proyectaron un amplio programa de reformas:

  • La reforma de la educación universitaria, la extensión de la educación primaria y el impulso de instituciones educativas y culturales.
  • Medidas emprendidas en la agricultura (tales como proyectos hídricos).
  • La industria (potenciando las Reales Fábricas).
  • El comercio (mejorando la red de transporte).
  • Infraestructuras enfocadas en el saneamiento y la apertura de Madrid.

En la mayoría de los casos, su impacto no tuvo el efecto deseado debido a la tradicional oposición de los grupos privilegiados a cualquier cambio.

El Conde-Duque de Olivares: Centralización, Rebelión y Secesión

El Conde-Duque de Olivares fue el principal valido del reinado de Felipe IV (1621-1665). Ante la excesiva carga económica y demográfica, el objetivo principal de Olivares fue procurar una unificación jurídica y económica de todos los territorios. Su proyecto centralizador fue expuesto en un documento dirigido al rey en 1624, el Gran Memorial.

El Proyecto Centralizador de Olivares y la Unión de Armas

Para repartir entre los distintos reinos y territorios los costes económicos, impulsó una Unión de Armas con el objetivo de reclutar un ejército masivo. Esta medida generó un gran rechazo en los territorios periféricos, especialmente en Cataluña, que defendían sus fueros y privilegios.

La Rebelión de Cataluña

En Cataluña, la situación de rechazo se acrecentó con la Guerra de los Treinta Años. A partir de 1635, se trasladaron tropas para frenar a Francia, lo que generó tensiones con la población local. Finalmente, el malestar social estalló el 7 de junio de 1640 (el llamado Corpus de Sangre), con actos violentos contra los hombres del rey y la muerte del virrey. En plena rebeldía, Cataluña reconoció al rey de Francia como su legítimo soberano. La resistencia se prolongó durante varios años hasta la definitiva rendición de Barcelona en 1652.

La Independencia de Portugal

La crisis económica y social generalizada en Castilla y la falta de implicación portuguesa en la política hispánica llevaron a la proclamación de Juan IV de Braganza como rey portugués en 1640. Pese al rechazo castellano, los conflictos territoriales (Aragón, Andalucía, Nápoles y Sicilia) dificultaron hacer frente al proceso independentista portugués, que se reconoció definitivamente en 1668.