1744-1811, Gijón. A lo largo de su vida desarrolló una intensa actividad intelectual y política. Desempeñó cargos públicos a la par que sus escritos influían profundamente en la opinión pública de su tiempo. Por sus ideas avanzadas, y por el miedo de los gobiernos de Carlos IV a la Revolución Francesa, conoció, tras haber sido ministro con Godoy, los confinamientos y la cárcel, y fue objeto de persecución, especialmente por los sectores sociales más reaccionarios. Con la Guerra de la Independencia, rechazó los ofrecimientos de los afrancesados y se adhirió a la lucha contra Napoleón. Sin embargo, su espíritu ilustrado ya había quedado anticuado cuando en las Cortes de Cádiz cuaja la doctrina liberal. Su labor literaria más importante consiste en ensayos donde expresa su ideario ilustrado. En ellos aborda, bien por iniciativa propia, bien a instancias de algunas instituciones, algunos de los problemas más importantes que tenía planteados España. Entre estos ensayos, abundantes y de tema variado, sobresalen los siguientes:  “Informe sobre la ley agraria”, (1794). Estudio de gran alcance de la economía española y de sus principales problemas. Se inspira en el liberalismo económico de Adam Smith. Jovellanos da pruebas de tener sólidos conocimientos de economía política y de haberse informado cuidadosamente del sistema productivo español y de haber estudiado atentamente los principales problemas. Inspirado por las teorías fisiocráticas, parte de la base de que la agricultura es la fuente de la riqueza y es el sector productivo que hay que abordar en primer lugar. Para ello, propone reformas de varias clases: políticas, como liberalizar los mercados agrícolas y reducir los impuestos, así como poner fin a los privilegios de la Mesta; técnicas, consistentes en favorecer la introducción de nuevos cultivos y métodos de trabajo; sociales, tendentes a favorecer la educación del campesinado; y sobre todo, una profunda reforma de la propiedad, tendente a eliminar la propiedad de la Iglesia, poco productiva, para entregarla al campesinado, con objeto de capitalizar la agricultura y volverla más productiva. 3)

“Memoria sobre espectáculos y diversiones públicas” (1790). En este breve ensayo intenta persuadir a los poderes públicos de la necesidad que tiene el pueblo de divertirse para ser feliz, y propone los espectáculos más adecuados. Según el espíritu ilustrado, hay que eliminar el mal gusto en las diversiones, y por eso critica duramente las corridas de toros y otros juegos bárbaros. En su lugar, propone la difusión de los bailes y los deportes populares. En cuanto al teatro, que considera privilegio exclusivo de las clases altas, propone la abolición del teatro barroco y la difusión de un teatro de acuerdo con el gusto neoclásico, muy respetuoso de las reglas contenidas en las preceptivas de Boileau y Luzán. Hace hincapié en el didactismo, el decoro, el buen gusto y el respeto a las unidades. También propone un fondo de sentimentalismo que ayude al público a adherirse a los nuevos valores. “Memoria sobre educación pública” (1802), en la que subraya el valor de la educación como fuente de la prosperidad y el engrandecimiento del país. Propone la educación como origen de la felicidad social. En ella ataca la enseñanza tradicional basada en la especulación escolástica en lengua latina y propone una enseñanza basada en la razón científica y en la experimentación. El criterio que sigue es de la utilidad. Además, en cuanto a los métodos de enseñanza, propone la realización de prácticas, la lectura y la investigación personal, esto último, de acuerdo con la fe en el individuo que profesa la Ilustración. 4)