El Régimen Franquista: Estructura, Evolución y Oposición (1939-1975)
El Establecimiento del Régimen Franquista (1939-1975)
Acabada la Guerra Civil el 1 de abril de 1939, los sublevados aspiraban a implantar un Estado centralizado que garantizara la unidad de España e impusiera un orden social basado en la doctrina de la Iglesia Católica y el nacionalsindicalismo falangista. El nuevo Estado se construyó en torno a una dictadura donde Franco concentraba prácticamente todo el poder y la soberanía nacional en su persona: era Jefe de Estado, del Gobierno, de los Ejércitos y del Movimiento Nacional. El franquismo (1939-1975) fue una dictadura militar y eclesiástica de tipo tradicional, donde el ejército representó el papel más destacado en la nueva estructura política. Además, trató de recuperar la tradición imperial española de los siglos XV y XVI. Así pues, el franquismo careció de texto constitucional, rigiéndose por las llamadas Leyes Fundamentales, siendo las primeras el Fuero del Trabajo (1938) y la Ley Constitutiva de las Cortes (1942).
Características Políticas y Pilares del Régimen
El régimen prohibió los partidos políticos, a excepción de la Falange Española Tradicionalista y de las JONS (el partido único), aunque sí contó con la colaboración de diversos grupos ideológicos que constituían las llamadas ‘Familias políticas‘. Estas familias, pilares de la dictadura, incluían principalmente:
- El Ejército: Fue el principal garante de la permanencia del régimen y desempeñó un papel fundamental en la articulación del nuevo Estado.
- La Iglesia Católica: El Estado se configuró en gran medida según su doctrina, y colaboró activamente a través de organizaciones como Acción Católica y la Asociación Católica Nacional de Propagandistas (ACNP).
- El Movimiento Nacional: Unificaba a falangistas, tradicionalistas (carlistas) y otros sectores afines al régimen, controlando ámbitos clave como las relaciones laborales (a través del Sindicato Vertical) y los medios de comunicación.
Otros grupos influyentes fueron los monárquicos (seguidores de Don Juan de Borbón) y, posteriormente, los tecnócratas (vinculados en muchos casos al Opus Dei), que priorizaban la eficacia en la gestión económica y administrativa.
Los apoyos sociales de la dictadura incluyeron a la oligarquía terrateniente, la burguesía industrial y financiera, numerosos pequeños y medianos propietarios agrícolas, y amplios sectores de las clases medias urbanas.
Etapas del Franquismo
En sus casi cuatro décadas, el régimen experimentó cambios significativos a lo largo de varias etapas:
- Hegemonía nacionalsindicalista (1939-1945): Desarrollada en el contexto de la Segunda Guerra Mundial, se caracterizó por una intensa represión, el exilio de los vencidos y la influencia de la Falange.
- Predominio nacionalcatólico (1945-1957): Tras la derrota del Eje, Franco dio mayor peso a los sectores católicos para mejorar la imagen internacional del régimen. Se promulgaron nuevas Leyes Fundamentales:
- El Fuero de los Españoles (1945): Recogía una declaración de derechos y deberes, pero sin un sistema efectivo de garantías.
- La Ley del Referéndum Nacional (1945).
- La Ley de Sucesión a la Jefatura del Estado (1947): Declaraba a España como Reino, a Franco como Jefe de Estado vitalicio y le otorgaba el derecho a nombrar a su sucesor.
- Gobierno de los Tecnócratas (1957-1973): Marcada por la modernización económica y administrativa impulsada por los tecnócratas. Durante este periodo se aplicó el Plan de Estabilización de 1959, que supuso el fin de la autarquía y el inicio de la liberalización económica y el desarrollismo.
- Crisis final del régimen (1973-1975): Marcada por el asesinato de Carrero Blanco, la creciente oposición, la crisis económica y la enfermedad del dictador.
Economía Durante el Franquismo: De la Autarquía al Desarrollismo
La Etapa Autárquica (1939-1950s)
Los primeros años del franquismo se caracterizaron económicamente por la adopción del modelo autárquico, inspirado en parte por los regímenes fascistas, es decir, una política basada en la búsqueda de la autosuficiencia económica para evitar la dependencia externa. Esto supuso una fuerte intervención del Estado en la economía, con un estricto control del comercio exterior. Se adoptó una política de industrialización forzada: se restringieron las inversiones extranjeras, se apoyó con fondos públicos a empresas estratégicas, se nacionalizaron algunas compañías y se creó el Instituto Nacional de Industria (INI) en 1941 para promover la creación de empresas públicas.
Sin embargo, la autarquía generó una situación de extrema carestía y estancamiento durante la posguerra, agravada por la implantación de las cartillas de racionamiento. La población tuvo que recurrir masivamente al mercado negro (estraperlo) para subsistir. El gobierno formado en julio de 1951, con mayor presencia de católicos, comenzó a flexibilizar tímidamente la política económica.
El Plan de Estabilización y el Desarrollismo (1959-1973)
Tras una crisis de gobierno en 1956, en febrero de 1957 entraron en el ejecutivo los llamados Tecnócratas, muchos vinculados al Opus Dei. Encabezados por figuras como Laureano López Rodó, Mariano Navarro Rubio y Alberto Ullastres, propusieron modernizar económica y administrativamente el país sin alterar la naturaleza dictatorial del régimen. De esta manera, en 1959 se puso en marcha el Plan de Estabilización, que marcó el inicio del desarrollismo. Sus medidas incluyeron la unificación del tipo de cambio, una fuerte devaluación de la peseta, la limitación del gasto público, la congelación salarial, una reforma fiscal y una mayor liberalización económica y del comercio exterior. Se facilitó también la negociación colectiva a través de la Ley de Convenios Colectivos (1958). Además, España se incorporó a organismos económicos internacionales como la OECE (antecesora de la OCDE), el FMI y el Banco Mundial.
Sus principales objetivos fueron:
- Detener la inflación.
- Sanear las cuentas exteriores (balanza de pagos).
- Desmantelar progresivamente las estructuras intervencionistas de la autarquía.
- Establecer un modelo económico más cercano al de mercado de Europa occidental.
A partir de entonces, la economía española experimentó un crecimiento espectacular, impulsado por un considerable volumen de divisas generadas por tres vías principales:
- El turismo de masas, favorecido por el bajo coste de España.
- Las remesas enviadas por los numerosos emigrantes españoles que trabajaban en Europa.
- Las inversiones de capital extranjero, atraídas por los bajos salarios y la estabilidad política.
Durante la etapa del desarrollismo (aproximadamente 1960-1973), el PIB español creció a una tasa media anual cercana al 7%, una de las más altas del mundo. Esto produjo una profunda transformación de la estructura económica y social: España dejó de ser un país predominantemente agrario para convertirse en un país industrial y de servicios. Sin embargo, este ‘milagro económico’ presentó desequilibrios (inflación, dependencia exterior, déficits regionales) y comenzó a ralentizarse a finales de los 60, viéndose finalmente afectado por la crisis mundial del petróleo de 1973.
Transformaciones Sociales y Demográficas
Se produjo un fuerte crecimiento demográfico, resultado de una natalidad elevada (el ‘baby boom‘) y un descenso de la mortalidad. Esto generó una mayor demanda de servicios públicos. Se expandió la enseñanza pública (aunque la Iglesia mantuvo un papel predominante) y se sentaron las bases del sistema de Seguridad Social moderno con la Ley de Bases de 1963 (desarrollada en 1967).
Surgió el concepto de ‘franquismo sociológico‘, referido a una cierta aceptación pasiva del régimen por parte de sectores de la población que valoraban la paz social y la mejora del nivel de vida por encima de las libertades políticas. La renta per cápita aumentó significativamente, produciendo una mejora general del nivel de vida y el acceso a bienes de consumo. La estructura social cambió drásticamente: disminuyó la población agraria (éxodo rural), mientras crecían los obreros industriales y, sobre todo, las clases medias urbanas.
Se produjo una progresiva secularización de la sociedad (a pesar de la confesionalidad del Estado y la tímida Ley de Libertad Religiosa de 1967) y un cambio en el papel de la mujer, con una creciente incorporación al mundo educativo y laboral, aunque todavía bajo fuertes restricciones legales. En definitiva, la modernización económica y social generó expectativas de cambio político y mayores libertades, creando contradicciones crecientes con la rigidez de la dictadura.
La Oposición al Franquismo y el Final de la Dictadura
La Oposición Inicial y el Exilio
La oposición al régimen franquista existió desde el principio, aunque evolucionó y se intensificó con el tiempo. Inicialmente, los partidos y sindicatos republicanos y de izquierdas (PSOE, PCE, UGT, CNT, etc.) quedaron desarticulados e ilegalizados tras la Guerra Civil. Sus líderes partieron al exilio, y la actividad clandestina en el interior fue muy limitada y duramente reprimida, destacando la resistencia del Partido Comunista de España (PCE) y la guerrilla antifranquista (maquis) en los primeros años. Ni el gobierno republicano en el exilio ni los monárquicos partidarios de Don Juan de Borbón lograron apoyos internacionales efectivos para derribar la dictadura. La derrota, la represión y las penurias de la posguerra generaron una atmósfera de miedo y pasividad en gran parte de la sociedad.
El Resurgimiento de la Oposición Interior (Años 50 y 60)
A partir de finales de los años 50, la oposición en el exilio perdió influencia frente a la oposición interior, que comenzó a reorganizarse. El PCE, liderado por Santiago Carrillo desde 1960, se consolidó como el partido clandestino mejor organizado y con mayor capacidad de movilización, especialmente en el ámbito obrero y estudiantil, llevando el principal peso de la oposición política hasta la Transición. En el País Vasco surgió ETA (Euskadi Ta Askatasuna) en 1959, que inició una actividad terrorista contra el régimen. En los últimos años del franquismo aparecieron otros grupos armados de extrema izquierda como el FRAP (Frente Revolucionario Antifascista y Patriota).
La movilización social creció significativamente desde los años 60, impulsada por el aumento de los trabajadores industriales, las clases medias y los estudiantes universitarios. Se desarrollaron principalmente tres frentes de protesta:
- La movilización obrera: Protagonizada por huelgas y protestas laborales, canalizadas a través de organizaciones clandestinas como Comisiones Obreras (CCOO), nacida a principios de los 60, y, en menor medida, la Unión Sindical Obrera (USO).
- La movilización estudiantil: Las universidades se convirtieron en focos de contestación, exigiendo libertades democráticas. Fueron frecuentes los enfrentamientos entre estudiantes antifranquistas y los miembros del sindicato oficial falangista (SEU).
- La movilización ciudadana: Surgieron movimientos vecinales en los barrios obreros de las grandes ciudades, impulsados por militantes de izquierda y sectores cristianos de base comprometidos socialmente, que reclamaban mejoras en infraestructuras y servicios.
Además, sectores de la Iglesia Católica, influidos por el Concilio Vaticano II (1962-1965), comenzaron a distanciarse del régimen y a apoyar las reivindicaciones sociales y democráticas.
La Crisis Final del Régimen (1969-1975)
La etapa final del franquismo se suele situar a partir de 1969. En julio de ese mismo año, Franco designó al príncipe Juan Carlos de Borbón como su sucesor a título de Rey, quien juró lealtad a los Principios del Movimiento Nacional, en un intento de asegurar la continuidad del régimen tras su muerte (‘atado y bien atado’). Sin embargo, el régimen mostraba signos de agotamiento y la oposición interna y la conflictividad social crecían.
El Escándalo Matesa (1969), un caso de corrupción financiera que implicó a ministros tecnócratas, evidenció las luchas internas entre las distintas familias del régimen. En junio de 1973, un Franco ya anciano y enfermo separó por primera vez la Jefatura del Estado de la Presidencia del Gobierno, nombrando para este último cargo a su hombre de confianza, el almirante Luis Carrero Blanco, con el objetivo de asegurar la continuidad del franquismo tras su muerte bajo la monarquía de Juan Carlos I. Carrero Blanco intentó formar un gobierno que representara a las distintas familias del régimen para mantener la cohesión.
Sin embargo, el 20 de diciembre de 1973, Carrero Blanco fue asesinado por ETA en Madrid, lo que descabezó el proyecto continuista y sumió al régimen en una profunda crisis. Tras el asesinato, Franco nombró presidente del gobierno a Carlos Arias Navarro. Arias Navarro intentó una tímida apertura (‘espíritu del 12 de febrero’), pero pronto se impuso el sector más inmovilista (‘el búnker’), especialmente tras la Revolución de los Claveles en Portugal (abril de 1974).
En este contexto de crisis del régimen, la oposición democrática se fortaleció y se articuló en plataformas unitarias que reclamaban una ruptura democrática:
- La Junta Democrática de España (julio de 1974): Impulsada por el PCE y figuras independientes.
- La Plataforma de Convergencia Democrática (junio de 1975): Liderada por el renovado PSOE de Felipe González y Alfonso Guerra (surgido del Congreso de Suresnes de 1974), junto con otros grupos socialdemócratas y democristianos.
La creciente presión interna y externa, la crisis económica y la enfermedad de Franco abocaban al régimen a su fin, que se produciría con la muerte del dictador el 20 de noviembre de 1975.