El Imperio Español bajo los Habsburgo: Carlos I y Felipe II
La Sucesión de los Habsburgo y el Inicio del Imperio Español
La herencia de los Reyes Católicos recayó en la dinastía de los Habsburgo (Casa de Austria). El nieto de Fernando e Isabel, Carlos de Habsburgo, reunió en su persona las coronas de la monarquía hispánica, ampliando sus dominios con múltiples herencias territoriales e incluso con el título de emperador del Sacro Imperio.
Así, con Carlos I (conocido como Carlos V como emperador) se abrió la época del Imperio español en Europa y América, que perduró hasta comenzar el siglo XVIII.
Carlos I: El Sueño del Imperio Universal (1516-1556)
La Vasta Herencia de Carlos I
Carlos I recibió una gran herencia territorial:
- Por parte de los Reyes Católicos: la Corona de Castilla (con los territorios americanos) y la Corona de Aragón (con sus posesiones italianas).
- Por parte de su abuela paterna, María de Borgoña: los Países Bajos, Luxemburgo y el Franco Condado.
- Por parte de su abuelo paterno, Maximiliano I: las posesiones de los Habsburgo en Austria y el derecho a optar al título imperial.
También, fue elegido emperador del Sacro Imperio Romano Germánico en 1519, como Carlos V, sucediendo así a su abuelo Maximiliano.
La Idea Imperial y sus Obstáculos
La idea imperial de Carlos V pretendía la creación de un imperio cristiano universal. Pero la realización de este proyecto se enfrentaba a tres grandes problemas exteriores:
- La rivalidad con Francia.
- La aparición del protestantismo en Alemania.
- La amenaza turca (Imperio Otomano).
Rivalidad con Francia
Francia era otra gran potencia europea y su rey, Francisco I, había rivalizado con Carlos por la corona imperial alemana. Al no conseguirla y quedar rodeado por las posesiones de los Austrias, Francisco I quiso hacerse con el predominio en Italia. La lucha por la hegemonía italiana condujo a cuatro guerras con Francia en tierras de Italia, entre 1521 y 1544, que confirmaron la supremacía de Carlos I y le permitieron la incorporación del Milanesado a sus dominios.
La Amenaza Otomana
En su concepción medieval del Imperio, Carlos I consideraba como una de sus misiones fundamentales la defensa de la Cristiandad frente a la amenaza islámica, representada por el Imperio Turco otomano. De este modo, el Mediterráneo se convirtió en permanente escenario de conflictos durante todo el reinado. Se logró la conquista de Túnez (1535), pero se fracasó en la conquista de Argel (1541).
El Conflicto Protestante en Alemania
Alemania había sido el principal escenario de la reforma protestante de Lutero, a la que se habían adherido numerosos príncipes para fortalecer su poder mediante la confiscación de bienes a la Iglesia Católica. La defensa de la ortodoxia católica empujó a Carlos V a luchar contra los protestantes dentro del Imperio alemán. En una primera fase, el monarca sometió a los protestantes (Batalla de Mühlberg, 1547), pero después los príncipes protestantes obtuvieron el apoyo del rey francés y cambió la correlación de fuerzas. Finalmente, por la Paz de Augsburgo (1555), Carlos V reconoció la vigencia de las dos religiones (católica y luterana) en el Imperio Germánico, aunque se obligaba a los súbditos a profesar la religión de su príncipe (principio de cuius regio, eius religio).
Abdicación y División del Imperio
Desgastado y consciente de los problemas, especialmente en Alemania, Carlos I decidió abdicar en 1555-1556 y retirarse al monasterio de Yuste, donde pasó sus últimos días. Decidió dividir su vasta herencia para liberar a su hijo de algunos focos de conflicto:
- Cedió a su hermano Fernando las posesiones de Austria y los derechos a aspirar a la corona imperial alemana (que obtuvo en 1558).
- Su hijo, Felipe II, heredó todos los demás territorios: las Coronas de Castilla y Aragón, las posesiones italianas, los Países Bajos y el Franco Condado.
Felipe II: La Monarquía Hispánica y la Defensa del Catolicismo (1556-1598)
Felipe II heredó la mayor parte de los territorios de su padre. Tras la muerte sin descendencia del rey de Portugal en 1580, forzó su designación como nuevo rey de este país, uniendo así toda la Península Ibérica y el vasto imperio portugués bajo su corona (Unión Ibérica).
La política exterior de Felipe II, aunque abandonó el ideal de imperio universal, estuvo inspirada en principios similares a los de Carlos I: la hegemonía en Europa, la lucha contra los turcos en el Mediterráneo y la defensa de la ortodoxia católica (Contrarreforma).
La Rebelión de los Países Bajos
Los Países Bajos formaban parte de la monarquía hispánica y se componían de diecisiete provincias federadas que abarcaban la actual Bélgica, Holanda, Luxemburgo y parte del norte de Francia. Su importante burguesía de artesanos y comerciantes las había convertido en zonas ricas y prósperas.
En las provincias del norte, el protestantismo calvinista había ganado numerosos adeptos. La intransigencia religiosa de Felipe II y su política autoritaria desencadenaron una rebelión (1568) que aglutinaba a amplios sectores descontentos: los disidentes religiosos, los ricos burgueses y ciertos sectores de la nobleza que veían mermados sus privilegios. La guerra contra los rebeldes holandeses (Guerra de los Ochenta Años) se convirtió en uno de los mayores problemas de la monarquía y absorbió enormes recursos militares y financieros.
Al final del reinado de Felipe II, las siete provincias del norte, bajo el nombre de Provincias Unidas, se habían independizado de hecho. España acabaría reconociendo formalmente su independencia en 1648, tras la Guerra de los Treinta Años.
El Conflicto con el Imperio Otomano
Los ataques de los turcos en el Mediterráneo eran constantes. Para hacerles frente, la monarquía hispánica, Venecia y la Santa Sede formaron en 1570 la Liga Santa. Organizaron una gran flota que se enfrentó a los turcos en la Batalla de Lepanto (1571), en las costas griegas. La decisiva victoria cristiana frenó el avance turco en el Mediterráneo occidental, aunque no acabó con su poder.
La Rivalidad con Inglaterra
Hasta mediados del siglo XVI, las relaciones con Inglaterra habían sido cordiales (Felipe II estuvo casado con María I de Inglaterra). Sin embargo, con el ascenso al trono de Isabel I (1558), de fe protestante, las relaciones amistosas dieron paso a la rivalidad. Inglaterra experimentó un importante crecimiento demográfico y económico que la impulsaba al comercio colonial, donde España era su máximo rival, especialmente tras la incorporación del imperio portugués. Para debilitar a la monarquía hispánica, Inglaterra apoyaba a los sublevados holandeses y hostigaba mediante la piratería (corsarios como Francis Drake) el comercio atlántico español.
En 1588, Felipe II decidió invadir las Islas Británicas con una gran flota, la conocida como Armada Invencible (o Grande y Felicísima Armada). Sin embargo, la campaña acabó en un rotundo fracaso debido a las tormentas y la táctica inglesa, con graves consecuencias, sobre todo psicológicas y de prestigio, para la monarquía hispánica.
Exploración y Comercio en el Pacífico
Prácticamente concluida la exploración de América durante el reinado anterior, Felipe II propició la del océano Pacífico. En las islas Filipinas (nombradas así en su honor), Miguel López de Legazpi fundó Manila en 1571, que se convirtió en un activo mercado y centro administrativo español en Asia. Para su explotación comercial se organizó el Galeón de Manila, que una vez al año hacía la travesía de ida y vuelta entre esta ciudad y Acapulco (Nueva España). A Nueva España se transportaban principalmente sedas, porcelanas y especias asiáticas a cambio de la plata mexicana, vital para la economía imperial.
El número de colonos asentados en Filipinas fue muy reducido y la administración española tuvo allí un desarrollo limitado en comparación con América.
Balance de la Época de los Austrias Mayores
El imperio español atravesó una etapa de auge y esplendor en el siglo XVI bajo los llamados “Austrias Mayores” (Carlos I y Felipe II). Sin embargo, la intervención constante en múltiples conflictos en Europa y el Mediterráneo supuso un enorme coste para las finanzas de la monarquía, que se apoyaban fundamentalmente en las contribuciones fiscales de Castilla y en los metales preciosos procedentes de las Indias. Con Felipe II aumentó el poder de la Corona y se perfeccionó la administración, pero no se unificaron las instituciones de sus reinos, que permanecieron muy heterogéneos y a menudo distantes entre sí.
Previamente, su padre, Carlos I, había dado forma al modelo de Monarquía Hispánica (o Monarquía Católica), una entidad política compleja y multinacional que trascendería estos dos reinados y se extendería en el tiempo, aunque iría perdiendo progresivamente parte de su fortaleza inicial durante el siglo XVII.