Reflexiones sobre Ética, Memoria Histórica y Progreso Social
Cada 27 de enero se conmemora el Día Internacional del Holocausto, recordando la liberación del campo de Auschwitz en 1945 y el horror que supuso el exterminio sistemático de millones de personas. Esta fecha no es solo un acto simbólico, sino un compromiso con la memoria histórica para prevenir que atrocidades similares vuelvan a repetirse. Como advertía Primo Levi, recordar es una obligación moral. La propaganda nazi, liderada por Joseph Goebbels, aplicó métodos simples pero efectivos –como la “aguja hipodérmica”– para inocular odio y asegurar la obediencia de las masas, eliminando cualquier forma de libertad crítica.
Intelectuales como Stefan Zweig y Hannah Arendt alertaron sobre los peligros de los totalitarismos y la manipulación de la verdad, que destruyen la capacidad de distinguir entre el bien y el mal. Este riesgo sigue presente hoy, con el auge de partidos ultraderechistas como el FPÖ en Austria o el AfD en Alemania, que distorsionan los hechos y manipulan emociones para sembrar odio y dividir sociedades.
En mi opinión, conmemorar el Holocausto no solo es un deber con las víctimas del pasado, sino un acto de resistencia contra las amenazas actuales a la verdad y la libertad. Hoy más que nunca, debemos defender la memoria histórica frente a la desinformación y la manipulación populista que resurgen en Europa y en el mundo. Sin embargo, no podemos ignorar que algo sigue fallando: a pesar de las lecciones del Holocausto, estamos viendo atrocidades similares en el presente, como el sufrimiento y exterminio del pueblo palestino. Esto nos obliga a preguntarnos si realmente hemos aprendido del pasado y a redoblar nuestro compromiso ético para impedir que la historia vuelva a repetirse.
Hoy en día se habla mucho del progreso científico y tecnológico como si fuera sinónimo de mejora social y moral. Sin embargo, esta idea es engañosa. Los avances tecnológicos pueden transformar la vida cotidiana, pero no necesariamente garantizan un progreso ético. Ejemplos históricos como la creación de la bomba atómica o el uso de la logística para la persecución en Auschwitz demuestran que el progreso técnico, sin principios morales, puede facilitar las peores atrocidades. Rousseau ya advirtió que los avances científicos no aseguran sociedades más justas ni éticas.
El progreso moral, en cambio, no es automático ni está asegurado por los avances tecnológicos. Se mide por la capacidad de ampliar la libertad, la igualdad y la responsabilidad de las personas. Sin embargo, en nuestra sociedad actual, dominada por la especialización, la velocidad y el culto al éxito, el pensamiento crítico se reduce y crecen el dogmatismo y la superficialidad. Esto no solo nos hace más vulnerables a la manipulación, sino que alimenta el ascenso de ideologías populistas y xenófobas, como ya se vislumbra en el clima político europeo.
En mi opinión, es urgente recuperar una visión crítica del progreso. No podemos seguir pensando que lo nuevo y lo rápido es siempre mejor. El verdadero avance debe estar guiado por principios éticos claros, que nos recuerden que la tecnología es una herramienta al servicio del ser humano, no un fin en sí misma. Solo así podremos evitar que los avances científicos se conviertan en amenazas y garantizar un futuro en el que el progreso técnico vaya acompañado de progreso moral.
Hannah Arendt, una de las pensadoras políticas más influyentes del siglo XX, nos dejó un legado que sigue siendo indispensable para entender el presente. Nacida en 1906, de origen judío, vivió el exilio forzado por el nazismo y la pérdida de su ciudadanía, experiencia que marcó su compromiso con los derechos humanos y su crítica a los totalitarismos. Arendt defendió que el “derecho a tener derechos” es la base misma de la dignidad humana: sin él, los individuos se ven reducidos a meros cuerpos sin voz, a los que se les niega toda protección legal y moral.
Su pensamiento crítico, incómodo y lúcido, rechazaba cualquier tipo de ideología dogmática y abogaba por el amor hacia las personas concretas, no hacia abstracciones colectivas. Obras como Los orígenes del totalitarismo y Eichmann en Jerusalén revelaron cómo el antisemitismo, el imperialismo y la propaganda podían deshumanizar a las masas y transformar el mal en algo banal. Para Arendt, el desprecio por los hechos y el uso manipulador del lenguaje son las armas de los regímenes autoritarios y populistas, una advertencia que sigue resonando hoy.
En mi opinión, el pensamiento de Arendt es más necesario que nunca. Vivimos en un mundo saturado de propaganda, donde la manipulación de la información y la pasividad ciudadana son peligros reales. Su defensa radical del pensamiento crítico y del derecho a tener derechos nos recuerda que ser ciudadano implica no solo recibir derechos, sino también luchar por ellos. En tiempos de populismo, desinformación y autoritarismo disfrazado, Arendt nos enseña que la libertad no es un regalo, sino una conquista que empieza por el pensamiento y la acción comprometida. Recuperar su legado es un acto urgente de resistencia democrática.
El debate sobre la gestación por sustitución es uno de los más complejos y sensibles de nuestro tiempo. Si bien el deseo de muchas personas por formar una familia es comprensible y respetable, no podemos ignorar los dilemas éticos y legales que esta práctica conlleva. La llamada “gestación subrogada” o “vientres de alquiler” –términos que reflejan posturas enfrentadas– nos obliga a preguntarnos si estamos ante una oportunidad legítima o ante la mercantilización del cuerpo humano.
En muchos países europeos, incluyendo España, la gestación por sustitución está prohibida o regulada de forma muy restrictiva, precisamente para proteger la dignidad de la mujer gestante y garantizar el interés superior del menor. Aunque algunos defienden la versión altruista, argumentando que no hay explotación cuando hay consentimiento, lo cierto es que incluso esta modalidad puede ocultar desigualdades económicas y sociales. En un mundo globalizado, donde la pobreza puede convertir el cuerpo en un recurso económico, los riesgos son evidentes.
Como señalaba Rousseau, no podemos permitir que el deseo de algunos se imponga a la dignidad de otros. Formar una familia es un anhelo legítimo, pero no un derecho absoluto que pueda justificar cualquier medio. La gestación por sustitución debe ser, como mínimo, objeto de una regulación estricta que evite abusos, preserve la dignidad y proteja a todas las partes implicadas.
En mi opinión, la gestación por sustitución representa una forma encubierta de explotación del cuerpo femenino y una vulneración de derechos fundamentales. Aunque se disfrace de altruismo, en la práctica se corre el riesgo de convertir a las mujeres en meras incubadoras y a los niños en objetos de transacción. No podemos permitir que las desigualdades económicas globales se traduzcan en contratos que mercantilizan la vida y la maternidad. La dignidad humana debe ser un principio intocable, por encima de cualquier deseo individual. Por ello, la única vía ética es prohibir esta práctica y fortalecer los sistemas de adopción y apoyo a la maternidad, para garantizar que la familia sea siempre un proyecto basado en el respeto y el cuidado, no en el comercio.
La llegada de Donald Trump al poder supuso una sacudida para la política global y para el propio sistema democrático estadounidense. Sus estrategias agresivas, como la guerra comercial que emprendió sin medir las consecuencias, mostraron rápidamente su falta de habilidad política y su escasa empatía social. La realidad le obligó a recular para evitar el colapso económico, pero el daño ya estaba hecho: desconfianza, inestabilidad y una imagen de Estados Unidos como actor imprevisible y desestabilizador.
Trump, a través de un estilo marcado por la arrogancia y el narcisismo, ha demostrado desprecio por los principios democráticos básicos, debilitando la libertad de expresión, desacreditando a la prensa y erosionando la separación de poderes. Su discurso populista, cargado de xenofobia y promesas vacías, solo ha servido para dividir a la sociedad y fomentar el odio. La designación de personas inexpertas en puestos clave y la falta de ética en sus decisiones muestran claramente que su objetivo no es el bien común, sino la autopromoción y el poder personal.
En mi opinión, Trump no solo representa una amenaza para el orden político internacional, sino también para los valores democráticos fundamentales. Su estilo autoritario, disfrazado de populismo, nos recuerda los peligros que advertían intelectuales como Zweig o Andersen: cuando la verdad se distorsiona y el poder se vuelve arrogante, la democracia se desnuda. La lección es clara: debemos estar vigilantes y exigir responsabilidad para que el futuro no caiga en manos de líderes que manipulan y engañan sin escrúpulos.
Consideraciones Éticas en la Atención Sanitaria
TEMA 1: Tras la comisión nacional para la protección…establece la exigencia de dicha consideración. Agente moral autónomo… El consentimiento informado es un elemento central de este principio, asegurando que el paciente esté debidamente informado sobre los tratamientos y
procedimientos médicos, así como de sus riesgos y beneficios. El respeto al ejercicio de autonomía del paciente tiene numerosas implicaciones para el médico. Este principio además evita el riesgo del encarnizamiento terapéutico (utilización de aplicaciones innecesarias de tratamiento médico que prolonguen la vida en condiciones penosas). Es importante que haya una comunicación fluida y comprensible entre el paciente y el médico asegurando que las decisiones se toman de manera informada y esa autonomía sea respetada. Por último, el respeto a la confidencialidad y el secreto profesional son aspectos clave de la autonomía del paciente, protegiendo la privacidad y promoviendo un ambiente de confianza en la relación médico-paciente. DESTACAR QUE EL PRINCIPIO NO ES ABSOLUTO ni nada así, que tienen que tener unas capacidades para ser considerados autónomos, y que hay 3 grupos de px donde no se aplica este.
TEMA 3: De cara a los profesionales de la salud, su cuarto artículo dirigido hacia las obligaciones y normas de conducta, contiene que toda intervención asistencial relacionada con la investigación ha de contar con el respeto de las normas y de las obligaciones profesionales, donde cualquier intervención aplicada debe ser respaldada con la existencia de un consentimiento de carácter libre e informado, el cual puede revocarse, considerando a aquellas personas que no tengan capacidad para expresar dicho consentimiento, que en el caso de no poder obtenerlo, se aplicarán el principio de beneficencia y/o deseos expresados anteriormente (voluntades anticipada y/o testamento Vital) según exponen del quinto al noveno artículo del segundo capítulo.
Código Deontológico de Fisioterapia
El código deontológico de fisioterapia es un conjunto de principios éticos y normas que establecen las pautas de conducta y responsabilidad profesional para los fisioterapeutas. Este código tiene como objetivo principal garantizar la calidad de atención y promover el bienestar de los pacientes, así como mantener altos estándares de integridad y profesionalismo de la fisioterapia. Todo incumplimiento del Código constituye una falta disciplinaria sancionable según los Estatutos de cada Colegio.
El código sirve como una guía para los fisioterapeutas en su práctica diaria y les ayuda a tomar decisiones éticas y responsables en situaciones complejas o conflictivas. El código deontológico se subdivide en diferentes capítulos que abordan temas diversos, como la confidencialidad, competencia, autonomía del paciente, consentimiento informado, honestidad y veracidad, relaciones profesionales y responsabilidad social.
En el capítulo 1 hablan acerca del ámbito de aplicación (subjetivo, territorial y funcional), y en ella se presentan dos artículos. El código es un conjunto de reglas éticas que explican cómo tiene que actuar y qué conducta tiene que tener un fisioterapeuta colegiado, sociedades profesionales y entidades públicas o privadas, que ofrezcan servicios sanitarios de fisioterapia. La persona o institución que ejerza como fstp deberá conocer, respetar y cumplir las normas que se encuentren en el código (El desconocimiento de las normas no exime de su cumplimiento). Además los cargos respectivos de cualquier institución deberán seguir las indicaciones éticas previstas en el código. El segundo artículo del mismo capítulo dice que todo incumplimiento del Código constituye una falta disciplinaria sancionable según los Estatutos de cada Colegio.
Capítulo 2. Este capítulo aborda los principios generales del código deontológico. La Fisioterapia es una profesión autónoma y con identidad propia dentro del ámbito sanitario, constituyendo una parte relevante en la protección de la salud. El fisioterapeuta debe respetar la vida humana y proteger la dignidad y el cuidado de los pacientes y comunidad. Además no podrá tener ninguna discriminación por el nacimiento, género, raza, opinión, estado de salud u otras circunstancias sociales y tendrá que mostrarse más sensible a colectivos que sean más vulnerables por su estado de salud física, psíquica o social.
Su actuación debe basarse en prudencia, competencia profesional, cuidando la calidad técnica y humana, eficacia y eficiencia, y sustentarse siempre en la mejor evidencia científica disponible. El fisioterapeuta no puede negar asistencia por temor a contagio ni por ninguna otra circunstancia del paciente.
Además, tiene el deber y el derecho a la formación continua a lo largo de su carrera. No es deber del fisioterapeuta tratar a un paciente salvo por conflicto manifiesto, incapacidad, o por tratarse de un procedimiento fuera de su competencia, salvo en casos de urgencia.
Capítulo 3.
En este capítulo aborda temas sobre la relación entre el fisioterapeuta y el paciente teniendo diversos puntos a tratar: toda intervención fisioterapéutica debe basarse en el respeto, el entendimiento y la confianza mutua. El fisioterapeuta debe garantizar la continuidad del tratamiento salvo por causas justificadas mayores. El fstp se tiene que abstenerse de relaciones íntimas con pacientes, usuarios o alumnos. Cualquier acto que el fstp lo perciba como acoso será suficiente para suspender la asistencia. Tiene el deber de informar claramente al paciente sobre su identidad profesional, facilitar su derecho a cambiar de fisioterapeuta o centro, y garantizar que el entorno de atención respete su dignidad e intimidad. El fisioterapeuta debe ofrecer información completa y comprensible durante todas las fases del proceso terapéutico. Esta información debe ser verbal y, en casos de riesgo o técnicas invasivas, también por escrito, quedando constancia en la historia clínica. Esta información se procurará que se facilite directamente al paciente o a su representante legal y la información será suficiente y adecuada para que el paciente pueda adoptar decisiones responsables.
El paciente tiene derecho a rechazar información y a elegir entre las opciones terapéuticas disponibles, siendo responsabilidad del fisioterapeuta explicar claramente las consecuencias de sus decisiones. El fstp se quedará libre de llevar a cabo un acto fisioterapéutico, si entiende que no es el tto adecuado, debiendo dejar constancia en la historia clínica.
Si el paciente no está en condiciones de entender la información, el fstp deberá informar a la persona vinculada (familiar o tutor legal) y si el paciente se declara en limitaciones de la capacidad judicial, el fstp tiene que informar a su representante legal. Si la persona es menor de 16 años la toma de decisiones dependerá de su edad y de su grado de madurez, y el fstp tendrá que recabar información sobre el menor y la autorización del representante legal. Al hablar del consentimiento informado, este será la expresión máxima de autonomía del paciente, teniendo íntima relación con la información que se le ha facilitado por parte del fstp. Si se realiza un acto fisioterapéutico se necesitará el consentimiento del paciente o de sus representantes legales. Este consentimiento se manifiesta preferiblemente escrito y si es de forma verbal tendrá que haber constancia en la historia clínica.