Pensamiento de Karl Marx: De la Alienación a la Revolución Social
El Problema del Ser Humano
El punto de partida de la filosofía marxista es la situación en la que se encuentra el trabajador en la economía capitalista. En ella, el proletariado, carente de medios para autoabastecerse, depende de sus superiores para subsistir, lo que resulta en una privación total de su libertad y desarrollo.
Marx denomina alienación al proceso por el cual el ser humano pierde su esencia y se convierte en una mera cosa. Identifica tres tipos principales de alienación:
Alienación Económica
Se refiere a la apropiación por parte de la burguesía de los frutos que el trabajador proletario obtiene de su única fuerza: el trabajo.
Alienación Política
Se manifiesta cuando, en una sociedad capitalista, los derechos son meramente formales, pero la realidad es que no existe una verdadera igualdad ante la ley.
Alienación Religiosa
Se produce cuando los trabajadores se refugian en una realidad paralela para evadir la cruda realidad y escapar de la miseria. Como Marx afirmó: “La religión es el opio del pueblo”.
Marx, por tanto, defiende la filosofía como una herramienta de acción para liberar al ser humano de cualquiera de estas alienaciones. A esta acción, Marx la denomina praxis revolucionaria.
Todas las alienaciones (política y religiosa) provienen de la alienación fundamental: la del trabajo, ya que este es la esencia misma del ser humano, caracterizado por su capacidad de producir sus propios medios de subsistencia mediante su trabajo. Sin embargo, el sistema capitalista separa al trabajador de los frutos de su labor, entregando la mayor parte de estos a quien lo emplea. Así, el trabajo se convierte en una actividad alienante.
El Problema de la Realidad, Conocimiento y Sociedad
El auténtico conocimiento para Marx es la praxis, es decir, la actividad que transita de la teoría a la práctica, de la cual se deriva el verdadero conocimiento y la transformación de la realidad. Implica aplicar el entendimiento de la realidad, concebido en la mente, para transformarlo en algo empírico. Solo entonces se puede verificar o refutar la validez de lo concebido. Por consiguiente, toda teoría se considera falsa si no se materializa en la práctica.
La realidad para Marx no es más que la relación entre ser humano y naturaleza, es decir, la sociedad, que será estudiada a través del Materialismo Histórico.
Toda sociedad, según Marx, tiene una estructura básica y definida, compuesta por la infraestructura, que representa el modo en que se organiza la producción material, y por otro, la superestructura, que comprende el conjunto de leyes, ideas y culturas que emanan de dicha producción material.
La superestructura es un resultado directo de la infraestructura y siempre irá ligada a ella.
Marx no niega que la base económica pueda cambiar; es más, sostiene que si surgen contradicciones que lleven a la sociedad a una crisis, estas bases deben transformarse. Estas condiciones pueden ser tanto objetivas como subjetivas.
De hecho, frente a la toma de conciencia de estas injusticias sociales, la superestructura genera un mecanismo de defensa denominado Ideología, mediante el cual se retroalimenta y autoconvence de una falsa conciencia, justificada por ideas que perpetúan la realidad tal como es, sea justa o injusta. De esta manera, la transformación social se ve impedida, ya que la conciencia crítica no emerge. Aquí es donde las ideologías religiosas juegan un papel crucial, ofreciendo al individuo un consuelo frente a las injusticias y manteniéndolo en una farsa, impidiéndole buscar la transformación del mundo real.
Por ello, Marx aboga por la filosofía como una herramienta para la toma de conciencia y la acción social, con el fin de superar el sistema capitalista, permitiendo al ser humano desarrollar libremente su praxis y, por ende, alcanzar una existencia digna y plena.
La sociedad capitalista se divide en clases; las dos principales son la burguesía y el proletariado.
Históricamente siempre ha existido una lucha de clases, y cada transformación del sistema social emana de un cambio en las relaciones de clase. El objetivo del marxismo es abolir la clase opresora, la burguesía, para establecer una sociedad sin clases.
Mientras la burguesía posee la propiedad privada y los medios de producción, el proletariado solo posee su fuerza de trabajo, la cual vende a un precio ínfimo para subsistir. Es decir, el salario no retribuye el valor total del trabajo, sino únicamente la cantidad mínima necesaria para la reproducción de la fuerza laboral del trabajador.
Marx concluye que la superación del capitalismo es inevitable mediante una revolución para llegar a una sociedad sin clases. Para que esta revolución se concrete, el proletariado debe adquirir conciencia de su propia alienación y, en consecuencia, actuar.