Fue la lectura de H la que hizo despertar a K del sueño dogmático de la razón, que consistía en confiar ciegamente en las facultades racionales sin someterlas a examen para analizar su valor y alcance y sus propios límites. A partir de ahí, K se enfrenta a las 2 grandes corrientes de la filosofía moderna: el racionalismo y el empirismo, sintetizándolas y al mismo tiempo superándolas. Coincide con el racionalismo en que el entendimiento es activo y puede producir espontáneamente conceptos sin derivarlos de la experiencia. No comparte la idea empirista de que nada hay en el entendimiento que no haya pasado antes por los sentidos. No todos los elementos que intervienen en el conocimiento tienen su origen en la experiencia. A tales elementos los denomina elementos a priori y son puestos por el sujeto. También mantiene del racionalismo la creencia en la posibilidad de un conocimiento estricto, un conocimiento universal y necesario sobre la realidad, aunque reducido al ámbito de lo fenoménico. Influenciado por Hume, Kant llega a la conclusión de que estos conceptos solo son fuente de conocimiento cuando se aplican a la experiencia sensible. Esta es el límite infranqueable del conocimiento humano, por lo que no se puede conocer más allá de ella. Al mismo tiempo de la experiencia solo pueden obtenerse conocimientos particulares y contingentes. Según K solo podemos conocer fenómenos. Lo que existe más allá del ámbito fenoménico, esto es, del ámbito que podemos obtener + experiencia, queda fuera de nuestro alcance. A ese ámbito que quedaría más allá de nuestra experiencia, K lo denomina ‘noumeno’. A la hora de explicar el fenómeno del conocimiento según K, es necesario tener en cuenta 2 factores: la experiencia y los elementos a priori que proceden del propio sujeto de conocimiento. Aunque todo conocimiento empieza con la experiencia, no todo conocimiento procede de la experiencia, de lo contrario no obtendríamos nunca conocimientos universales y seguros. Es necesaria la presencia de los elementos a priori de la razón para garantizar un conocimiento necesario y firme. Para determinar cuáles son estos elementos a priori hay que llevar a cabo un examen crítico de la capacidad y de los límites de la razón humana. Esto es lo que se propone K con su filosofía.

El problema de la metafísica como ciencia. Juicios analíticos y juicios sintéticos:

En su Crítica de la razón pura K se propone averiguar si es posible la metafísica como ciencia, es decir si podemos obtener un conocimiento riguroso sobre realidades tales como Dios, la inmortalidad del alma o la libertad. A K le llama la atención que la ciencia progresa, mientras que en la metafísica se siguen debatiendo las mismas cuestiones desde el inicio de la filosofía. Antes de abordar la cuestión de si es posible la metafísica como ciencia, parece sensato determinar las condiciones que hacen posible la ciencia, para después valorar si pueden o no aplicarse estas condiciones a la metafísica. Toda ciencia está compuesta de un conjunto de juicios. Un juicio es una proposición, un enunciado que puede ser declarado verdadero o falso. K comienza distinguiendo los diversos tipos de juicios que podemos encontrar en nuestro pensamiento. K distingue distintos tipos de juicios según 2 criterios: según la relación entre el sujeto y el predicado los juicios pueden ser: juicios analíticos en ellos el predicado está incluido en el sujeto, por tanto basta analizar el sujeto para comprender que el predicado le conviene necesariamente. Por esa razón, estos juicios no amplían nuestro conocimiento. Juicios sintéticos: en ellos el predicado no está incluido en el sujeto, por lo que sí amplían nuestro conocimiento, aportando información nueva. Por el modo en el que se conoce su verdad, los juicios pueden ser a priori: es aquel en el que su verdad se conoce con independencia de la experiencia. Juicios a posteriori: es aquel cuya verdad es conocida a partir de la experiencia. Los juicios a priori son universales y necesarios, no admiten excepción. Por el contrario los juicios a posteriori no son universales y necesarios. K está de acuerdo con Hume en que la experiencia no muestra una conexión necesaria, únicamente nos informa de que las cosas han sucedido de una determinada manera, pero no que vayan a seguir comportándose de la misma manera en el futuro. Tendríamos por un lado los juicios analíticos a priori universales y necesarios pero que no amplían nuestro conocimiento y los juicios sintéticos a posteriori que sí amplían nuestro conocimiento pero en los que no podemos fundamentar ninguna seguridad. La conclusión inevitable del planteamiento humeano es el escepticismo: solo podemos estar seguros de aquellas verdades que no aumentan nuestro conocimiento, por tanto la ciencia sería imposible. Sin embargo K afirma que existe un tercer tipo de juicio, que está fundamentado en la experiencia y amplía nuestro conocimiento del mundo, es universalmente válido y no admite excepción alguna. Son los juicios sintéticos a priori. Según K los juicios sintéticos a priori son los juicios propios de la ciencia. Todas las disciplinas científicas se han constituido como tales precisamente porque disponen de este tipo de juicios. Para K la cuestión clave es si en la metafísica son posibles juicios de este tipo y en consecuencia esta rama de la filosofía podrá convertirse alguna vez en una ciencia.