La Guerra Civil Española: Orígenes, Fases Clave y Consolidación del Franquismo
El Comienzo de la Guerra y la Ayuda Extranjera
A. Causas del Conflicto
Al terminar la Guerra Civil, Manuel Azaña concluyó que fueron dos las causas de la misma y de su derrota:
- La situación internacional en la que se inicia la militarización.
- La historia política y la estructura social de España que generaron dos Españas opuestas: una demandaba modernización y cambios, mientras que la otra mantuvo una mentalidad arcaica y se resistía a los cambios.
La causa principal de la sublevación fue la oposición de las clases más conservadoras a las diversas reformas de los gobiernos republicanos de izquierda. Para los defensores del pronunciamiento, estas reformas pretendían destruir las instituciones tradicionales que permitían los desmanes y actuaban contra la unidad de España. De esta forma, trataron de justificar el alzamiento militar para evitar la revolución social y restablecer el orden, la autoridad y las buenas costumbres. Para los defensores del Gobierno Republicano, la guerra fue provocada por unos militares que no aceptaban una República democrática y las reformas sociales del Frente Popular, y deseaban aproximarse a los modelos fascistas de Italia y Alemania para recuperar sus privilegios y su poder.
Ambas posturas coinciden al señalar que las causas profundas de la Guerra Civil fueron el resultado final de una serie de fracasos:
- Fracaso de una sociedad que no supo o no quiso asimilar pacíficamente los cambios propios de un sistema democrático. Los sucesivos enfrentamientos aumentaron la violencia y el revanchismo frente al adversario.
- Fracaso de la idea de reformar un sistema socioeconómico antiguo e injusto.
- Fracaso de los partidos políticos: los partidos gobernantes no respetaban las ideas del contrario y trataban de imponer las propias; por otra parte, los partidos de la oposición conspiraban o se rebelaban y se radicalizaban las posturas.
- Doble fracaso de los militares golpistas y del Gobierno legal de la República.
B. La Conspiración y la Sublevación
Paul Preston, en su biografía de Franco, resume así las causas próximas del conflicto en 1936: la razón fundamental de la conspiración era el temor de las clases medias y altas ante la amenaza de que una oleada implacable de violencia atea y comunista barriese la sociedad y la Iglesia.
Durante mucho tiempo se ha afirmado que “la chispa” que hizo estallar la guerra fueron los asesinatos del teniente socialista de la Guardia de Asalto por los falangistas y, como represalia, del líder derechista del Bloque Nacional, Calvo Sotelo. Gil Robles llegó a afirmar que no creía que el Gobierno del Frente Popular tuviese nada que ver directamente en el asesinato de Calvo Sotelo, pero opinaba que el Gobierno era responsable moral y político por no controlar a las fuerzas del orden bajo su mando. El político monárquico Goicoechea hizo, ante el cadáver de Calvo Sotelo, un claro llamamiento a la Guerra Civil.
Los militares conspiradores decidieron que este asesinato era la señal y que el momento había llegado: la tarde del día 17 de julio de 1936, el teniente coronel Yagüe inició la sublevación en la guarnición de Melilla, adoptando el pomposo nombre de “Glorioso Alzamiento Nacional”. Se justificó indicando que se había hecho para “salvar a España”. Por su parte, la Iglesia española convirtió la sublevación en una “cruzada de liberación”.
Mola planteó la sublevación de los comandantes militares de todas las provincias. Él se dirigiría desde el norte de Madrid. Por su parte, los sublevados en Valencia lanzarían dos columnas con dirección a Madrid y Barcelona. La sublevación triunfó en amplias zonas de la España rural y en ciudades tan importantes como Sevilla, Córdoba, Granada y Zaragoza, pero fracasó en el resto de la península y Menorca. Al norte de España, toda la franja cantábrica quedó aislada por los rebeldes, al permanecer fiel a la República. El Gobierno de la República se mantuvo en las grandes ciudades y regiones industriales. Para mantener sus estatutos de autonomía, los gobiernos del País Vasco y Cataluña apoyaron sin reservas a la República.
En Barcelona, el general Goded se puso al frente de los sublevados, siendo derrotado gracias al apoyo de la Guardia Civil y el pueblo armado. Lo mismo ocurrió en otras grandes ciudades como Valencia. En Madrid fracasó el intento del general Fanjul, que se encontró cercado en el Cuartel de la Montaña por milicianos, armados por el Gobierno y arengados por La Pasionaria. Así, una sublevación premeditada se convirtió en una guerra civil impremeditada.
En cuanto a la población civil, aunque hay muchas excepciones, las clases altas, medias y el campesinado medio se manifestaron a favor de los sublevados; los jornaleros del campo y obreros de la ciudad fueron el soporte y defensa de la República. Sin embargo, para muchísimos españoles, unirse a uno u otro bando fue una cuestión meramente geográfica. Una mayoría silenciosa y apolítica de la población tuvo que ocultar su ideología si en su pueblo o ciudad había triunfado el bando rival. Solo una minoría se trasladó al territorio que defendía sus ideas.
C. Las Fuerzas Militares de los Dos Bandos
De los 18 generales de división, solo cuatro se sublevaron. Sin embargo, la mayor parte de los oficiales y los soldados mejor adiestrados y disciplinados acataron las órdenes del general Franco. Frente a este ejército profesional, la República tuvo que improvisar un nuevo ejército: hizo volver a los desertores, legalizó las milicias populares armadas y nombró oficiales a líderes sindicales. En septiembre de 1936 se incorporaron las Brigadas Internacionales.
Las Milicias Populares surgieron como reacción popular contra la sublevación militar. Tanto en las ciudades como en los núcleos rurales, estas milicias armadas provocaron una “revolución espontánea”. Los Comités de Obreros y Milicianos sustituyeron a alcaldes y gobernadores civiles y se hicieron con todo el poder.
D. La Ayuda Extranjera: La Farsa de la “No Intervención”
El golpe militar podría haber sido abortado si Franco no hubiese pasado el estrecho de Gibraltar con sus soldados. Franco se encontró aislado en Marruecos, pues la flota permaneció fiel a la República y no tenía barcos para pasar, pero con aviones alemanes e italianos pudo trasladar sus tropas desde África a Jerez y Sevilla. Según Gabriel Cardona, “en 1936 no había en España municiones suficientes para un día de combate”. Por ello, cuando la sublevación se convierte en guerra, ambos bandos tuvieron que recurrir a la compra de armas.
Al iniciarse el conflicto, el bando republicano parecía estar en ventaja. Los recursos financieros quedaron en manos de la República y sirvieron para financiar la compra de armamento a la URSS. Del lado de la República habían quedado la mayor parte de las zonas mineras e industriales y con mayor población que alimentar. En la España rebelde, la población y la industria eran menores, pero los recursos agrícolas eran mayores. Por ello, al prolongarse la guerra, el factor decisivo fue la cantidad y calidad de la ayuda recibida por cada bando.
Mientras que los envíos de Alemania e Italia a Franco fueron cuantiosos y continuados, se creó en Londres un Comité de No Intervención del que formaban parte 27 países que se comprometían, en teoría, a no ayudar a ninguno de los dos bandos. La no intervención fue una farsa. La ayuda extranjera a los dos bandos solo sirvió para prolongar la agonía: sin la masiva ayuda extranjera, la guerra no hubiese durado más de medio año por la escasez de material militar y de repuestos en los dos bandos.
La procedencia y el material recibido: a las tropas franquistas les enviaron toda clase de ayuda los Estados Fascistas, mientras que la principal ayuda para los republicanos procedió de la URSS y, en ocasiones, de México. Las formas de pago: los nacionales primero recibieron armamento y soldados de Mussolini, Hitler o Salazar y posteriormente se decidió cómo pagarlo. El ejército republicano debía pagar en oro o en divisas por adelantado las compras efectuadas, sin poder comprobar el buen estado del armamento y sin poder reclamar en caso de que los envíos no llegaran.
Revolución en la España Republicana
A. Revolución Social y Represión Popular
Todo lo sucedido en la España republicana durante la Guerra Civil estuvo mediatizado por la revolución social espontánea protagonizada por los milicianos y los trabajadores.
Durante el gobierno de Giral, la rebelión de los militares desencadenó en la zona republicana una rápida disminución del poder político, tanto del Gobierno central como del de la Generalitat catalana, y el comienzo de una auténtica revolución social, con mujeres y sindicatos como protagonistas, que sustituyeron la propiedad privada por la colectiva. Los anarquistas y el POUM fueron los impulsores de la revolución en Cataluña. En los campos proliferaron las ocupaciones de tierras, organizándose colectivizaciones, democráticamente elegidas entre ellos. La actuación del Gobierno se limitaba a legalizar las ocupaciones realizadas por los sindicatos y entregarles las armas. También se nacionalizaron los negocios e industrias de los partidarios de la rebelión militar, se estableció un estricto control del Estado sobre los bancos y la nacionalización de empresas eléctricas, ferroviarias y de CAMPSA, y se expropiaron las fincas rústicas abandonadas por sus propietarios.
Un segundo aspecto a analizar en la zona republicana en este año 1936 es el terror ante el avance de las tropas franquistas y el elevado número de persecuciones, saqueos, incendios y asesinatos de los que eran tachados de fascistas. Las cárceles se llenaron de ellos y el Gobierno fue incapaz de evitar la represión ejecutada por las masas incontroladas en la calle o por milicianos en sus puestos.
B. El Gobierno de Largo Caballero: PSOE, PCE y CNT
En septiembre de 1936, la presencia de los rebeldes a las puertas de Madrid hizo necesario crear un gobierno de concentración. Azaña llamó a formar gobierno al socialista Largo Caballero. El problema que no pudo resolver Largo Caballero fue el hacer compatible el afán de orden y disciplina del PCE para ganar la guerra con el deseo de los anarquistas de más revolución y más colectivizaciones.
El asedio de Madrid por las tropas franquistas obligó al Gobierno a instalarse en Valencia y llevar allí las reservas de oro del Banco de España, que posteriormente serían enviadas a Rusia como pago de su ayuda. Su esfuerzo se dirigió a la militarización de las milicias e integrarlas junto a las Brigadas Internacionales (las Brigadas Mixtas). El papel fundamental en esta reorganización lo tuvo el PCE, cuyo famoso Quinto Regimiento fue la columna vertebral del nuevo ejército. Su prestigio y poder crecían día a día, pues estaba claro que la única potencia extranjera que apoyaba a la República era la URSS.
El Gobierno tuvo problemas a la hora de militarizar, uniformar y obligar a la instrucción a las milicias anarquistas, a las que horrorizaba la disciplina. Los socialistas de Prieto y los comunistas pensaban que si no se ganaba la guerra se perderían todos los logros de la República. El Gobierno debía acabar con las incautaciones de empresas y fábricas y nacionalizar solo las industrias básicas para la producción de guerra. La defensa de esta postura les llevó a oponerse a la revolución perseguida por los anarquistas y a enfrentarse con ellos, mientras Largo Caballero veía disminuir su poder de decisión entre las dos posturas enfrentadas, la URSS y el PCE.
C. Los Sucesos de Mayo de 1937 y el Gobierno de Negrín
La presión comunista y de los socialistas moderados, y los reveses de la guerra, obligaron a dimitir a Largo Caballero. Sería nuevo presidente del Gobierno el socialista Juan Negrín, que eliminó del Gobierno a los anarquistas y a los socialistas de la UGT, lo que llevó a la destitución de Largo Caballero. En un principio, Indalecio Prieto formó parte del Gobierno y se establecieron tres objetivos:
- Continuar fortaleciendo el poder y centralización del Estado.
- Estructurar el Ejército.
- Potenciar las relaciones internacionales para lograr apoyos de las potencias occidentales que ya percibían las ambiciones militares de Hitler.
Respecto a la guerra, Negrín consideró que era vital resistir a toda costa y ganar tiempo, pues estaba claro que una nueva guerra mundial se avecinaba y las potencias democráticas ayudarían y salvarían a la República. La influencia de los comunistas en el Gobierno creció por dos motivos:
- El gran apoyo que a este partido le prestaba la URSS y el Gobierno francés del Frente Popular.
- El control que ejercía sobre los mandos militares y la policía secreta.
El PCE se convirtió en el primer partido de la República y los agentes soviéticos protagonizaron la persecución de los antiestalinistas. Antes y después de la Batalla del Ebro, Negrín hizo dos propuestas de paz que fueron rechazadas por el Gobierno franquista, quien terminó con la resistencia republicana en el Ebro. El 25 de febrero, cuando la guerra estaba ya perdida, el Gobierno, que se encontraba en Valencia, se trasladó a Elda. El 6 de marzo de 1939 salieron de España en avión camino del exilio, y lo mismo intentaron muchos republicanos desde el puerto de Alicante. El ejército y la población, sin municiones, sin gasolina y sin alimentos, solo tenían dos salidas: la emigración en masa o aceptar la derrota y concluir la guerra, y así sucedió el 1 de abril de 1939.
La Dictadura en la España del “Generalísimo” Franco
A. Hacia una Dictadura Militar
Tras el fracaso de la sublevación y la muerte en accidente de aviación del general Sanjurjo, se constituyó en Burgos una Junta de Defensa Nacional integrada por los generales alzados contra la República y presidida por el general de mayor edad. Esta dirección colegiada se mantuvo hasta el 29 de septiembre de 1936, fecha en que Francisco Franco es designado Jefe del Gobierno, del Estado y Generalísimo de los Ejércitos por dos razones:
- Estaba al mando del ejército de África, el más capacitado de entonces.
- Su cuñado había logrado que Hitler y Mussolini le concedieran ayuda militar a los sublevados.
Franco instaló la capital del nuevo Estado en Salamanca, siendo trasladada después a Burgos, donde se inició un régimen de mando único y de partido único. Tres pilares fundamentales del nuevo régimen fueron:
- El ejército recuperó el protagonismo que la República le había arrebatado y en el cual dominaban los africanistas; un ejército fuerte que debía obediencia ciega al Caudillo.
- La Iglesia recuperó las propiedades y privilegios que la República le había recortado. En compensación, la Iglesia bendijo la rebelión militar, que fue bautizada como “cruzada de Liberación Nacional” y el general Franco denominado “Caudillo de España por la Gracia de Dios”.
- Falange Española proporcionó una base ideológica fascista y una organización estructurada que Franco se apropió.
B. La Contrarrevolución Franquista
Todas las reformas y la legislación sociolaboral de la República fueron rápidamente modificadas: se prohibieron los partidos y sindicatos; se estableció la censura, aboliéndose la libertad de expresión; se eliminó la reforma agraria y se devolvieron las propiedades a sus antiguos dueños; se despidió de sus puestos de trabajo a los funcionarios sospechosos de simpatizar con la República; se prohibió el divorcio, el matrimonio civil y la educación mixta; se hizo obligatoria la enseñanza religiosa; la Iglesia recuperó la administración de los cementerios y adquirió de nuevo una enorme importancia.
En abril de 1937, mediante el Decreto de Unificación y para afianzar su caudillaje, Franco obligó a la fusión de los carlistas con la Falange Española Tradicionalista y de las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista (JONS), cuya jefatura como Jefe Nacional del Movimiento asumió, reuniendo así en sus manos todos los poderes políticos y militares. A partir de entonces, este Movimiento Nacional sería el único partido político admitido. Ideológicamente se apoyaría en las ideas fascistas de la Falange y en el conservadurismo católico carlista. Poseer el carné de Falange garantizaba la fidelidad al Régimen; por otro lado, para acceder a cualquier puesto de trabajo en la administración municipal o nacional era imprescindible su posesión.
Al año siguiente, 1938, se promulgó el Fuero del Trabajo, en el que se plasmaban los ideales laborales paternalistas y disciplinados de Primo de Rivera (hijo): España sería un Estado Nacional Sindicalista, cuyas tres células básicas eran la familia, el municipio y el sindicato vertical. Cuando ya estaba clara su victoria, Franco publicó la Ley de Responsabilidades Políticas, por la cual se podría encarcelar o fusilar a aquellos republicanos considerados responsables del delito de subversión o de oponerse al Movimiento Nacional.