Los Borbones en España

a) Felipe V “el Animoso” (1700-1746)

La Guerra de Sucesión Española (1701-1713): Al ser elegido Felipe de Anjou, los Borbones ganaban influencia en Europa. La actuación de Luis XIV como si España fuera suya facilitó la constitución en 1701 de la Gran Alianza de La Haya, integrada por Inglaterra, Holanda, Austria y otros pequeños estados. El objetivo de los aliados era expulsar a Felipe de Borbón de España y proclamar rey a Carlos de Austria. Se luchó en varios frentes; en los tres primeros, las derrotas borbónicas se sucedieron una tras otra. En España, la situación para Felipe V se complicó cuando los territorios de la Corona de Aragón decidieron aclamar al archiduque Carlos como rey y la guerra exterior se convirtió en civil. En 1704, los ingleses se apropiaron del Peñón de Gibraltar. La causa de Felipe V parecía perdida, pero la fidelidad del pueblo castellano lo mantuvo en el trono. En 1707, tuvo lugar la decisiva Batalla de Almansa, cuya victoria permitió a los borbónicos recuperar Valencia. La situación volvió a complicarse en 1710, cuando Carlos entró de nuevo en Madrid. Los Tratados de Utrecht (1713) y Rastatt (1714) pusieron fin al conflicto y significaron el fin del Imperio español en Europa. Felipe V fue reconocido como rey de España y las Indias. En España, en medio de la indiferencia de las potencias, un ejército franco-español llevó a Barcelona hasta su rendición el 11 de septiembre de 1714. Los Decretos de Nueva Planta son una consecuencia de la Guerra de Sucesión a la Corona Española.

Felipe V aprovechó para abolir la legislación y el sistema político de estos territorios, lo que se conoce como Decretos de Nueva Planta (Valencia y Aragón en 1707, Mallorca en 1715 y Cataluña en 1716). Felipe V contrajo su primer matrimonio con María Luisa de Saboya. Tras enviudar, contrajo matrimonio con Isabel de Farnesio.

Los Pactos de Familia: En 1733 estalló la Guerra de Sucesión de Polonia. España y Francia lucharon unidas contra Austria, firmando el Primer Pacto de Familia (1733). Al finalizar la guerra, el infante Carlos se convirtió en rey de Nápoles y Sicilia. En 1740 estalló la Guerra de Sucesión de Austria y con ello se firmó el Segundo Pacto de Familia (1743). La guerra finalizó en 1748 y el infante Felipe fue reconocido duque de Parma.

b) Fernando VI “el Prudente” o “el Justo” (1746-1759)

En 1724, Felipe V abdicó en su hijo Luis I, quien falleció de viruela a los pocos meses. Tras su muerte, le sucedió Fernando VI, casado con Bárbara de Braganza. Su reinado estuvo marcado por la labor de su ministro, el Marqués de la Ensenada, quien impulsó importantes reformas interiores. Quiso aplicar una reforma fiscal, introduciendo un nuevo y único impuesto proporcional a la riqueza, llamado Catastro de Ensenada (1749), un censo de la riqueza de cada contribuyente, pero su aplicación fue impedida. Durante su mandato, se persiguió al pueblo gitano y se firmó en Roma el Concordato de 1753. Fernando VI y la reina eran de talante pacífico, por lo que cuando estalló la Guerra de los Siete Años (1756-1763), España se mantuvo neutral. Fue un conflicto muy importante que decidía el fortalecimiento colonial de uno u otro país, pero España no participó en él. En 1758 falleció Bárbara y Fernando VI en agosto de 1759.

c) Carlos III “el Político” o “el Mejor Alcalde de Madrid” (1759-1788)

Al fallecer Fernando VI, le sucedió Carlos III, quien era rey en Nápoles. Dejó a uno de sus hijos a cargo y regresó a España, donde impulsó múltiples reformas y fue considerado un ejemplo del despotismo ilustrado y un rey “decente”.

La política exterior

Seguía abierta la Guerra de los Siete Años. Gran Bretaña venía derrotando a Francia. España, sin embargo, decidió incorporarse a ella firmando con Francia el Tercer Pacto de Familia (1761). Se buscó la recuperación de Gibraltar y Menorca, pero no se logró. Se firmó la Paz de París en 1763, muy favorable a Gran Bretaña. Francia perdió Canadá y las posesiones de la India. España, por su parte, cedió Florida a Gran Bretaña, aunque Francia le entregó Luisiana como compensación. En 1776 estalló la Guerra de Independencia de las Trece Colonias Norteamericanas. Finalizó con la derrota británica, firmándose la Paz de Versalles en 1783. España, a su vez, recuperó Florida y la isla de Menorca.

La política interior

Motín de Esquilache

Cuando Carlos III se convirtió en rey de España, trajo consigo a ministros italianos, entre ellos a Esquilache, quien protagonizó un amplio programa de reformas, incluyendo urbanísticas y la libertad de comercio de granos. En Madrid, introdujo la medida de cambiar la forma de vestir (sombreros anchos y capas largas), lo que provocó la rebelión del pueblo madrileño. El monarca dio marcha atrás, destituyendo a Esquilache. A Carlos III le impresionó el motín. Se pensaba que no había sido espontáneo, por lo que se investigó y se llegó a la conclusión de que los instigadores de la revuelta habían sido los jesuitas. Carlos III hizo todo lo posible por igualar a Madrid con el resto de capitales europeas, por lo que fue apodado “el Mejor Alcalde de Madrid”.

Conde de Aranda

Se convirtió en el gobernante más influyente. Se tomaron medidas de repoblación de territorios despoblados. Se fundaron unas veinte poblaciones, estableciéndose la capitalidad en La Carolina.

Conde de Floridablanca

A partir de 1776 y hasta el final del reinado, la figura al frente del gobierno fue el Conde de Floridablanca. Al ampliar sus gastos, el gobierno decidió emitir deuda pública, cuyas consecuencias sobre la economía española fueron nefastas. Para asegurar esta operación, se creó en 1782 el Banco de San Carlos, encargado de abonar los intereses de los vales y su amortización. Para activar el comercio exterior, durante esta etapa se desarrollaron las Sociedades Económicas de Amigos del País, que animaban al desarrollo de reformas en la agricultura, la industria y el comercio. Carlos III murió el 14 de diciembre de 1788, tras 29 años de reinado.

La Crisis de 1808 y la Guerra de Independencia

1. La Crisis de 1808

Momento delicado para la Península Ibérica. Desde noviembre de 1792, Manuel Godoy acaparaba un poder sin límites, artífice de una política de aproximación a Francia a través de diversos tratados que tendrían nefastas consecuencias, entre otras, el enfrentamiento con Inglaterra, enemigo irreconciliable de Napoleón (recordemos la derrota de la flota hispanofrancesa en Trafalgar en 1805).

  1. Motín de Aranjuez y la caída de Godoy

    Napoleón decidió quitarse la “espina inglesa” a través del Decreto de Bloqueo Continental (noviembre de 1806), que prohibía todo comercio del continente europeo con Inglaterra, buscando así provocar la ruina de la industria inglesa y llevar el país a la miseria. Para hacer efectivo el bloqueo en Portugal, Napoleón firmó con España el Tratado de Fontainebleau (octubre de 1807), que autorizaba al ejército francés a atravesar España camino de Portugal, además de un tratado secreto de partición de Portugal: una parte para Francia, otra para España y la tercera para un principado personal para Godoy. Las tropas francesas acabaron con la resistencia portuguesa. La situación interior de España era favorable a los planes de Napoleón. Se preparó un golpe, el Motín de Aranjuez, entre el 17 y 19 de marzo de 1808, que provocó la caída de Godoy, mientras Carlos IV abdicaba en su hijo Fernando.

  2. Las Abdicaciones de Bayona

    La caída de Godoy y de Carlos IV, con la elevación al trono de Fernando VII, agravaron la crisis de la monarquía borbónica española. Esto favoreció los planes de Napoleón, quien logró atraer a la familia real a Bayona. Allí obtuvo las abdicaciones de los monarcas Carlos IV y Fernando VII. Napoleón entregó el reino de España a su hermano José I Bonaparte, lo que dio inicio a la Guerra de Independencia (1808-1813), comenzada con el levantamiento del pueblo de Madrid el 2 de mayo de 1808.

  3. El levantamiento contra los franceses

    El 2 de mayo de 1808, en Madrid, surgió un choque contra el ejército francés debido a su conducta. Los militares tenían la orden de no intervenir contra los franceses, pero los capitanes Luis Daoíz y Pedro Velarde desobedecieron las órdenes y se unieron a la rebelión. El ejército francés, al mando del general Murat, con 30.000 hombres, reprimió el levantamiento popular. Frente a la actitud de la Junta de Gobierno, que Fernando VII había dejado antes de dirigirse a Bayona, y que abogaba por colaborar con las tropas francesas, la reacción popular fue distinta. La renuncia de Fernando VII “el Deseado” se interpretó como impuesta por la fuerza. La rebelión se extendió por todas las ciudades del país.

  4. Poder oficial y poder popular. La monarquía de José I Bonaparte

    Mientras algunos recibieron al nuevo rey José I Bonaparte, Napoleón quiso presentarse como regenerador del pueblo español. Para dar fuerza a su proyecto, convocó en Bayona a eclesiásticos, nobles y militares para elaborar una constitución que nunca estuvo vigente y que desembocó en la aprobación del Estatuto de Bayona, en realidad una carta otorgada. El nuevo rey llegó a Madrid en julio de 1808. Fue un monarca impopular, cuya personalidad se alejaba de la imagen que sobre él dieron los españoles (“Pepe Botella”). Contó con el apoyo de viejos ilustrados, los “afrancesados”. Más tarde, para organizar la resistencia y dar un gobierno central al país, se constituyó una Junta Suprema Central. Primero residió en Aranjuez, luego se retiró a Sevilla y por último a Cádiz, donde terminó disolviéndose (enero de 1810), pasando el poder a un Consejo de Regencia.

La Guerra de la Independencia Española (1808-1813)

  1. La primera fase: los éxitos iniciales (junio-noviembre de 1808)

    Tuvo lugar entre los meses de junio y noviembre de 1808. Tras el fracaso del levantamiento de Madrid, los soldados franceses se centraron en los alzamientos urbanos que se habían extendido por las ciudades más importantes. Tuvo lugar el primer Sitio de Zaragoza. El hecho más destacado de esta primera fase de la guerra fue la Batalla de Bailén (Jaén), donde un ejército francés dirigido por el general Dupont fue derrotado el 19 de julio por un ejército español comandado por el general Castaños. La derrota de Bailén tuvo una doble repercusión: por primera vez era derrotado un ejército napoleónico. Como consecuencia, José I abandonó Madrid y las tropas francesas se retiraron al norte del Ebro. Para vengar esta derrota, Napoleón decidió entrar personalmente en España, al frente de un poderoso ejército: la Grande Armée.

  2. La segunda fase: el apogeo francés (noviembre de 1808-primavera de 1812)

    Fue una reacción francesa ante la derrota de Bailén y sus consecuencias. El emperador francés, al frente de la Grande Armée, entró en España en noviembre de 1808. En diciembre, tomó Madrid, donde volvió a colocar a su hermano como rey. Napoleón abandonó España dejando un fuerte ejército bajo la dirección del general Soult. En otro extremo peninsular, Zaragoza cayó en poder de los franceses (febrero de 1809), y también Gerona (diciembre de 1809). El ejército español fue derrotado en la Batalla de Ocaña por el rey José I, lo que permitió el dominio de Andalucía, que fue ocupada, excepto Cádiz. Esta ciudad, abastecida desde el mar por los ingleses, quedó libre durante toda la guerra, lo que permitió la elaboración allí de la primera Constitución española en 1812.

  3. Hecho decisivo en esta fase de la guerra fue la acción de los guerrilleros

    Quienes supieron aplicar una guerra de desgaste. Eran hombres del pueblo que se agrupaban en bandas o guerrillas de algunos centenares de combatientes. Hostilizaban a los destacamentos franceses, desorganizaban su retaguardia y les causaban todas las bajas posibles. Conocían el terreno y contaban con la complicidad de las poblaciones. Entre los jefes de guerrillas destacan Francisco Espoz y Mina, el Cura Merino y Juan Martín Díaz “el Empecinado”, cuya aportación al éxito final de la guerra fue muy valiosa.

  4. La tercera y última fase de la guerra: la ofensiva final anglo-española (primavera de 1812 – agosto de 1813)

    Se inició en la primavera de 1812. Napoleón se vio obligado a retirar de España una parte muy importante de sus tropas para engrosar la Grande Armée que se preparaba para la invasión de Rusia. El debilitamiento de las tropas francesas fue aprovechado por las tropas anglo-portuguesas y españolas del Duque de Wellington, quien dirigía al ejército inglés que había desembarcado en Lisboa en 1809.

  5. Ofensiva de Wellington

    En 1811, Wellington inició una nueva ofensiva desde Lisboa, tomando Ciudad Rodrigo (enero de 1812) y Badajoz. Wellington triunfó en Los Arapiles (Salamanca, julio de 1812). Napoleón retiró más hombres para asegurar la defensa de Francia.

En la Batalla de Vitoria (junio de 1813), los franceses fueron derrotados y José I se vio obligado a cruzar la frontera. Soult, que ocupaba San Sebastián y Pamplona, fue derrotado en la Batalla de San Marcial (agosto de 1813) y también tuvo que pasar a Francia. En diciembre de 1813, Napoleón firmó el Tratado de Valençay, por el que Fernando VII era repuesto en el trono y se ponía punto final a la guerra.

Los efectos de la guerra fueron desastrosos para España: hubo medio millón de muertos. Ciudades como Zaragoza, Gerona o San Sebastián quedaron arrasadas; se destruyeron edificios y monumentos artísticos, y obras fueron robadas por los franceses. El comercio cayó en picado, el campo quedó arrasado y la Hacienda quedó todavía más arruinada. Por último, la guerra afectó al proceso de independencia de la América Española.

La Revolución Liberal, las Cortes de Cádiz y la Constitución de 1812

  1. Revolución liberal

    Cambio brusco del sistema político, económico o social, como resultado de un proceso político violento. Por liberalismo se entienden los valores anunciados por los ilustrados y puestos en práctica durante la Revolución Francesa (República y monarquía parlamentaria constitucional, en vez de absoluta; separación de poderes, libertad económica, igualdad ante la ley, fin de la sociedad estamental, etc.).

  2. Cortes de Cádiz

    El avance del ejército francés había obligado a la Junta Suprema Central a trasladarse a Cádiz, donde las ideas de renovación política y social podían propagarse fácilmente. Las circunstancias eran favorables para proceder al cambio del sistema tradicional de gobierno. Se percibía la necesidad de introducir reformas y suprimir abusos, sin mantener la autoridad absoluta del rey.

a) La convocatoria a Cortes

La idea de convocar Cortes estaba muy extendida y fue recogida por la Junta Suprema Central. A mediados de 1810, esta se disolvió, pasando el poder a un Consejo de Regencia. Aunque era un procedimiento tradicional del Antiguo Régimen, terminó siendo como deseaban los partidarios de poner fin al absolutismo monárquico, es decir, una cámara única donde los representantes eran elegidos sin distinción. En realidad, estas Cortes solo se parecían a las tradicionales en el nombre. Su primer acto, el 24 de septiembre de 1810, al constituirse, decidió entrar por la vía revolucionaria, la de los cambios radicales, al declararse depositarias de la soberanía nacional, con facultades para dar a España una constitución y transformar el país.

b) Composición de las Cortes

La composición social de los diputados era el reflejo de una parte muy influyente de la sociedad de aquella época. El clero predominaba, y la presencia de los nobles era escasa, al igual que la de los miembros del alto clero. En resumen, puede decirse que predominaban los individuos pertenecientes a las clases medias. Durante las sesiones, aparecieron entre los diputados dos tendencias ideológicas diferentes: los liberales, que defendían las libertades de una sociedad estructurada en la igualdad ante la ley y el fin de la monarquía absoluta; y los absolutistas, que eran partidarios de la continuidad de la monarquía absoluta.

3. La Constitución de 1812

El 24 de septiembre de 1810, los diputados proclamaron que representaban la soberanía nacional, y las Cortes adquirieron un carácter constituyente. Se aprobó la primera Constitución española de carácter liberal, promulgada el 19 de marzo de 1812. La Constitución es un texto de gran extensión, con 384 artículos, y su contenido se basa en los siguientes principios fundamentales: la afirmación de la soberanía nacional (el poder político pertenece a la nación); la división de poderes (el ejecutivo corresponde al rey, el legislativo a las Cortes y el judicial a los tribunales); la proclamación de una monarquía constitucional “moderada, hereditaria”; las Cortes eran unicamerales y elegidas por sufragio universal indirecto de los varones mayores de 25 años; la igualdad de todos los ciudadanos ante la ley; el reconocimiento de los derechos y libertades individuales (libertad de imprenta, libertad de comercio e industria, derecho a la propiedad, etc.); y se establece la religión católica como la oficial del Estado.

4. La labor legislativa de las Cortes

Las Cortes aprobaron una serie de decretos y leyes entre 1810 y 1813, que daban pie a una reforma de las instituciones políticas, económicas y jurídicas. En resumen, se buscaba abolir el Antiguo Régimen: libertad de imprenta y supresión de la censura de prensa (1810); abolición de los señoríos jurisdiccionales y del régimen señorial (1811); abolición de la Inquisición (1813); eliminación de las organizaciones gremiales e introducción de la libertad económica.

Las Regencias y el Problema Carlista (1833-1843)

1. Moderados y Progresistas

Con el reinado de Isabel II, se instauró en España la monarquía liberal. Surgieron diferencias entre los mismos liberales: por una parte estaban los moderados y por otra los progresistas. Ambos defendían el sistema político liberal, pero con ideologías diferentes. Los moderados defendían la soberanía compartida entre las Cortes y el rey; unas Cortes bicamerales; una organización administrativa uniforme y centralizada; y un sufragio censitario restringido a las clases propietarias y a las capacidades. Su base social era la antigua nobleza y la nueva burguesía.

Los progresistas defendían la soberanía nacional y el establecimiento de limitaciones al poder de la Corona. El partido progresista se apoyaba en las clases medias y artesanos de las ciudades, parte del ejército y los profesionales liberales.

La Regencia de María Cristina (1833-1840)

a) Los comienzos moderados de la Revolución Liberal. El Estatuto Real de 1834

Tras la muerte de Fernando VII, María Cristina fue nombrada regente; al frente del gobierno seguía Cea Bermúdez. La regente pronto comprobó que el cambio de gobierno era necesario y, en efecto, en enero de 1834, fue llamado para formar gobierno Martínez de la Rosa. Este buscó el equilibrio entre los liberales y el carlismo. El resultado fue la aprobación del Estatuto Real, firmado por la regente en abril de 1834. Era una carta otorgada, no reconocía derechos individuales ni la división de poderes, y sí establecía una convocatoria de Cortes con dos cámaras: el Estamento de Próceres y el Estamento de Procuradores. En mayo de 1834 se aprobó una ley electoral con un sufragio muy restringido. La situación exigía reformas profundas y volvían a surgir diferencias entre moderados y progresistas. El gobierno estaba entre dos frentes (la oposición de los liberales y la guerra contra los carlistas). Martínez de la Rosa dimitió en junio de 1835, siendo sustituido por el Conde de Toreno. Su gobierno duró 4 meses. El resultado fue la formación de juntas revolucionarias de signo progresista en varias capitales, que Toreno intentó disolver. Al fracasar, presentó su dimisión y le sustituyó Mendizábal, quien formó gobierno en septiembre de 1835.

b) La fase progresista de la Revolución Liberal (1835-1837). Mendizábal y la desamortización eclesiástica. El Motín de La Granja. La Constitución de 1837

El nuevo gabinete de Mendizábal se formó contando con una Hacienda sin fondos y ante una guerra. Se amplió el alistamiento de hombres para el ejército y, como vía para obtener fondos, se aprobó la desamortización de bienes eclesiásticos del clero regular el 19 de febrero de 1836. Con ello se buscaban recursos para la Hacienda, eliminar la deuda pública, hacer frente al carlismo y atraer a las filas liberales a los compradores de bienes desamortizados. En mayo de 1836, Mendizábal decidió dimitir ante las diferencias con la regente y encargó a Francisco Javier Istúriz (mayo-agosto de 1836) formar gobierno. Finalmente, el 12 de agosto de 1836, tuvo lugar el Motín de los Sargentos de La Granja, que obligó a la regente a restablecer la Constitución de 1812 y a formar un nuevo gobierno con José María Calatrava al frente y Mendizábal en Hacienda. El programa del gobierno consistió en acabar con las instituciones del Antiguo Régimen e implantar un régimen liberal con una monarquía constitucional. El proceso culminó con la promulgación de la Constitución de 1837. Fue aprobada con la idea de fijar un texto estable que pudiera ser aceptado por progresistas y moderados.

Esta reconocía la soberanía nacional, los derechos individuales y establecía Cortes bicamerales por sufragio censitario y un Senado que designaba el rey a partir de una triple lista elegida en cada provincia. Con la Ley Electoral de 1837, se amplió el número de electores, pero seguía siendo censitario y restringido.

  1. La vuelta de gobiernos moderados (1837-1840). La Ley de Ayuntamientos

    En 1837 se convocaron elecciones ganadas por los moderados. Los gobiernos de esta etapa estuvieron influenciados por los militares Baldomero Fernández Espartero (progresista) y Ramón María Narváez (moderado). Se aprobó la Ley de Ayuntamientos, la cual creó diferencias muy fuertes entre los dos grupos liberales: los progresistas se movilizaron en contra de ella. Espartero rechazó la ley y la regente sancionó la nueva normativa (1840). La regente nombró a Espartero jefe de gobierno. Al negarse este, la regente renunció y marchó a Francia.

  2. El problema carlista y la Primera Guerra Carlista (1833-1839). Análisis de los bandos enfrentados

    En 1833 murió Fernando VII. Su hermano, Carlos María Isidro, reclamó el trono a través del Manifiesto de Abrantes. Esto se convirtió en una guerra dinástica entre los que querían el Antiguo Régimen (carlistas) y los que preferían un Estado liberal (isabelinos). Los carlistas defendían el absolutismo monárquico, la religión y los fueros. Sus partidarios fueron parte del ejército, el clero regular y bajo clero, parte de la nobleza y campesinos. Los isabelinos eran partidarios de parte de la nobleza, altas jerarquías de la Iglesia, altos mandos del ejército, la burguesía, profesionales liberales y clases populares urbanas. En resumen, el carlismo no triunfó. El desarrollo bélico: En una primera fase (1833-1835) destacaron los triunfos carlistas, pero su suerte cambió cuando en 1835 el coronel carlista Zumalacárregui murió. La segunda etapa (julio de 1835 – octubre de 1837) se caracterizó por las grandes expediciones carlistas. En 1837 tuvo lugar la “Expedición Real”; sin embargo, la acción del general Espartero obligó al pretendiente a regresar al País Vasco. La tercera fase tuvo lugar entre octubre de 1837 y agosto de 1839 y se caracterizó por el agotamiento de los contendientes, interesados en buscar la paz. Al final, el general carlista Maroto firmó el Convenio de Vergara (agosto de 1839) con Espartero, por el que se ponía fin a la guerra. Los carlistas reconocían la derrota, pero conservaban sus grados militares en el ejército de Isabel II. El convenio no fue aceptado por Don Carlos, quien cruzó la frontera con Francia.

Las consecuencias: una monarquía de carácter liberal, militares que protagonizan pronunciamientos y gastos que dan lugar a la desamortización de tierras de la Iglesia.

La Regencia de Espartero (1840-1842)

Espartero fue proclamado regente por las Cortes. En 1842 se intentó poner fin a esta regencia mediante un pronunciamiento realizado por aliados de María Cristina, pero este intento fue fallido. Espartero se apoyó en una camarilla de militares, y esto, junto a su forma de gobernar, provocó grandes problemas.

Los sucesos de Barcelona

Apareció un proyecto de negociación librecambista con Inglaterra, el cual era perjudicial para los intereses de la industria textil catalana. En Barcelona surgió una insurrección social, formándose una junta en contra de esta negociación, a la cual Espartero respondió con un bombardeo (1842), que causó gran destrucción. Con esto, el regente perdió seguidores. El partido progresista siguió dividido en la camarilla militar (a favor del regente) y el sector progresista de la cámara (en su contra). Este último se aliaría con los liberales para derrotar a Espartero. El líder militar liberal Ramón María Narváez se unió al pronunciamiento en Valencia y se enfrentó a las tropas del regente, obteniendo la victoria en Torrejón de Ardoz (1843). Espartero, sin apoyo, abandonó la regencia y el país. Las Cortes proclamaron a Isabel (con 13 años) reina, evitando las disputas por la regencia. González Bravo (moderado) formó gobierno, pero pronto fue sustituido por Narváez, con quien comenzaría la Década Moderada.

Década Moderada (1844-1854)

1. Las reformas moderadas. La Constitución de 1845

A lo largo de la década encontramos 16 gobiernos y, aunque esto es símbolo de una gran inestabilidad, Narváez es el liberal moderado que preside esta época. El gobierno de González Bravo puso en vigor la Ley de Ayuntamientos (1840) y suprimió la Milicia Nacional, un instrumento para el campesinado y la propiedad agraria en el medio rural. Con Narváez al frente, se celebraron elecciones para formar una asamblea constituyente (1844), triunfando los moderados aplastantemente. Narváez, líder de indiscutible poder, redactó la Constitución de 1845, donde no hubo consenso con los progresistas. Limitaba las atribuciones de las Cortes y reforzaba las del rey. La soberanía era compartida entre monarca y Cortes, y estas serían bicamerales, contando el Senado con un número ilimitado de senadores elegidos por el rey con carácter vitalicio. Se defendió un Estado centralizado y uniforme, designándose alcaldes de municipio y capitales de provincia, además de gobernadores civiles en las diputaciones provinciales. El gobierno se reconcilió con la Iglesia, suspendiéndose la desamortización, por lo que se firmó el Concordato de 1851. Se hizo una reforma de la Hacienda (1845), introduciéndose los “consumos”, y se estableció la Ley Electoral de 1846, pudiendo votar solo los más ricos.

2. Desarrollo político de la época

Sobre el matrimonio de la reina, Francia e Inglaterra procuraron evitar que el candidato elegido fuera contrario a sus intereses. Isabel II se casó a los 16 años con su primo Francisco de Asís (octubre de 1846). A la vez, su hermana Luisa Fernanda se casó con Antonio de Orleans, Duque de Montpensier, hijo del rey de Francia. El matrimonio de la reina con Francisco de Asís reavivó el enfrentamiento con los carlistas, quienes confiaban en casar a Isabel II con el pretendiente Carlos VI. Esto llevó al estallido de la Segunda Guerra Carlista (1846-1849), con centro en Cataluña, donde Ramón Cabrera, que regresó de Inglaterra, se puso al frente de las partidas de guerrilleros. Con Bravo Murillo, se firmó el Concordato con la Santa Sede en marzo de 1851. Por este, el Papa reconocía a Isabel II como reina y aceptaba la pérdida de los bienes ya vendidos. Se reforzaba la confesionalidad católica, la supervisión del sistema educativo y se creaba la dotación de “culto y clero”. La división interna entre los mismos moderados contribuyó a la caída del gobierno de Bravo Murillo, lo que abrió un nuevo periodo de inestabilidad política. El gobierno terminó siendo acusado de escándalos administrativos y corrupción en la construcción del ferrocarril. El acceso al poder de los progresistas: Un grupo de militares tomó la iniciativa y decidió pronunciarse militarmente contra el gobierno. Comenzaba la “Vicalvarada”.

2. El desarrollo político de la década moderada (1844-1854)

Sobre el matrimonio de la reina, Francia e Inglaterra procuraron evitar que el candidato elegido fuera contrario a sus intereses. Isabel II se casó a los 16 años con su primo Francisco de Asís (octubre de 1846). A la vez, la hermana de la reina, Luisa Fernanda, se casó con Antonio de Orleans, Duque de Montpensier, hijo del rey de Francia. El matrimonio de la reina con Francisco de Asís reavivó el enfrentamiento con los carlistas, y ello dio lugar al estallido de la Segunda Guerra Carlista (1846-1849), con centro en Cataluña, y donde Ramón Cabrera se puso al frente de los guerrilleros. Tras el último gobierno de Narváez, le siguió el de Bravo Murillo, bajo el cual se firmó el Concordato con la Santa Sede (1851), donde el Papa reconocía a Isabel II como reina y aceptaba la pérdida de los bienes vendidos. Se reforzaba la confesionalidad católica, se supervisó la enseñanza de la moral católica en el sistema educativo, y se creaba la dotación de “culto y clero”.

Evolución Política del Sexenio Democrático

1. La Revolución de 1868, “La Gloriosa”

La caída de la monarquía de Isabel II se debió al monopolio del poder del partido moderado. El resto de partidos se aliaron en el Pacto de Ostende (progresistas, demócratas y Unión Liberal) para derrocar a la reina. Esta conspiración fue dirigida por Juan Prim. En Cádiz (septiembre de 1868) se pronunciaron Prim, Serrano y Juan Bautista Topete contra el régimen de Isabel II. Ese mismo mes, el general Serrano triunfó sobre el gobierno en la Batalla de Alcolea. La reina abandonó el país junto a su corte dos días después. Paralelamente, surgió una revolución popular, donde se constituyeron juntas revolucionarias que defendían medidas avanzadas como el sufragio universal, la abolición de los consumos y las quintas.

2. El Gobierno Provisional. La Constitución de 1869 (octubre de 1868-junio de 1869)

a) Primeras medidas del Gobierno Provisional

Se formó un gobierno provisional, presidido por el General Serrano, con ministros progresistas y unionistas, en el que figuraban, entre otros, Prim, Sagasta, Ruiz Zorrilla y Figuerola. Las primeras medidas del gobierno se encaminaron a la disolución de las juntas revolucionarias para mantener el orden. Laureano Figuerola creó una nueva unidad monetaria y la supresión de los consumos, introduciendo a cambio un tributo personal. En enero de 1869 se celebraron las elecciones a Cortes Constituyentes, aplicándose el sufragio universal para los varones mayores de 25 años.

b) La Constitución de 1869

El objetivo de las Cortes fue elaborar una constitución para un nuevo régimen, abriendo un debate sobre la forma de gobierno en España. Unionistas y progresistas, que copaban el gobierno, estaban a favor de la monarquía; los demócratas estaban indecisos y terminaron dividiéndose. Los resultados electorales aseguraban la opción monárquica, donde ganaban los progresistas. La nueva Constitución fue promulgada en junio de 1869. Proclamaba la soberanía nacional e instauraba una monarquía “democrática”. Incorporaba una amplia declaración de derechos y libertades. No obstante, el Estado se obligaba al mantenimiento del culto y del clero católico. Las Cortes eran bicamerales (Congreso y Senado), elegidos ambos por sufragio universal. Para entrar en el Senado, se requerían ciertas condiciones (40 años y un cargo cualificado). La función legislativa correspondía a las Cortes, mientras que al rey solo le correspondía sancionarlas y publicarlas. La monarquía, al ser democrática, solo contaba con el poder ejecutivo y con la potestad de disolver las Cortes.

La Constitución tuvo un fuerte rechazo: los republicanos se oponían al principio monárquico y al mantenimiento del culto católico, y los católicos rechazaban la libertad religiosa.

3. La Regencia de Serrano: la inestabilidad política del periodo (junio de 1869-diciembre de 1870)

Aprobada la Constitución, el General Serrano fue elegido regente (15 de junio), mientras Prim asumía la jefatura del gobierno. El gobierno se encontraba sin recursos y, además, tuvo que enfrentarse a otros problemas:

  1. a) La insurrección de Cuba a favor de la independencia.
  2. b) Las sublevaciones republicanas, a favor de una España federal y que defendían la supresión de las quintas y del impuesto de consumos, con el apoyo de las masas populares.
  3. c) La búsqueda de un rey: el gobierno de Prim se decidió por Amadeo de Saboya.

5. La Primera República (febrero de 1873-enero de 1874)

La República nacía en un momento lleno de dificultades económicas, políticas y sociales. Figueras fue el presidente de gobierno designado por la Asamblea Nacional. Abolió la esclavitud en Puerto Rico y suprimió las quintas, aun teniendo dos guerras abiertas. También se convocaron Cortes para elegir si la República sería federal o unitaria. Las Cortes se inauguraron proclamando la República Democrática Federal casi por unanimidad. Sin embargo, además de haber diferencias entre federales y unitarios, también había diferencias entre los propios federales: los transigentes, a favor de esperar a la redacción de la nueva constitución y seguir la vía constitucional para el establecimiento del Estado, con la opinión del parlamento. Los intransigentes querían implantar el Estado a través de cantones. En ese momento, Figueras dimitió. Pi i Margall le sucedió. Había conflictos sociales y ataques carlistas a los que se enfrentó con un ejército indisciplinado y de ideales contrarios a los republicanos. En julio, el país entró en un proceso revolucionario que provocaría el hundimiento de la República. Hubo una huelga en Alcoy, que derivó en una insurrección obrera y la Revolución Cantonal, con la que los federales intransigentes proclamaban la independencia de ciertos territorios.

Ante esto, Pi i Margall dimitió. El siguiente en el poder fue Nicolás Salmerón, quien detuvo los cantones, excepto el de Cartagena. Salmerón dimitió en septiembre por problemas de conciencia y subió al poder Emilio Castelar, quien reforzó el ejército y se enfrentó a los cantonalistas y a los carlistas. Era unitario, por lo que no gustaba a los federales, quienes le impusieron una moción de confianza en la que se le obligó a dimitir. Cuando se procedía a la votación para el nuevo gobierno, el general Pavía dio un golpe de Estado, poniendo fin a la Primera República y dando lugar a un periodo de transición, la dictadura del General Serrano, que daría lugar a la Restauración Borbónica.

6. La República de Serrano. La Transición (enero-diciembre de 1874)

El golpe de Pavía pretendía poner fin a la inestabilidad. Se estableció una nueva República presidida por el General Serrano, sin Cortes ni Constitución. Logró acabar con el Cantón de Cartagena, disolvió la Primera Internacional y se enfrentó con éxito a los carlistas. Sin embargo, los alfonsinos tenían cada vez más adeptos. En diciembre de 1874, Martínez Campos se pronunció en Sagunto a favor de Alfonso XII. El golpe fue aplaudido en todo el país, por lo que Serrano decidió irse de España. Así, el 31 de diciembre de 1874, se estableció el “Ministerio-Regencia” de Cánovas del Castillo. Así se dio lugar a una nueva etapa: la Restauración.

El fracaso de la República se debió a las divisiones internas de los republicanos, las guerras y el proceso revolucionario de la burguesía, que dio un giro conservador, además de las primeras reivindicaciones de los movimientos obreros.

Funcionamiento del Sistema de la Restauración

1. El retorno de la dinastía borbónica

En la última etapa de la Primera República, encabezada por el General Serrano, el gobierno se enfrentaba al partido alfonsino, acaudillado por Antonio Cánovas del Castillo, un conservador que defendía la restauración de la monarquía en la persona del hijo de Isabel II, Alfonso XII. Había otros elementos a favor de la Restauración: la burguesía catalana, los círculos ligados al negocio de las colonias y los defensores del cambio en el ejército. De esta manera, el 29 de diciembre de 1874, el general Martínez Campos organizó un pronunciamiento en Sagunto. El 31 de diciembre se constituyó el llamado Ministerio-Regencia bajo la presidencia de Cánovas.

2. Las primeras medidas de Cánovas del Castillo y el fin de la Guerra Carlista y la de Cuba

En los primeros meses de esta nueva etapa, Cánovas buscaba el asentamiento de la monarquía. Para ello, pretendía elaborar una constitución que permitiese gobernar a partidos distintos y que acabase con los pronunciamientos y las intervenciones militares. Las primeras medidas llevadas a cabo por Cánovas se caracterizaron por una reducción de libertades, de control y descentralización. Además, aprobó una nueva Ley Electoral en 1878 por la que se volvía al sufragio censitario o restringido. Durante esta etapa se logró poner fin a los conflictos bélicos legados por el Sexenio: la Guerra Carlista. El prestigio del nuevo régimen consiguió acabar finalmente con el carlismo en febrero de 1876. Como consecuencia, fueron abolidos los fueros vascos por la Ley de 21 de julio de 1876.

  • La Guerra de Cuba: La Paz de Zanjón puso fin al conflicto (1878).

3. Constitución de 1876

El 31 de diciembre se convocaron elecciones a Cortes Constituyentes, celebradas en enero de 1876 por sufragio universal (según la Ley Electoral de 1870). La Constitución fue aprobada en mayo de 1876 por una comisión formada principalmente por conservadores. La Constitución de 1876 era ambigua y flexible, para que pudiesen gobernar ambos partidos. Recogía las influencias de las Constituciones Moderadas de 1845 (soberanía compartida) y la Democrática de 1869 (derechos individuales). Hubo dos puntos en los que se desarrolló una mayor polémica: el derecho de sufragio y la cuestión religiosa. En torno al primer problema, quedó sin cerrar. Sin embargo, por una Ley Electoral de 1878 se restableció el sufragio restringido. Por otro lado, se estableció un Estado confesional, aunque permitiendo el ejercicio privado de otras religiones. En cuanto a la división de poderes, el poder ejecutivo residía en el rey. Las Cortes eran bicamerales: el Senado estaba integrado por tres tipos de senadores (por derecho propio, vitalicios y elegidos), y el Congreso, donde el procedimiento de elección se remitía a una ley electoral.

4. El sistema político oficial: Bipartidismo y Turnismo

El sistema político de la Restauración se basó en la existencia de dos grandes partidos: el Partido Liberal Conservador, dirigido por Cánovas del Castillo, y el Partido Liberal Fusionista, liderado por Sagasta. Ambos coincidían ideológicamente en lo fundamental: apoyo a la monarquía y a la Constitución de 1876. Para el ejercicio del poder, se contemplaba el turno pacífico. Ambos partidos se iban alternando en el poder. Esto se llevaba a cabo gracias al poder moderador del monarca: cuando el partido en el gobierno perdía poder, el monarca llamaba al jefe del partido contrario a formar gobierno, le otorgaba el decreto de disolución de la cámara y la convocatoria de elecciones. Para asegurar el apoyo al nuevo gobierno, existían mecanismos caciquiles y el fraude electoral.

5. El sistema político real: Caciquismo y Fraude Electoral

El control del proceso electoral se ejerció a partir de varias instituciones, que decidían de antemano los resultados de las elecciones (encasillamiento) y ponían en marcha los mecanismos para conseguirlo: el Ministro de la Gobernación, los gobernadores civiles, los alcaldes y los caciques (solían ser personas de familias influyentes, que aseguraban sus intereses mediante amenazas o favores). Por otra parte, también existía un conjunto de trampas electorales para asegurar el objetivo: es lo que se conoce como pucherazo, es decir, una sistemática adulteración de los resultados electorales (compra de votos, manipulación de actas electorales…).

La Oposición al Régimen de la Restauración

1. Carlismo

Tras su derrota, Cándido Nocedal representó el movimiento en la península. Continuaron defendiendo la monarquía tradicional y los valores religiosos. Sin embargo, su unidad era bastante frágil, hasta el punto de que en 1888 un grupo carlista radical se separó formando el Partido Integrista.

2. El surgimiento de los nacionalismos periféricos

Durante la Restauración surgieron movimientos contrarios al centralismo defendido por el Estado Liberal español, apoyados principalmente por la burguesía.

a) Nacionalismo catalán (Catalanismo)

Surgió en un primer momento de la Renaixença, cuyo objetivo era la reivindicación cultural. Sin embargo, las primeras reivindicaciones políticas surgieron de la mano de Valentí Almirall con el Centre Català, fundado en 1882. En 1885 presentaron el Memorial de Greuges (o Agravios), a favor del mantenimiento de los intereses catalanes. Posteriormente, se creó la Unió Catalanista (1891), que aprobó un año después las Bases de Manresa, donde se consideraba a Cataluña como una entidad autónoma dentro de España. Con la Crisis de 1898 se acrecentó aún más el espíritu nacionalista, y en 1901 se constituyó la Lliga Regionalista de Catalunya. Así, en las elecciones de 1901, la Lliga triunfó en Barcelona. Comenzaba a aparecer un nuevo panorama político.

b) Nacionalismo vasco

Se vio impulsado por la pérdida de los fueros y por los efectos de la industrialización al poner en peligro las tradiciones vascas. El nacionalismo surgió con la figura de Sabino Arana, de ideario tradicionalista y defensor de la superioridad de la etnia vasca. Fundó el Partido Nacionalista Vasco (PNV). Tras su fallecimiento, el movimiento se suavizó, aceptándose la vía hacia la autonomía.

  1. 3. Los partidos republicanos

    Tras el fracaso de la Primera República, habían perdido fuerzas y se habían dividido. Además, desaparecieron los líderes principales. Aun así, a comienzos del siglo XX aparecieron nuevas opciones como la de Alejandro Lerroux del Partido Radical.

  2. 4. El movimiento obrero

    Como consecuencia de la explotación obrera surgida con la industrialización, el movimiento obrero comenzó a adquirir fuerza en la península. Se dividió en dos corrientes: anarquistas y socialistas. En 1870 se formó la Federación Regional Española (FRE) de la AIT, aunque tuvo que disolverse tras el golpe de Estado de 1874. El movimiento entró en la clandestinidad.

a) Anarquistas

Pasaron de la clandestinidad a la legalidad en 1881, cuando Sagasta llegó al poder. El movimiento volvió a adquirir confianza y, en un congreso celebrado en Barcelona ese mismo año, se fundó la Federación de Trabajadores de la Región Española. Sin embargo, el anarquismo andaluz sufrió una fuerte represión por el asunto de la Mano Negra. Además, para destruir el orden político existente, realizaron numerosos atentados, asesinando incluso al presidente del gobierno, Cánovas, en 1897. El movimiento predominó principalmente en Levante, Cataluña y Andalucía.

b) Marxismo o socialismo

Esta otra tendencia del movimiento obrero casi no adquirió fuerza hasta que en 1879 Pablo Iglesias fundó el Partido Socialista Obrero Español (PSOE). Defendían los objetivos marxistas: la conquista del poder por medio de una revolución obrera e implantar una dictadura del proletariado para acabar con el capitalismo y las desigualdades sociales. En 1888 se creó el sindicato socialista, la UGT. En cuanto a las zonas de influencia, destacaron Madrid, Vizcaya y Asturias.

III. Crisis del 98: Liquidación del Imperio Colonial

1. La guerra en Cuba y en Filipinas

a) La política española en Cuba

El mejor periodo para haber realizado cambios en la política española sobre sus colonias fue durante el “gobierno largo” de Sagasta. Incluso se contaba con el apoyo del partido autonomista cubano. Sin embargo, las reformas fueron mínimas y no hubo ningún cambio significativo en su autonomía. Además, como consecuencia del arancel proteccionista de 1891, el descontento en Cuba y en EE. UU. aumentó.

  1. b) La guerra de Cuba y Filipinas

    Como consecuencia de este descontento, José Martí formó el Partido Revolucionario Cubano en 1892. El levantamiento tuvo lugar en 1895. La respuesta del gobierno español, presidido por Cánovas, fue el envío de tropas dirigidas por Martínez Campos. Como consecuencia de los fracasos militares, fue relevado por el general Valeriano Weyler, defensor de métodos más contundentes para acabar con la rebelión. Tras el asesinato de Cánovas y la subida al poder de Sagasta, se decidió probar con una política de reconciliación, realizando concesiones políticas. Sin embargo, ya era demasiado tarde para frenar a los independentistas. Paralelamente, en Filipinas surgió otro movimiento independentista llamado Katipunan. Su principal dirigente, José Rizal, acabó siendo ejecutado (1896). En diciembre de 1897 se negoció el fin de las hostilidades.

  2. c) La intervención de Estados Unidos

    En 1898, Estados Unidos decidió declarar la guerra a España, con el pretexto de que una explosión había hundido uno de sus buques de guerra, el Maine. De esta manera, mandó un ultimátum a España, amenazando con intervenir, y finalmente le declararon la guerra el 25 de abril. España fue duramente derrotada en Filipinas (Batalla de Cavite) y en Cuba (Batalla de Santiago). La guerra terminó con la Paz de París de 1898, que significó el abandono de Cuba, Puerto Rico y Filipinas.

2. Las consecuencias del 98

Significó la destrucción del mito del Imperio español y la relegación de España a un papel secundario en el contexto internacional.

  1. a) Repercusiones económicas y políticas

    No hubo una gran crisis económica ni política. Por tanto, el turno dinástico se mantuvo. Sus consecuencias fueron más bien morales e ideológicas.

  2. b) Regeneracionismo

    Surgieron una serie de movimientos regeneracionistas que defendían la modernización de España. Para ello, era necesario renovar la vida política y social. Su principal representante fue Joaquín Costa. Por otra parte, surgió la Generación del 98, caracterizada por su pesimismo hacia España.

  3. c) El fracaso del gobierno “regeneracionista”

    Provocó la caída de Sagasta. Silvela intentó introducir una serie de reformas políticas necesarias para atenuar las consecuencias económicas de la guerra. El gobierno decidió aprobar una reforma fiscal que encontró una gran oposición entre la burguesía catalana, que respondió con una huelga. Ante las críticas, la regente María Cristina decidió devolver el poder a Sagasta en 1901 (liberales), demostrando que el turnismo había conseguido amoldarse a cualquier intento de cambio. Mientras, el 17 de mayo de 1902, Alfonso XIII daba comienzo a su reinado.