La Encarnación de Cristo: Divinidad y Humanidad de Jesús
El Misterio de la Encarnación: Cristo, Dios y Hombre Perfecto
El misterio de la Encarnación nos enseña que la segunda Persona de la Santísima Trinidad, es decir, el Hijo, se encarnó y se hizo hombre en las purísimas entrañas de la Virgen María.
Enunciación del Misterio
Encarnar: hacerse carne, es decir, hombre. Cuando decimos que el Hijo de Dios se hizo carne, afirmamos que se encarnó en un cuerpo y un alma como la nuestra.
Cristo es Dios y Hombre verdadero. En Él hay dos naturalezas, la divina y la humana, cuya unión forma una sola Persona, que es la divina.
Errores Históricos y Defensa Conciliar
Existen tres clases de errores: unos niegan en Cristo la naturaleza divina, otros la humana, y otros yerran sobre el modo en que se unieron ambas naturalezas.
Negación de la Naturaleza Divina: Arrio y el Concilio de Nicea
De los que niegan la divinidad de Cristo, el principal es Arrio (siglo IV). Él negaba que Jesucristo fuera Dios, afirmando que era una criatura perfectísima, pero no de la misma naturaleza o sustancia que el Padre. Fue condenado por el Concilio de Nicea (año 325), el cual definió que el Hijo es consubstancial al Padre. Muchos pensadores protestantes actuales niegan la divinidad de Cristo (Bultmann, Bonhoeffer, etc.).
Negación de la Naturaleza Humana: Gnósticos y otros Herejes
Niegan la naturaleza humana los gnósticos y algunos otros herejes: rechazaban que Cristo fuera verdadero Hombre y admitían que su cuerpo no era real, sino ficticio, y de apariencia fantasmal.
Errores sobre la Unión de las Naturalezas: Nestorio y Eutiques
Nestorio y el Concilio de Éfeso
Nestorio (siglo V) enseñó que en Cristo había dos personas, una para cada naturaleza. En consecuencia, María no podría llamarse Madre de Dios (Theotokos), porque no era madre sino de la persona humana (Anthropotokos). Fue condenado por el Concilio de Éfeso (año 431).
Eutiques, el Monofisismo y el Concilio de Calcedonia
Eutiques profesó el error opuesto, a saber, que en Cristo había una sola naturaleza, porque la humana había sido absorbida por la divina. Esta herejía, conocida como Monofisismo, fue condenada por el Concilio de Calcedonia (año 451).
La Unión Hipostática
Las Dos Naturalezas de Cristo
Una divina, porque es Dios, y una humana, porque es hombre.
Su Naturaleza Divina
Jesucristo es Dios desde toda la eternidad, puesto que es la segunda Persona de la Santísima Trinidad. Y es hombre desde la Encarnación, es decir, desde que unió a su Persona la naturaleza humana en el seno virginal de María. Puesto que en Jesucristo hay dos naturalezas, habrá que decir que todo aquello que pertenece a la naturaleza de Jesucristo será doble: hay en Él, pues, dos entendimientos, uno que corresponde a la Naturaleza divina y otro a la humana. Por la misma razón, hay en Él dos voluntades.
Su Naturaleza Humana
En su naturaleza humana podemos distinguir: el cuerpo y el alma.
El Cuerpo de Cristo
El cuerpo de Cristo es: a) Real: “Palpad —decía a sus apóstoles después de la Resurrección— y considerad que un espíritu no tiene ni carne ni huesos como vosotros veis que yo tengo” (Lc. 24, 39). b) Delicado y perfectísimo, aunque sujeto al dolor, a las necesidades y a la muerte, porque venía a expiar nuestros pecados.
El Alma de Cristo
El alma de Cristo es como la nuestra, un espíritu creado por Dios para animar su cuerpo. Es infinitamente más perfecta, ya en sus facultades naturales, ya en sus dones preternaturales.
Facultades Naturales: Entendimiento y Voluntad
Su entendimiento estaba dotado de excelentes conocimientos.
El entendimiento humano de Jesús estuvo dotado de tres clases de ciencias: la infusa (esto es, infundida directamente por Dios sin necesidad de imágenes ni raciocinio); la beatífica (o contemplación de la divina esencia); y la adquirida por medio de los sentidos y la razón. Las dos primeras, a causa de su unión con el Verbo, y la tercera la adquirió con el paso del tiempo, primero de San José, de la Madre Santísima, del conocimiento sensible, de las enseñanzas de la Escritura y de los maestros de Israel.
La voluntad humana de Cristo era perfectísima, dotada de eminente poder y santidad, y de perfecta libertad.
La voluntad de Cristo tenía dos eximias perfecciones, de las que carece la nuestra: la impecabilidad (no podía pecar ni sentía inclinación a ello) y la integridad (en Él no había concupiscencia, sino que el apetito estaba perfectamente sometido a la razón. Puesto que en Cristo no existía el pecado, tampoco aquellas de sus consecuencias que envuelven imperfección moral). Había también en Cristo perfecto acuerdo entre su voluntad humana y la divina.
En su voluntad humana se daba principalmente un amor grandísimo hacia sus padres, y un amor de misericordia y mansedumbre para con nosotros.
En Cristo hubo pasiones; lloró ante la tumba de Lázaro y se llenó de angustia, tedio y tristeza al pensamiento de su Pasión. Sus pasiones, sin embargo, eran muy distintas a las nuestras, ya que nunca tendieron a un fin malo y siempre obedecían la dirección rectísima de su voluntad.
Dones Sobrenaturales y Preternaturales
Cristo estuvo adornado con la plenitud de la gracia, virtudes y dones del Espíritu Santo; no podía ser de otra manera, dada su unión íntima y personal con la Divinidad.
Respecto a los dones preternaturales, ya hemos indicado que tuvo la ciencia y la integridad; mas no la inmutabilidad ni la inmortalidad, pues quiso expiar nuestros pecados sometiéndose al sufrimiento y a la muerte.
Una Sola Persona: La Divina
Las dos naturalezas de Cristo están unidas en una sola Persona, que es la divina, a quien llamamos Jesucristo.
El Verbo divino no se unió a una persona humana, sino a la naturaleza humana. En esta unión podemos comprobar que no hay contradicción, pero no podemos comprender a fondo cómo se realiza.
Así como dijimos que en Jesucristo todo lo que se refiere a la naturaleza es doble (dos voluntades, dos inteligencias), todo lo que se refiere a la Persona será único.
La Unión Hipostática: Noción
La unión de las dos naturalezas de Cristo se llama hipostática o personal, porque ambas están unidas en una sola Persona: la del Verbo.
Hipóstasis: es el sustantivo griego que corresponde al sustantivo castellano ‘persona’, e hipostático: el adjetivo que corresponde al adjetivo ‘personal’.
Las dos naturalezas de Cristo se mantienen íntimamente unidas, pero sin confundirse; como el cuerpo y el alma en el hombre están en íntima unión, pero sin confundirse el uno con la otra.
La unión de las dos naturalezas en Cristo es perpetua. El Verbo tomó la naturaleza humana para siempre. Por eso, en la Eucaristía y en el cielo, su Divinidad permanece unida a su cuerpo y alma.
Algunas Consecuencias de la Unión Hipostática
Esta unión tiene consecuencias importantes: a) todos los actos de Cristo tienen valor infinito; b) su humanidad merece adoración; c) hay comunicación de propiedades entre las dos naturalezas.
Valor Infinito de sus Actos
La Persona tiene la propiedad de ser el centro de atribución de todos los actos del individuo, de modo que todo lo que este haga se le atribuye a su Persona.
Lo mismo sucede en Cristo. Todas sus acciones, tanto las de la naturaleza humana como las divinas, se refieren a su Persona.
Así decimos que Cristo creó el mundo (obra propia de Dios) y que padeció (obra propia del hombre).
Concluimos que todas las acciones de Cristo, aun las de su naturaleza humana, tienen valor infinito por atribuirse a la Persona divina del Verbo.
Esta doctrina nos permite también ilustrar la Redención:
En efecto, si hubiera en Cristo dos personas —una divina y otra humana—, la Redención no habría podido verificarse; pues la persona divina no hubiese podido padecer ni morir. Y si lo hubiera hecho, sus acciones no tendrían valor infinito por no proceder de una Persona divina.
Por el contrario, en la doctrina católica se ilustra la Redención; porque Cristo padece en cuanto hombre, esto es, en su naturaleza humana; pero sus padecimientos tienen valor infinito por la unión personal entre la naturaleza humana y la Persona divina.
Su Humanidad Merece Adoración
La humanidad de Cristo merece ser adorada a causa de su unión personal con el Verbo divino. De modo que el culto que se rinde a su humanidad se rinde al Hijo de Dios.
Comunicación de Propiedades
Consiste en que pueda atribuirse a Cristo Dios lo que es propio de la naturaleza humana y a Cristo hombre lo que es propio de la naturaleza divina. Así se puede decir que Dios murió y resucitó, o que un hombre es inmortal y omnipotente.
Cristo Concebido por Obra y Gracia del Espíritu Santo
Cómo se Verificó el Misterio
La concepción de Nuestro Señor Jesucristo en el seno de la Virgen María se hizo de modo sobrenatural y milagroso.
Veamos de alguna forma cómo se realizó el altísimo misterio:
- El cuerpo de Cristo fue formado por el Espíritu Santo en las entrañas de la Virgen María, en el mismo cuerpo de la Santísima Virgen.
- El alma de Nuestro Señor Jesucristo fue creada directamente por Dios y unida al cuerpo.
- A este cuerpo y alma se unió el Verbo Divino en una sola Persona: Jesucristo.
Hay que detenerse en este misterio y pensar que todo ocurrió en un mismo momento: la formación del cuerpo, la creación e infusión del alma y la asunción de la naturaleza humana por parte de la Persona divina. Si la Encarnación se hubiera dado en momentos sucesivos —primero la unión cuerpo-alma, y luego la unión de naturalezas— Cristo habría tenido persona humana y la Santísima Virgen no sería Madre de Dios, sino solo del hombre. Y la Redención del género humano no hubiera tenido lugar, pues las acciones de Cristo serían acciones del hombre y, por tanto, sin valor infinito.
Necesidad y Fin de la Encarnación
- La Encarnación era necesaria en el supuesto de que Dios exigiera por el pecado una reparación digna de Él. Porque una reparación digna de Dios solo puede darla un Hombre-Dios.
- El Hijo de Dios, al encarnarse, propuso varios fines:
- El primero y principal fue reparar de una forma digna y adecuada la ofensa que el pecado causó a su Padre.
- El segundo fue la salvación del género humano, envilecido por la culpa.
- El tercero fue darnos ejemplo de vida, es decir, presentarse como modelo de todas las virtudes.
Jesucristo Nació de Santa María Virgen
María es Verdaderamente Madre de Dios
María Santísima puede llamarse con propiedad Madre de Dios, porque es Madre de Jesucristo, que es verdadero Dios.
El Concilio de Éfeso condenó la herejía de Nestorio, quien enseñaba que María Santísima no se podía llamar Madre de Dios.
Su Dignidad y Principales Títulos
El título de Madre de Dios es para María su más alta dignidad, y de él emanan sus más excelentes privilegios.
- La más alta dignidad: en razón de su maternidad divina, tiene estrechas relaciones con las Personas divinas: con el Padre, que la escogió siempre como Madre de su Hijo; con el Hijo, al que dio su humanidad; y con el Espíritu Santo, de quien recibió santísima fecundidad.
- Sus más excelentes privilegios: porque su título de Madre de Dios es la causa de su Inmaculada Concepción, de su plenitud de gracia, virginidad perpetua y Asunción a los cielos.
Inmaculada Concepción
Es dogma de fe definido por Su Santidad. La razón de ello es que Cristo no podía permitir que su Madre estuviera ni por un momento privada de la gracia y sometida al demonio.
Plenitud de Gracia
El alma de la Virgen María fue adornada desde ese primer instante con un inmenso tesoro de gracia, que no cesó nunca de acrecentarse con nuevos dones de Dios. Y ya que la gracia es incompatible con el pecado, estuvo siempre libre de él: no cometió ni el más leve pecado venial ni se vio sometida a la concupiscencia. La plenitud de la gracia fue concedida a María en grado inferior a la humanidad de Cristo, pero muy superior a la de los ángeles y santos; por eso es Reina de los ángeles y Madre de todos los hombres en el orden de la gracia. La plenitud inicial se fue desarrollando a lo largo de toda su vida porque su amor fue siempre activo, llegando a una perfección insuperable.
Virginidad Perpetua de la Madre de Dios
El amor de Jesús a su Madre, que había ofrecido su virginidad, hizo que los planes divinos de Redención se realizasen respetando ese propósito de María. La maternidad y virginidad, dice San Bernardo, son las dos coronas que Dios quiso concederle. La Iglesia explica este dogma mariano con una fórmula tradicional: antes, en y después del parto. Antes del parto, porque concibió por obra del Espíritu Santo; en el parto, como señala el Catecismo Romano; después del parto, porque siempre permaneció virgen.
Asunción y Glorificación de la Virgen
El Papa Pío XII definió en 1950 como dogma de fe: “La Inmaculada Madre de Dios, siempre Virgen María, cumplido el curso de su vida terrestre, fue asunta a la gloria celeste en cuerpo y alma”. María fue llevada al cielo no solo en alma, como los demás santos, sino también en el cuerpo. Complemento de su glorificación es su realeza; así lo reclama su íntima relación con Cristo, Señor y Rey del universo.
María como Medianera de Todas las Gracias
La Iglesia explica que solo Jesucristo es nuestro mediador; sin embargo, aplica a la Virgen María el término de medianera porque sabe “que la misión maternal de María para con los hombres no oscurece ni disminuye en modo alguno esta mediación única de Cristo, antes bien sirve para demostrar su poder”.
Esta mediación subordinada de María es, al mismo tiempo, especial y extraordinaria. Brota de su maternidad divina y puede ser comprendida y vivida en la fe solamente sobre la base de la plena verdad de esta maternidad. Siendo María, en virtud de la elección divina, la Madre del Hijo consubstancial al Padre, y “compañera singularmente generosa” en la obra de la Redención, es nuestra Madre en el orden de la gracia. Esta función constituye una dimensión real de su presencia en el misterio salvífico de Cristo y de la Iglesia.
Madre de los Hombres en el Orden de la Gracia
Por ser María Madre de Jesucristo, es también Madre nuestra, pues somos parte del Cuerpo de Cristo. Esta maternidad espiritual comienza en la Encarnación y es confirmada por el mismo Jesucristo desde la Cruz.
Corredentora
La mediación de gracia de María no se reduce a la mera intercesión: la Virgen, por ser Madre de Dios, participa de la potestad regia de conducir a los hombres al cielo.
El anuncio de Simeón alcanza su pleno significado cuando María está junto a la Cruz de su Hijo. Padeció y casi murió junto al Hijo que padecía y moría, y abdicó de sus derechos maternales sobre Jesús para que todos los hombres alcanzaran la salvación, y en lo que de ella dependía, lo entregó para aplacar la justicia divina. Se puede decir con verdad que redimió con Cristo al género humano.
Madre de la Iglesia
Santa María, como Madre de Cristo, es Madre de la Iglesia; es decir, de todo el Pueblo de Dios. El Papa Pablo VI la proclamó solemnemente Madre de la Iglesia al terminar la tercera sesión del Concilio Vaticano II.
El Culto y la Devoción a María Santísima
Pablo VI afirmó que la devoción a María es “elemento cualificador e intrínseco de la genuina devoción de la Iglesia y del culto cristiano”.
Todas las prerrogativas que revelan la inmensa dignidad de la Madre de Dios nos manifiestan el trascendental puesto que el Señor le asignó en la obra redentora. De ahí surgen en el hombre las relaciones sobrenaturales con María, expresadas a través de las fiestas marianas y de tantas devociones llenas de piedad y cariño.
La devoción del Santo Rosario es una de las más recomendadas por la Iglesia.
Excelencias de San José, Esposo de la Virgen
José, descendiente de David y a quien la Sagrada Escritura llama justo (es decir, varón de eximia santidad), fue el hombre elegido para ser esposo de María. Se lo puede llamar Padre de Cristo en doble sentido:
- Ante la ley, era el esposo de María.
- Por el amor y cuidado que tuvo con el Niño Dios, a quien prestó los servicios del más cariñoso de los padres.
San José es llamado Padre “nutricio” del Salvador en cuanto lo nutrió y alimentó, y Padre “putativo” en cuanto era reputado por el común de la gente como verdadero Padre de Jesús, pues el misterio de la Encarnación quedó oculto para ellas.
Estos títulos, sin embargo, no pueden hacer pensar que la relación de José con Jesús era fría y exterior. Es verdad que la Biblia nos dice que no era padre según la carne, pero su paternidad fue más profunda que la carne, y quiso a Jesús como el mejor de los padres ama a su hijo.
Después de Santa María, José es la criatura más excelsa: en virtudes, en perfección, en grandeza del alma.
A él, quien trató con mayor intimidad a Jesús y a María, la Iglesia lo venera como maestro de vida interior. El Papa Pío IX lo declaró especial patrono y protector de la Iglesia, y además fomenta la devoción, viendo en ella un camino fácil para aumentar el amor a su esposa y a su Hijo.
Jesucristo Nuestro Señor
Dios determinó salvar la humanidad enviando una de las tres Divinas Personas para que se hiciera hombre y nos redimiera (la segunda Persona, o sea, el Hijo, se hizo hombre en las entrañas de la Virgen María y se llamó Jesucristo).
El Redentor recibe los nombres de Jesús, Cristo y Nuestro Salvador.
- Jesús significa Salvador. Es su nombre, por decirlo así, civil; nombre común entre los judíos por el cual era conocido: Jesús de Nazaret.
- Cristo, en hebreo, Mesías. Significa ungido o consagrado. Se da este nombre al Redentor porque en Israel eran ungidos los sacerdotes, reyes y profetas.
Así como el nombre de Jesús hace referencia principalmente a su naturaleza humana, el de Cristo a la divina, como sinónimo de algo sagrado. Y la unión de ambos —Jesucristo— expresa la unión de las dos naturalezas.
Cristo es “Sacerdote” en cuanto ofreció el gran sacrificio de la Nueva Ley y se constituyó mediador entre los hombres y Dios. “Rey” porque todas las criaturas están sometidas a su dominio. “Profeta” porque nos enseñó en nombre de Dios y nos reveló sus misterios.
La unción de Cristo no fue con aceite material, como la de los sacerdotes y reyes de Israel, sino espiritual en cuanto Dios lo llenó de toda suerte de gracias y lo constituyó Rey Sacerdote Sumo.
- Jesucristo se llama Nuestro Señor porque, además de habernos creado en cuanto Dios junto al Padre y el Espíritu Santo, nos rescató al precio de su sangre en cuanto Hombre-Dios; y por eso es de modo especial nuestro Dueño y Señor.
Figuras y Profecías del Redentor
Cristo es verdadero Mesías, o enviado de Dios, porque en Él se realizaron las figuras o profecías que anunciaban al Mesías prometido.
Entre las figuras y profecías hay esta diferencia: que la figura anuncia por medio de “hechos o personas” y la profecía por medio de palabras.
Figuras del Mesías
Las principales son: a) de su Pasión y Muerte (Abel, Isaac, la Serpiente de Bronce y el Cordero Pascual); b) de su Resurrección (Jonás); c) de su Sacerdocio (Melquisedec); d) de su Iglesia (el Arca de Noé).