El Arte en la Antigüedad y el Medievo: Un Recorrido Histórico

El Arte Romano: La Grandeza del Imperio

Roma pasó de ser un poblado en el siglo VIII a.C. a convertirse en un imperio que gobernó una buena parte de lo que se llamó “el mundo civilizado”. En el siglo II a.C., los romanos habían conquistado la Hélade (Grecia clásica) y la llamaron Grecia. Muchos filósofos, artistas y poetas abandonaron la vieja Atenas porque preferían vivir en la gloriosa Roma, la nueva capital del mundo, y con ello llegaron esculturas, escritos, mosaicos, etcétera.

En el siglo I de nuestra era, el Imperio Romano llegaba hasta Britania, Hispania, el Norte de África (desde Túnez a Mauritania) y toda la antigua Mesopotamia hasta los montes de la India. En ese momento, cuando los romanos ya habían “copiado” la literatura, el arte, la filosofía, la mitología, y trabajaban con mármol pentélico (tanto en arquitectura como en escultura), el Imperio Romano implantó en todos sus territorios la lengua, la moneda, las leyes y las costumbres, lo que se conocería como la “romanización”.

La Columna Trajana: Un Monumento Conmemorativo

Los romanos estaban tan orgullosos de todos sus territorios que decidieron plasmar todas las conquistas militares en grandes y vistosas inscripciones, acompañadas de relieves que representaban las batallas y sus héroes con todo detalle. Un ejemplo claro es la Columna Trajana, un monumento conmemorativo erigido en Roma, en el Foro de Trajano, en el siglo II (concluida en el año 113) por orden del emperador Trajano, que conmemora las victorias frente a los dacios.

Marco Ulpio Trajano fue un importante emperador romano que comandó la mayor expansión militar de la historia romana; durante su reinado se consiguió la máxima expansión del Imperio. La Columna Trajana muestra la conquista de Dacia a través de sus impresionantes relieves tallados en espiral sobre toda su superficie, realizados en mármol de travertino. Unas 2500 figuras (soldados, barcos, puentes, fortificaciones) nos narran las guerras que mantuvo el emperador contra los dacios, de las cuales salió victorioso. Destaca en ellas la mezcla del realismo romano en los rostros y el idealismo griego en los cuerpos de los personajes, encontrándonos además con escenas dotadas de gran realismo.

La columna, hueca y con 38 metros de altura, alberga en su interior una escalera de caracol que permite acceder a la parte superior, donde se encontraba en su origen una escultura en bronce del emperador Trajano, sustituida en la actualidad por la de San Pedro. Para iluminar o incluso a modo de respiradero, se encuentran unas aberturas que, en algunas zonas, han estropeado los relieves, lo que induce a pensar que en un primer momento no estaban previstas.

A su alrededor, se van narrando los hechos acontecidos de manera ascendente y helicoidal, comenzando con el cruce de las legiones del río Danubio, narrando la Primera Guerra Dacia en la parte inferior y la Segunda Guerra en la parte superior, separadas por la diosa Victoria. Existe una perspectiva jerárquica que permite destacar o concentrar la atención en determinadas escenas, utilizando para ello la distorsión del tamaño de las figuras que llenan totalmente todo el espacio sin dejar huecos (horror vacui). Además, las figuras aumentan a medida que se alejan del suelo, siendo mucho más grandes en la parte superior que en la parte inferior para facilitar su visibilidad.

La columna se levanta sobre un basamento y sobre él tenemos un plinto. La basa está decorada con una talla en forma de laurel, y a continuación se encuentra el fuste cilíndrico y un capitel toscano.

Funciones de la Columna Trajana:

  • Culto a Trajano: A través de este monumento conmemorativo, se mostraban las victorias militares del emperador sobre los dacios.
  • Propagandístico: Exaltar y demostrar la grandeza de Roma.
  • Capilla funeraria: Depositar las cenizas de Trajano.

En algunas inscripciones se han encontrado diminutas partículas rojas, lo que indica que, aunque hoy en día carece de color, pudo haber estado policromada. A pesar de encontrarse en el Foro de Trajano, cuya creación estuvo coordinada por Apolodoro de Damasco, no hay ninguna referencia de que fuera él también su creador, por lo que a día de hoy no se sabe quién fue su autor.

El Arte del Antiguo Egipto: Entre lo Divino y lo Terrenal

La antigua cultura egipcia se inició hacia el 3100 a.C., cuando el faraón Narmer unificó el Alto y el Bajo Egipto, y duró hasta el siglo IV a.C., cuando los griegos invadieron parte del país. Esta cultura se formó alrededor del río Nilo, que los antiguos egipcios consideraban sagrado, por lo tanto, era una sociedad agrícola en la que trabajaba la mayor parte del pueblo, formado por diferentes provincias que los faraones iban conquistando.

Estaban dirigidos por la figura del faraón, que era a la vez dirigente político y representante de los dioses; era, por lo tanto, un sistema teocrático. El desarrollo de la sociedad, la cultura y el arte estaban condicionados por la religión politeísta, que destacaba la importancia de la verdadera vida tras la muerte, por lo que ponían mucho cuidado en el proceso de momificación. La creencia en esa vida eterna, a la que aspiraban, es importante para poder entender la realidad artística del Antiguo Egipto.

Se trataba de un arte que estaba destinado a los dioses, por lo que tanto en relieves como en pinturas funerarias se representaban las creencias religiosas con escenas de cortejos fúnebres, ofrendas, escenas cotidianas, escenas de triunfo militar, etcétera. En esta imagen que comentamos podemos ver reflejadas las características de la pintura del Antiguo Egipto:

  • Temática funeraria.
  • Predomina el dibujo sobre el color.
  • Colores planos.
  • No hay profundidad.
  • Se aplica la ley de frontalidad.

Junto a las escenas funerarias se incluían inscripciones jeroglíficas que explicaban lo representado en cartuchos.

El Papiro de Ani: Un Viaje al Más Allá

Para llegar a esa vida eterna que tanto deseaban los egipcios, desarrollaron un sistema de momificación que permitía al difunto llegar intacto al otro lado y despertar. Junto con el cuerpo iba siempre un papiro que, además del nombre del difunto, sus posesiones y sus seres queridos, detallaba siempre una escena en la que el muerto recorría el camino hacia Osiris para conseguir pasar al más allá.

En este caso, comentamos el Papiro de Ani, escrito hacia el 1300 a.C., el papiro más grande que se ha encontrado hasta ahora (mide 26 metros). Fue descubierto en Luxor por el egiptólogo inglés Wallis Budge y hoy está en el Museo Británico. Este tipo de papiro funerario se escribía a lo largo de la vida del difunto; en este caso, fue escrito por tres escribas diferentes que nos cuentan que Ani era un escriba real y administrador del grano. La escena principal representa el camino que deben seguir Ani y su esposa para llegar a la presencia de Osiris; primero se presentan vestidos de blanco ante el dios Anubis con su cabeza de chacal, quien pesa su corazón.

El Arte Románico: Fe, Peregrinación y Poder

Alrededor del año mil, surge un estilo artístico nuevo que intenta seguir las pautas artísticas y arquitectónicas basadas en los romanos y se denominó Románico. Este estilo surge como respuesta a tres grandes acontecimientos:

  • El Terror del Año Mil:

    En este momento, las condiciones climáticas eran extremas, como consecuencia de los periodos de sequía y las lluvias intensas, las cosechas eran malas. Aprovechando esto, la Iglesia cristiana comenzó a leer en sus sermones una oscura profecía: en el Libro del Apocalipsis se citaba que el fin del mundo ocurriría mil años después del nacimiento de Jesús. Cuando llegó el momento que tanto había predicado la Iglesia y no se produjo el fin del mundo, se trasladó la fecha al año 1033, considerando que eran mil años después de la muerte de Jesucristo. Esto dio lugar a la creación de conventos y albergues, y también se construyeron numerosas iglesias como una especie de agradecimiento de que el fin del mundo no había llegado. Esto se recordaba de forma continua a los creyentes mediante las portadas de las iglesias, decoradas con temas del Juicio Final.

  • Las Peregrinaciones:

    Aparecen los monasterios, que adquieren un gran poder, ya que a ellos van a parar las reliquias de diferentes santos. Desde los monasterios se sugiere a los fieles que deben peregrinar al menos una vez en la vida a algún lugar santo, como Roma, Santiago de Compostela o Jerusalén.

  • El Feudalismo:

    En este momento, los nobles se dieron cuenta del poder mental que ejercía la Iglesia, por lo que deciden unirse a ella, formando una unión entre los dos estamentos sociales: clero (Iglesia) y nobleza. Esta unión provocó que las tierras y, por tanto, las riquezas, acabaran en manos de estos dos estamentos. La Iglesia cumplió el papel de mecenas, convirtiéndose en el protector de los artistas, que ya no realizaban obras por sí mismos, siempre repetían lo mismo, ya que era la mano de Dios la que los guiaba.

Podemos decir que el arte románico cumple así la función de exhibir el poder de unos y otros, la nobleza y la Iglesia. Ambos decidieron que el tamaño de los edificios medievales fuera mucho más grande que los edificios convencionales; su propósito no era albergar más gente, sino realzar la superioridad social.

Los Manuscritos Medievales y el Libro de Kells

Hasta la invención de la imprenta, en el siglo XV, todos los libros eran manuscritos. En la Edad Media, eran los monjes y las monjas quienes se ocupaban de los libros, tanto para la Iglesia como para los gobernantes. Usaban el pergamino para la elaboración de los manuscritos y para su encuadernación utilizaban varios tipos de piel. A veces tenían portadas de otros materiales más ricos como oro, plata, piedras preciosas o marfil.

Los libros eran muy escasos y costosos, y se realizaban por encargo de la clase alta, nobleza y clero. Muchas veces se encargaban libros muy densos, como la Biblia; en estos casos, se copiaban por partes. Aun así, el trabajo era muy lento; en un libro de 100 páginas se podría tardar 4 o 5 meses. El pigmento habitual para las letras era el hollín, mezclado con goma y agua. En cuanto a la tipografía, las letras en el Prerrománico se trabajaban todas seguidas, al estilo romano. Fue en el siglo IX cuando se empezaron a usar los signos de puntuación y comenzaron a separar las letras de forma clara, haciendo más fácil la lectura.

El objetivo de la ilustración de los libros medievales no era la belleza o la decoración, sino el valor educativo de las imágenes. En cuanto a la ornamentación, se usaban tres formas: por medio de orlas, la página inicial completa y la página tapiz.

A partir de la caída del Imperio Romano en el siglo V, se produjo una época de migraciones en toda Europa. Los celtas que vivían en Irlanda, evitando las invasiones de los vikingos y germánicos, quedaron aislados y en paz, lo que les permitió desarrollar un arte propio. En el siglo V, San Patricio comenzó una evangelización; los celtas que hasta ahora habían sido politeístas terminaron convirtiéndose al cristianismo. Esto no afectó al estilo decorativo de sus manuscritos, que eran paganos. Lo que sí quedó patente fue el uso de los motivos geométricos.

El Libro de Kells: Un Tesoro de la Miniatura Irlandesa

Todas estas características las podemos apreciar en el libro más destacado de la miniatura irlandesa, el Libro de Kells. Este fue realizado por monjes en la ciudad de Kells, Irlanda, hacia el año 800. Está escrito en latín y contiene los cuatro evangelios de la Biblia. Es un libro lleno de decoración y luz; debido a su gran belleza y a la excelente técnica de su acabado, se considera uno de los más importantes vestigios del arte religioso medieval.

Nunca llegó a terminarse porque fue robado del monasterio que lo albergaba; más tarde fue recuperado, aunque se habían arrancado las primeras páginas. Con un total de 340 hojas de pergamino, está redactado en rojo, negro, amarillo (oropimente), verde (malaquita) y azul (lapislázuli). Se cree que fue realizado por tres personas y sus medidas son de 33 cm de alto y 25 cm de ancho. Actualmente se encuentra en Dublín; se ha podido conservar gracias a que en el año 765 Irlanda fue atacada por los vikingos y los monjes huyeron a Inglaterra, llevándose algunos de sus libros, incluido el Libro de Kells.

El Renacimiento: El Retorno al Clasicismo y la Belleza Ideal

El Renacimiento fue una época en la que se volvió al arte clásico. Los artistas, especialmente los pintores, tenían mucho interés por las proporciones y la búsqueda de la belleza ideal. Cronológicamente, esta época se corresponde con los siglos XV y XVI y se desarrolla en dos núcleos importantes: Italia y el Norte de Europa, donde se desarrolla un nuevo modelo cultural a partir del Humanismo (movimiento intelectual basado en la filosofía neoplatónica que defiende la individualidad e indica de nuevo la costumbre de la lectura crítica), que defiende el estudio de todas las materias y la individualidad.

Esta nueva sociedad es antropocentrista y se opone al teocentrismo de la Edad Media. En el Renacimiento, el individuo tiene importancia por sí mismo y el artista tenía su propia identidad. Además, los artistas encontrarán nuevos mecenas o protectores que les apoyan y les encargan obras: banqueros, príncipes, etcétera, que aceptarán ideas más novedosas. A todo esto, se une la invención de la imprenta y muchos artistas deciden plasmar sus diseños en tratados. Esta idea se basa en la publicación de un arquitecto romano del siglo II, Marco Vitruvio.

En la escultura se vuelve al mundo clásico. También avanzaron en la pintura, desarrollando diferentes tipos de perspectivas: lineal, aérea y escorzo.

Sandro Botticelli y”El Nacimiento de Venu”

Sandro Botticelli fue uno de los artistas que destacó en la pintura. Fue uno de los primeros maestros del Renacimiento italiano y su obra es considerada como el exponente máximo de la gracia lineal de la pintura. Sus obras son conocidas por presentar escenas mitológicas; entre las más reconocidas está «El Nacimiento de Venus».

Esta obra, del siglo XV, es una de las más famosas de Botticelli. Está realizada en lienzo sobre tabla y fue pintada para un miembro de la familia Médici, para decorar uno de sus palacios. El momento que representa el artista es la llegada de la diosa Venus, tras su nacimiento, a la isla de Citera, empujada por el viento, como describe Homero, quien sirvió de fuente literaria para la obra de Botticelli.

Venus aparece en el centro de la composición sobre una enorme concha; sus largos cabellos rubios cubren sus partes íntimas mientras que con su brazo derecho trata de taparse el pecho, repitiendo una postura típica en las estatuas romanas. En la parte superior izquierda podemos ver a Céfiro, el dios del viento, junto a Aura, la diosa de la brisa, enlazados. En la orilla aparece una de las diosas de las estaciones, las Horas, en concreto la Primavera, que lleva su manto decorado con motivos florales. La Hora espera a la diosa para arroparla con un manto también floreado; las rosas caen junto a Venus, ya que la tradición dice que surgieron con ella.

El cuadro representa la simetría y proporción del Renacimiento, especialmente del Quattrocento. Venus ocupa el centro y la línea vertical de su cuerpo divide en dos zonas el cuadro. Los personajes representan un movimiento caracterizado por el cabello, los mantos, las prendas de ropa y los músculos tensos de cada uno de ellos. Predomina la línea sobre el color; emplea una línea oscura que refuerza los contornos, como si se tratara de una escultura clásica. Asimismo, Botticelli utiliza una paleta clara de colores como turquesas, verdes, celestes, rosas y naranjas, acompañados de toques dorados en las alas de los vientos. La luz es cenital y representativa, destaca la zona central del cuadro, donde se encuentra Venus, y podemos ver que la zona derecha de la escena está más oscura y llena de sombras.