Los romanos eran politeístas y supersticiosos, y basaban su relación con los dioses en el temor. Como estaban convencidos de que existían ciertos poderes indescifrables y ocultos—los numina—que parecían perseguirlos a todas horas, se refugiaban en una religión basada en actos externos de culto y no en doctrinas y dogmas de fe. Otra de las características de la religión romana era el sincretismo religioso, es decir, que toleró y acogió como propios a toda una serie de creencias, cultos y divinidades. Por ejemplo, asimiló las divinidades griegas y también muchas divinidades de Oriente, como Cibeles, Mitra, Isis y Osiris. No obstante, a pesar del sincretismo religioso, Roma rechazó el cristianismo y lo persiguió durante mucho tiempo, hasta que se rindió ante él. A partir del siglo d. C., el cristianismo se fue extendiendo por el imperio, especialmente en las ciudades. El carácter monoteísta del cristianismo no permitía el culto al emperador, que, desde Augusto y por influjo oriental, se había instalado en Roma, por lo que los cristianos fueron acusados de impiedad y se les persiguió. No obstante, las persecuciones no lograron detener el avance imparable de la nueva religión. A partir del Edicto de Milán, del año 313, el cristianismo gozó de los mismos derechos que las demás religiones, y con el Edicto de Tesalónica, del año 380, se convirtió en la religión oficial de Roma.

1.2 Los Cultos

Basada, como decimos, en el ritual más que en la moral, la religión romana conoció varios tipos de cultos:

  • El culto popular: Más propio de las clases bajas, tenía carácter agrario y los rituales estaban orientados a la obtención de prósperas cosechas.
  • El culto familiar: Cada casa era un pequeño templo. El padre de familia (paterfamilias) ejercía como sacerdote, que dirigía unos rituales en honor de tres tipos de divinidades: los lares familiares, que protegían a todos los miembros de la familia;
  • los penates, que les aseguraban el pan de cada día, y los manes, los espíritus de los antepasados.
  • El culto público: Las principales manifestaciones del culto público eran las plegarias y los sacrificios colectivos.

Todas las ceremonias debían llevarse a cabo a la perfección, exactamente como estaba estipulado, y todo ello supervisado por el sacerdote que presidía la ceremonia. Los sacerdotes romanos se agrupaban en distintos colegios: eran los siguientes:

  • los pontífices, responsables de lo que podemos llamar la religión nacional;
  • los augures, especialistas en interpretar la voluntad de los dioses a partir de ciertos fenómenos e indicios;
  • las vestales, unas mujeres vírgenes responsables de conservar el fuego sagrado en el templo de la diosa Vesta.

El Culto al Emperador

A partir de Julio César y Augusto, los romanos divinizaron al emperador después de su muerte, costumbre heredada de Oriente. Esta práctica, llamada apoteosis, elevaba al emperador a la categoría de divino. En su honor se levantaban templos y estatuas, y todos los habitantes del Imperio tenían la obligación de celebrar su culto. Durante mucho tiempo, la apoteosis de los emperadores sirvió para mantener la unidad en la religión romana frente a la presencia, cada vez mayor, de cultos extranjeros. De alguna manera, este culto hizo confluir religión y Estado en una sola figura.

Divinidades

Divinidades Autóctonas Romanas

Los primitivos romanos adoraban a muchas divinidades arraigadas en los ámbitos agrícola y familiar, como:

  • Faunia (diosa de los rebaños),
  • Flora (diosa de las plantas),
  • Pomona (diosa de los frutos),
  • Vesta (diosa del hogar).

Divinidades Importadas de Grecia

A partir de la época republicana se fueron asimilando las divinidades olímpicas griegas, aunque normalmente con otros nombres. Las tres divinidades más importantes eran:

  • Júpiter, equivalente al Zeus de los griegos. Dios todopoderoso del cielo y del universo, los romanos lo adornaron más con el cetro que con el rayo.
  • Juno, su legítima esposa, tenía como símbolos el pavo real y la granada. Era la Hera del panteón griego.
  • Minerva, diosa de la sabiduría y la inteligencia. Correspondía a la Atenea de los griegos. Los romanos la representaron con el casco y la lanza.

Las demás divinidades olímpicas eran:

  • Neptuno, dios del mar, representado con el tridente, como el Poseidón griego.
  • Marte, dios de la guerra, asimilado al griego Ares. Se le representaba con lanza y casco, y en actitud beligerante.
  • Venus, diosa de la sensualidad y los placeres, como la Afrodita griega. Era la madre de Cupido, el deseo amoroso. Su atributo era la paloma.
  • Diana, asimilada a la Artemisa griega, estaba vinculada a la Luna. Los romanos la caracterizaron como una cazadora con el arco y las flechas.
  • Apolo, el único dios que no cambió de nombre ni de aspecto. Relacionado con el Sol y las bellas artes, los romanos lo adornaron con el arco y con la lira.
  • Ceres, se asimiló a la Deméter de los griegos. Esta diosa fomentaba la fecundidad de la tierra. La distinguían la hoz y la gavilla de espigas.
  • Vulcano, era el dios artesano, el hábil trabajador manual que fabricaba tronos y armaduras, al igual que el Hefesto de los griegos. Sus símbolos eran el yunque y el martillo.
  • Mercurio, estaba asimilado al Hermes griego, aunque en Roma fue más el patrón de los comerciantes que el mensajero de los dioses. Se distinguía por llevar las sandalias aladas y un bastón llamado caduceo.
  • Vesta, era la protectora del hogar. Sus templos tenían forma circular, y las vestales, las sacerdotisas que cuidaban su culto y mantenían vivo el fuego sagrado, no podían casarse durante los treinta años que estaban al servicio de la diosa.
  • Plutón y Baco, respectivamente Hades y Dioniso del panteón griego, no arraigaron entre los romanos. El primero les resultaba odioso, y el segundo fue mal interpretado y mal adaptado; las fiestas en su honor, conocidas como bacanales, ya fueron prohibidas por un decreto del Senado en el año 186 a. C.