Fernando VII: Absolutismo, Liberalismo y la Emancipación de la América Española

Fernando VII (1784-1833), hijo de Carlos IV y María Luisa de Parma, reinó en España con escaso acierto entre 1814 y 1833. Fue el último monarca absoluto del país, aunque en realidad el poder fue ejercido por un círculo de asesores privados, conocidos como “la Camarilla”.

Su reinado coincide, a nivel internacional, con el periodo de la Restauración. Después de la derrota de Napoleón, las potencias europeas, reunidas en el Congreso de Viena (1814-1815), se comprometieron a restablecer las monarquías absolutistas. Para frenar los movimientos revolucionarios de carácter liberal, se creó la “Santa Alianza”, en la que los monarcas absolutos de Europa se comprometían a una mutua ayuda militar.

El rey Fernando VII regresó en 1814 de su exilio y su primer acto fue abolir la Constitución de 1812 y restaurar el absolutismo como fórmula de gobierno. El rey contó con el apoyo de parte del ejército, la nobleza, el clero y un pueblo que le aclamaba con el sobrenombre de El Deseado.

Características Generales del Periodo

  • Grave crisis económica derivada de la guerra y agravada por la vuelta a las atrasadas estructuras económicas del Antiguo Régimen y por la pérdida de las colonias americanas. Un claro exponente fue el déficit de la Hacienda Pública, que durante todo el periodo se encontró al borde de la bancarrota, con un continuo endeudamiento imposible de equilibrar, ya que la recaudación escaseaba por la pobreza general del país, el cese de la llegada de metales preciosos americanos y el hecho de que los grandes propietarios agrarios (nobleza y clero) seguían sin pagar impuestos.
  • Mal gobierno: Ineptitud de los ministros, que formaban una “Camarilla” con cambios frecuentes y poca preparación.
  • Inestabilidad política que se tradujo en constantes conspiraciones liberales y alzamientos o pronunciamientos encabezados por militares que, durante la Guerra de la Independencia, se habían imbuido de la ideología liberal. Un pronunciamiento puede definirse como la utilización de tropas del ejército, instigadas por una autoridad militar, para derrocar el gobierno vigente e imponer un cambio en la trayectoria política del país. Aquí comienza la intervención del ejército en la política española, que sería una constante durante todo el siglo XIX y gran parte del XX.
  • Difícil convivencia entre los integrantes de las diversas opciones políticas, como prueba el endurecimiento del enfrentamiento entre absolutistas y liberales. Se convirtió en práctica habitual el exilio, cuando no el encarcelamiento y ejecución, de los enemigos políticos cada vez que se producía un cambio.
  • El problema de la sucesión al trono marcó el último periodo del reinado de Fernando VII. La falta de descendencia del rey había hecho concebir esperanzas a su hermano Carlos María Isidro de heredar la corona tras su muerte. Cuando en 1830 nació la futura Isabel II, cambió por completo el panorama sucesorio y Fernando VII publicó la Pragmática Sanción, que derogaba la Ley Sálica que, desde la llegada de los Borbones a España, impedía acceder a las mujeres al trono. La situación dejó de ser un mero problema sucesorio cuando los absolutistas se aglutinaron en torno al Infante Don Carlos y los liberales apoyaron a la futura reina. En este conflicto está el origen de las guerras civiles, conocidas como Guerras Carlistas, que se extendieron por gran parte del siglo XIX.

El reinado de Fernando VII se divide en tres periodos claramente delimitados: el Sexenio Absolutista (1814-1820), el Trienio Liberal (1820-1823) y la Década Ominosa (1823-1833).

El Sexenio Absolutista (1814-1820)

Fernando VII regresó a España en marzo de 1814, envuelto por el apoyo popular que le aclamaba con el apelativo de “El Deseado”. En mayo, inició la vuelta al absolutismo, declaró ilegal la convocatoria de Cortes de Cádiz y anuló toda su obra legislativa, acusándoles de haberle despojado de su soberanía.

El Sexenio Absolutista se caracterizó por un retorno a las estructuras propias del Antiguo Régimen: se recuperaron los privilegios señoriales, se restableció la Inquisición, retornaron los Jesuitas, se eliminó la libertad de prensa, se suprimieron los Gobiernos Civiles y se restablecieron las Capitanías Generales, entre otras medidas.

Apoyos para la Restauración Absolutista

  • Una parte del ejército de ideología contrarrevolucionaria, la Iglesia y la nobleza terrateniente.
  • El ambiente contrarrevolucionario que dominaba en Europa tras la caída de Napoleón.
  • La falta de apoyo popular a la Constitución, que en el fondo era obra de una minoría de burgueses de ideología liberal.
  • Medidas policiales: exilio de afrancesados y liberales, con una dura represión.
  • Sentimientos nacionalistas que se identificaban con el absolutismo, puesto que se seguía viendo el sistema liberal como algo llegado de Francia.

Los liberales seguían siendo una minoría de burgueses, intelectuales y militares, que no contaban con el respaldo popular de una población mayoritariamente campesina y analfabeta. La inexistencia de libertad de prensa, tan necesaria para la difusión de la ideología liberal, dificultaba su crecimiento. Los liberales se refugiaron en sociedades secretas de conspiración que empezaron a crecer en estos momentos (Sociedades Patrióticas, grupos masónicos…).

Es muy destacable la importancia del liberalismo dentro del ejército. Frente al ejército y mandos procedentes del Antiguo Régimen y de ideología absolutista, habían crecido a lo largo de la Guerra de la Independencia nuevos mandos de origen campesino (guerrilleros) y de clases urbanas de ideología liberal (paisanos ascendidos).

Estos militares de ideología liberal protagonizaron intentonas golpistas encaminadas a restaurar la Constitución de 1812 y acabar con el absolutismo: Espoz y Mina en Pamplona, Porlier en La Coruña o Lacy en Barcelona. Estos intentos golpistas se vieron ayudados por el descontento popular que comprobaba que la vuelta del rey no había mejorado su situación económica.

El Trienio Liberal (1820-1823)

El 1 de enero de 1820, el Comandante Rafael de Riego se levantó a favor de la Constitución de 1812 en Cabezas de San Juan (Sevilla), al frente de las tropas que estaban acuarteladas para partir hacia América a sofocar la insurrección de las colonias. Riego recorrió con sus tropas Andalucía y, a la vez, se iniciaron otras sublevaciones por la península (Galicia y Aragón). El 10 de marzo, una multitud cercó el Palacio Real de Madrid y el rey se vio obligado a aceptar la situación y firmar la Constitución.

Se inició el segundo intento de Revolución Liberal en España. Además de volver a entrar en vigor la Constitución de 1812, se recuperó la legislación liberal de Cádiz: supresión de la Inquisición, liberalización del comercio e industria, supresión de señoríos, desamortizaciones y reformas fiscales.

Nacieron las Juntas Liberales en las ciudades, que se pusieron al frente de los ayuntamientos, siguiendo el modelo de 1808.

Se organizó una Milicia Nacional, que nació como una fuerza cívico-militar para conservar el orden público y defender la Constitución.

Se inició el ataque a la Iglesia, con supresión de órdenes monacales y desamortización de tierras de los monasterios con el fin de disminuir la deuda pública, que superaba una cuarta parte del presupuesto nacional.

En estos momentos, asistimos a la ruptura del bloque liberal en dos grupos, en función de su postura ante la aplicación de las medidas liberales, que son el germen de los futuros partidos Moderado y Progresista que actuarían durante el reinado de Isabel II:

  • Moderados: Integrados mayoritariamente por los que participaron en las Cortes de Cádiz. Defendían el sufragio censitario (restringiendo la plena soberanía popular) y la creación de una cámara alta (Senado).
  • Exaltados: Eran los jóvenes seguidores de Riego que se atribuían la victoria de la revolución de 1820. Dieron origen al futuro partido Progresista. Defendían el sufragio universal y una única cámara en las Cortes, como máxima expresión de la Soberanía Nacional.