El Reinado de Isabel II: Moderados, Progresistas y la Crisis del Liberalismo en España (1844-1868)
Década Moderada (1844-1854)
La consolidación definitiva del régimen liberal de España se produjo bajo la hegemonía política del liberalismo moderado, representado por el general Narváez. La Constitución de 1845 se caracterizó por establecer una soberanía compartida entre el Rey y las Cortes. Otorgaba además amplios poderes al monarca, que tenía la facultad de disolver las Cortes y vetar sus decisiones. Contemplaba la existencia de dos cámaras: la del Senado y la del Congreso.
Otro de los elementos clave del gobierno moderado fue la organización administrativa, en la que se llevó a cabo una fuerte centralización del Estado. Durante esta etapa también se aprobaron numerosas leyes y reformas dentro de la política interior moderada:
- En 1844, se suprimió la Milicia Nacional y en su lugar se creó la Guardia Civil.
- Se realizó una reforma de la Hacienda pública, cuyos encargados fueron Mon y Santillán, que la organizaron en impuestos directos e indirectos.
- En 1851, tuvo lugar el acuerdo global entre la Iglesia y el Estado a través del Concordato con la Santa Sede. Mediante él, la Iglesia aceptó la desamortización, se le concedió la capacidad jurídica para comprar bienes, reconoció a Isabel II como reina legítima y permitió al Estado participar en la designación eclesiástica.
- Se procedió a una unificación legislativa que contribuyera a la centralización del Estado. Se adoptó un único sistema métrico decimal, se aprobó un nuevo Código Penal (1848) y se impulsó el establecimiento del sistema nacional de instrucción pública (formalizado con la Ley Moyano de 1857).
Sin embargo, la sucesión de los distintos gobiernos moderados no terminó de dar estabilidad política al país y la corrupción fue en aumento.
Bienio Progresista (1854-1856)
En 1854, la situación insostenible del régimen moderado dio lugar a una profunda crisis, fruto de la unión de tres acontecimientos: la oposición de algunos moderados, la actividad insurreccional de progresistas y demócratas, y la movilización popular. Como resultado, en junio de 1854, tuvo lugar el levantamiento del general O’Donnell en Vicálvaro (conocido como la Vicalvarada). Los sublevados publicaron el Manifiesto de Manzanares, en el que se recogieron la reforma de las leyes electorales y de imprenta, la descentralización del poder estatal y el restablecimiento de la Milicia Nacional. La participación de las clases populares tuvo un papel importante. Ante esta situación, la Reina Isabel II se vio obligada a entregar el poder a Espartero.
Tras la celebración de nuevas elecciones, que dieron la victoria a los progresistas, el nuevo gobierno intentó reponer algunos de sus principios ideológicos. Uno de sus grandes propósitos fue la preparación de la Constitución de 1856, llamada “non nata” porque no llegó a publicarse. Esta constitución, de carácter progresista, establecía una soberanía nacional, e incluía la reunión automática de las Cortes, la abolición de la pena de muerte y la libertad de consciencia. Pero el Bienio destacó sobre todo por su legislación económica, con dos pilares fundamentales:
- La desamortización general de Madoz (1855): en ella se pusieron en venta dos tipos de bienes, los eclesiásticos y los municipales.
- La regulación del transporte ferroviario, que tuvo como fin permitir la circulación de capitales a través de varias medidas, como la aprobación de la Ley de Ferrocarriles (1855).
A pesar de todas estas medidas, el gobierno progresista acabó entrando en crisis por la creciente conflictividad social, la hostilidad de la Corona y los grupos moderados. La influencia de estos factores hizo que se produjera la caída del gobierno progresista y la dimisión de Espartero, que fue sustituido por el general O’Donnell.
Vuelta al Moderantismo y la Unión Liberal (1856-1868)
Con la caída del régimen progresista, los moderados intentaron volver a la política anterior. Tras un breve gobierno de O’Donnell, la Reina entregó la presidencia del Consejo de Ministros a Narváez, quien trató de eliminar el progresismo del período anterior y volvió a la Constitución de 1845. En este período también se aprobó la Ley Moyano (1857), fundamental para la educación.
Sin embargo, las continuas disputas internas en los gobiernos moderados y las malas cosechas, unidas a un comercio que se centraba únicamente en las exportaciones, provocaron una crisis que dio lugar a la caída de Narváez y al regreso de O’Donnell al frente de la Unión Liberal. El principal objetivo de este partido fue lograr mantener el orden y llevar a cabo nuevas reformas. España vivió una expansión económica y, además, se llevó a cabo una importante política de obras públicas. España participó en expediciones militares fuera de su territorio, una política que trataba de recuperar el prestigio de España como potencia internacional. Sin embargo, este gobierno no estuvo libre de problemas y tuvo que hacer frente a nuevas sublevaciones carlistas.
Crisis Final del Reinado de Isabel II (1863-1868)
Desde 1863 hasta 1868, los últimos años del reinado de Isabel II estuvieron caracterizados por la sucesión de numerosos gobiernos moderados y unionistas. Fueron dos las causas principales que dieron lugar a la Revolución de 1868 (“La Gloriosa”):
- En el ámbito político, los gobiernos extremadamente moderados de Narváez y González Bravo, que actuaron muchas veces ignorando la función de las Cortes y contando con el consentimiento de la Reina, llevando a cabo una fuerte represión, como la realizada tras la Noche de San Daniel (1865) o tras el pronunciamiento de los sargentos del cuartel de San Gil (1866).
- Como resultado de lo anterior, se empezó a cuestionar la legitimidad de la monarquía y se formó una oposición política cohesionada, en la que destacó la figura del general Prim, quien desde el exilio reorganizó esta oposición mediante el Pacto de Ostende (1866).