Poblamiento Inicial

El poblamiento humano inicial de la Península Ibérica se inscribe en el contexto más amplio de la expansión del género Homo fuera de África durante el Pleistoceno inferior. La península constituye una de las áreas clave para comprender esta diáspora temprana debido a su posición en el extremo suroccidental de Europa, la abundancia de registros paleoambientales y la riqueza de yacimientos arqueológicos. A partir de los 1,5 millones de años antes del presente (Ma BP), se documentan las primeras evidencias de presencia humana.

Las primeras ocupaciones documentadas se sitúan entre 1,5 y 1,2 Ma BP, en un marco climático caracterizado por oscilaciones glaciales e interglaciales, con paisajes de tipo mosaico: alternancia de ambientes más esteparios y otros más boscosos, que ofrecían una alta diversidad de recursos. Estas condiciones habrían favorecido rutas migratorias desde África a través del corredor levantino o del estrecho de Gibraltar.

Yacimientos Clave

Sima del Elefante (Atapuerca, TE9): datada entre 1,2 y 1,5 Ma BP, proporciona restos humanos (mandíbula, falange, húmero) asociados a industria lítica Modo 1 (lascas sin retoque), en un contexto estratigráfico bien conservado.

Barranco León y Fuente Nueva 3 (Orce, Granada): en la cuenca de Guadix-Baza, con dataciones entre 1,3 y 1,2 Ma BP, han proporcionado restos humanos y más de 2.000 útiles líticos. Se documentan marcas de corte en fauna y evidencias de manufactura sobre sílex, cuarcita y caliza.

Vallparadís (Barcelona) y La Boella (Tarragona): en torno a 0,9–0,8 Ma BP, consolidan la dispersión hacia el noreste peninsular. En La Boella, destaca la explotación de megafauna como Mammuthus meridionalis, posiblemente mediante carroñeo.

Cueva Negra del Estrecho del Río Quípar (Murcia): presenta una de las evidencias más antiguas de uso del fuego en Europa (ca. 800 ka BP), aunque su origen antrópico es discutido.

Estas evidencias se asocian a un homínido arcaico próximo a Homo erectus, aunque los hallazgos de Atapuerca permiten definir la especie Homo antecessor, considerada un antepasado común de Homo sapiens y H. neanderthalensis.

El Paleolítico Medio

El Paleolítico Medio en la Península Ibérica se desarrolla entre ca. 300.000 y 40.000 años BP, enmarcado en los estadios isotópicos MIS 8 a MIS 3. Este periodo se caracteriza por una notable diversidad climática, con alternancia de glaciaciones (Riss, Würm) e interglaciares (como el Eemiense), y por la expansión y consolidación del Homo neanderthalensis en el continente europeo. En este contexto, la Península Ibérica se convierte en un territorio de gran valor arqueológico, tanto por la cantidad de yacimientos como por la información paleoambiental y cultural que conservan.

Durante el Paleolítico Medio se documenta una amplia variabilidad ecológica: estepas, bosques caducifolios, paisajes montañosos y zonas húmedas, lo que motivó una alta movilidad de los grupos humanos, adaptados a condiciones climáticas cambiantes. Esta diversidad se traduce en una estrategia de subsistencia oportunista y versátil, combinando caza mayor, fauna menor, recolección vegetal estacional y explotación de nichos costeros y fluviales.

La organización social se refleja en la alternancia entre campamentos base y campamentos especializados, con evidencia de estructuración del espacio (áreas de talla, hogares, zonas de descarte), y el uso recurrente del fuego como elemento técnico y simbólico.

El Paleolítico Medio peninsular está vinculado al tecno-complejo musteriense, representado por el Modo 3:

  • Técnica Levallois: sistema de talla que permite obtener lascas predeterminadas a partir de núcleos preparados, mediante extracciones centrípetas o paralelas.
  • Mayor eficiencia en el uso de la materia prima (sílex, cuarcita, cuarzo).

Los útiles más característicos son: raederas, muescas, denticulados, puntas musterienses, con retoques funcionales. Aparición puntual de retocadores óseos y fragmentos termoalterados. Comienzan a observarse indicios de especialización funcional en ciertos contextos.

El Paleolítico Medio peninsular está protagonizado por el Homo neanderthalensis, descendiente evolutivo del H. heidelbergensis. Esta especie muestra una adaptación excepcional a climas fríos y terrenos abruptos.

Los principales yacimientos del Paleolítico Medio peninsular reflejan la complejidad cultural de los neandertales: El Sidrón muestra canibalismo ritual y cohesión social (MIS 3), Cova Bolomor evidencia el control del fuego y diversidad alimentaria (MIS 7–5e), y El Salt conserva los últimos restos neandertales del Levante, con uso vegetal y ocupaciones reiteradas. En conjunto, el periodo revela una alta adaptabilidad ecológica, tecnologías avanzadas y comportamientos simbólicos.

Paleolítico Superior

El Paleolítico Superior abarca aproximadamente desde 42.000–40.000 hasta 12.000 años BP, coincidiendo con la llegada del Homo sapiens y el desarrollo de nuevas formas culturales, tecnológicas y simbólicas. Se caracteriza por una gran variabilidad climática y un modelo de movilidad territorial organizada, con alternancia entre campamentos base y logísticos.

Desde el punto de vista tecnológico, se da el paso al Modo 4, con industria laminar y microlaminar, uso de percusión blanda y talla por presión, y el desarrollo de tecnología ósea especializada: azagayas, arpones, propulsores, agujas y objetos ornamentales. Las culturas arqueológicas se agrupan en cuatro grandes complejos:

  • Auriñaciense (40–26 ka BP): primeras industrias del Homo sapiens, con azagayas de base hendida y hojitas Dufour.
  • Gravetiense (26–21 ka BP): puntas de dorso recto (Gravette), microlitización, expansión territorial.
  • Solutrense (21–16 ka BP): retoque plano-cubriente, talla por presión, puntas foliáceas y base cóncava.
  • Magdaleniense (16–12 ka BP): auge de la industria ósea, microlitización, propulsores, arpones y arte mueble.

El arte adquiere una dimensión simbólica destacada, con desarrollo del arte parietal y mobiliar, objetos decorados y prácticas rituales. El patrón de poblamiento varía según región: mayor densidad en la Cornisa Cantábrica durante el Magdaleniense, mientras que en el sur peninsular predominan asentamientos logísticos, en cuevas o abrigos próximos a recursos dispersos.

En conjunto, el Paleolítico Superior representa una etapa de intensificación cultural, diversificación tecnológica y expresión simbólica compleja, que culmina con la transición hacia los modos de vida mesolíticos y neolíticos.

Transición del Paleolítico Medio al Superior

La transición del Paleolítico Medio al Superior en la Península Ibérica constituye una de las fases más complejas y debatidas del proceso de evolución cultural humana. Se extiende, en términos cronológicos, entre los 50.000 y los 35.000 años antes del presente (BP), en el marco de los estadios isotópicos MIS 4 y MIS 3, justo antes del pleno desarrollo del Último Máximo Glaciar.

Desde el punto de vista cultural, este período se considera una etapa liminal, marcada por la coexistencia de elementos del Musteriense (Modo 3), propio de los neandertales, y la aparición de las primeras industrias del Paleolítico Superior (Modo 4), que tradicionalmente se vinculan al Homo sapiens. A este respecto, destacan las denominadas industrias de transición, entre las que se encuentran el Auriñaciense de transición y el Chatelperroniense.

El Auriñaciense de transición ha sido documentado en la Cornisa Cantábrica y el Chatelperroniense ha sido identificado en la zona norte (Asturias y País Vasco), presentando puntas sobre hoja y esquemas operativos discoides, así como herramientas típicas tanto del Paleolítico Medio (muescas, denticulados) como del Superior (hojitas de dorso, raspadores). Esta combinación refuerza la tesis de que la transición tecnológica fue progresiva y no rupturista, sugiriendo escenarios de hibridación técnica o continuidad cultural.

En este marco, surge la hipótesis de la Frontera del Ebro, que postula una persistencia tardía del tecnocomplejo musteriense al sur de dicho río, mientras que en el norte peninsular ya se documentan industrias claramente adscritas al Paleolítico Superior. Esta propuesta se apoya en varios yacimientos clave: Cueva Antón (Murcia), El Salt (Alicante) y Gorham’s Cave (Gibraltar).

La desaparición de los neandertales no fue abrupta, sino consecuencia de múltiples factores: competencia con los Homo sapiens, cambios climáticos y aislamiento demográfico. La transición al Paleolítico Superior en la Península Ibérica fue un proceso gradual y desigual, con coexistencia de tradiciones culturales. Las industrias de transición y la hipótesis de la Frontera del Ebro ilustran la compleja interacción entre neandertales y humanos modernos.

Paleolítico Superior en la Península Ibérica

Entre 42.000–40.000 y 12.000 años BP. Coincide con la expansión del Homo sapiens y la desaparición de los neandertales. Clima inestable: glaciación de Würm, eventos Heinrich y oscilaciones templadas.

Tecnología – Modo 4: Talla laminar y microlaminar, con núcleos prismáticos. Percusión blanda y talla por presión. Introducción de industria ósea especializada (hueso, asta, marfil). Uso de propulsor y aparición del arco.

Complejos culturales:

  • Auriñaciense (40–26 ka BP): primeras industrias del H. sapiens, hojitas Dufour, azagayas de base hendida.
  • Gravetiense (26–21 ka BP): microlitización, puntas de la Gravette, azagayas tipo Isturitz.
  • Solutrense (21–16 ka BP): puntas foliáceas (base cóncava, escotadura, pedúnculo), retoque plano-cubriente.
  • Magdaleniense (16–12 ka BP): auge de la industria ósea, arte mueble y rupestre, máxima especialización técnica.

Modo de vida y hábitat: Economía cazadora-recolectora con mayor especialización cinegética. Aprovechamiento de fauna terrestre, acuática y vegetales.

Asentamientos:

  • Base/residenciales: largos, multifuncionales.
  • Logísticos/especializados: caza, pesca, extracción de materias primas.

Estructuración compleja: hogares, zonas de actividad, posibles cabañas.

Simbolismo y cultura material: Arte mueble y rupestre en el norte y levante peninsular. Ornamentación: colgantes, varillas decoradas, objetos rituales. Instrumentos musicales: flautas, silbatos. Ejemplo destacado: Losa grabada del Molí del Salt (representación de hábitat).

Diferencias regionales:

  • Norte peninsular: mayor densidad de poblamiento en el Magdaleniense.
  • Sur y este: asentamientos más dispersos, tipo logístico.

Refugios ecológicos al sur en climas fríos, inversión del patrón en fases templadas.

Conclusión: Marca la plena consolidación del Homo sapiens en la península. Se caracteriza por una tecnología más compleja, expresiones simbólicas avanzadas (arte, ritualidad), especialización económica y diferenciación regional. Supone uno de los momentos de mayor riqueza cultural de la prehistoria europea.

Neolítico en la Península Ibérica

Comienza hacia 5500–5300 a.C. y se extiende hasta el 3000 a.C., con variaciones regionales.

Se distinguen varias fases:

  • Antiguo o inicial (ca. 5500–4500 a.C.): primeras comunidades agrícolas.
  • Medio (4500–4000 a.C.): expansión y regionalización.
  • Final o reciente (4000–3000 a.C.): megalitismo, jerarquización social.

Origen y difusión: desde el Mediterráneo oriental, vía marítima (costa levantina) y terrestre (valles del Ebro y Guadalquivir). Combinación de difusión demográfica y aculturación local. Se documenta tanto la colonización de nuevos territorios como la integración de grupos mesolíticos.

Economía: Introducción de la agricultura (trigo, cebada, leguminosas) y la ganadería (ovejas, cabras, vacas, cerdos). Complemento con caza, pesca y recolección. Mayor sedentarismo y construcción de poblados.

Asentamientos: En cuevas reutilizadas, abrigos y hábitats al aire libre. Viviendas rectangulares u ovales, con suelos de arcilla y zócalos de piedra. Presencia de silos, hogares, y estructuras comunales.

Materialidad: Cerámica cardial y espatulada: decoración con conchas (Cardium), incisiones, impresiones. Industria pulida (hachas, azuelas), lítica tallada (láminas, microlitos). Textiles, cestería, elementos de adorno (colgantes, cuentas).

Megalitismo

Fenómeno arquitectónico y ritual característico del Neolítico reciente (ca. 4000–3000 a.C.) que se manifiesta en la construcción de monumentos funerarios colectivos mediante grandes bloques de piedra (megalitos). Estos monumentos, como dólmenes, sepulcros de corredor, túmulos y menhires, funcionaban como espacios de enterramiento, de memoria ancestral y posiblemente de cohesión comunitaria. Su distribución abarca amplias zonas de la Península Ibérica (Andalucía, Galicia, Extremadura,…), y refleja una estructura social más compleja, donde el culto a los antepasados, el control del territorio y la monumentalidad se convierten en elementos clave de las primeras sociedades campesinas. Además, presentan una dimensión simbólica significativa, visible en las decoraciones grabadas, ídolos y orientación astronómica de algunas estructuras.

Economía de Amplio Espectro

Modelo adaptativo propio del Epipaleolítico y Mesolítico, caracterizado por la diversificación de recursos explotados en respuesta a los cambios climáticos del Holoceno. Frente a la caza especializada del Paleolítico Superior, estas comunidades desarrollaron una subsistencia más flexible, basada en la combinación de caza menor (conejo, aves), pesca fluvial y marina, recolección de frutos, mariscos, semillas y raíces. Esta estrategia se asocia a una mayor residencialidad estacional, aprovechamiento intensivo del entorno inmediato, y en algunos casos, inicio de procesos de sedentarización. La economía de amplio espectro refleja una respuesta eficiente a la fragmentación ecológica postglacial y preparó el terreno para la transición hacia modos de vida neolíticos basados en la producción de alimentos.

El Fenómeno Campaniforme

El fenómeno campaniforme (ca. 2500–1800 a.C.) fue una manifestación cultural que se extendió por la Península Ibérica, donde tuvo un papel destacado. Se caracteriza por la aparición de una cerámica distintiva en forma de campana invertida, decorada con motivos incisos o impresos, asociada a un conjunto de objetos de prestigio: puñales de cobre, puntas de flecha, brazaletes de arquero, botones en V y adornos. Más que una cultura homogénea, representa un símbolo de estatus y pertenencia, adoptado por diferentes comunidades locales. Se vincula a cambios en las estructuras sociales, con signos de jerarquización y prestigio individual, y se encuentra frecuentemente en enterramientos individuales con ajuares diferenciados. El fenómeno también refleja una intensificación de las redes de intercambio, la expansión de la metalurgia del cobre, y formas emergentes de identidad y poder en el tránsito hacia la Edad del Bronce.

Críticas al Modelo Démico

  1. Discontinuidad en el registro: no siempre hay ruptura clara entre el Mesolítico y el Neolítico. Algunos yacimientos (Font des Pigeons, Forcas II, Cueva de la Cocina) muestran continuidad material.
  2. Supuesto crecimiento demográfico: no está arqueológicamente documentado; puede exagerarse la aportación de los colonos.
  3. Ausencia de impacto ambiental temprano: los signos claros de agricultura extensiva (deforestación) no aparecen hasta el Neolítico final.
  4. Subestimación del papel mesolítico: los últimos cazadores-recolectores eran estables y semisedentarios, con alta capacidad adaptativa y demográfica.

Modelos Explicativos de la Neolitización

Modelos Démicos (difusión por migración)

Plantean que el Neolítico se expande la Península Ibérica a través del desplazamiento de grupos humanos productores, que introducen de forma directa la agricultura, la ganadería y la cerámica.

  1. Modelo de la ola de avance (Ammerman & Cavalli-Sforza): expansión regular y radial de población desde Oriente Próximo a un ritmo de 1 km/año.
  2. Modelo leap-frog (Van Andel): colonización selectiva de zonas desocupadas y fértiles, con irregularidad espacial y alta velocidad (13 km/año).
  3. Modelo arrítmico (Guillaine): propone una expansión pausada con “fases de fermentación” hasta lograr una adaptación ecológica, antes de continuar la difusión.
  4. Modelo de pioneros marítimos (Zilhão): colonización rápida por cabotaje, uniformada por la cerámica cardial.

Modelos Indigenistas (difusión cultural)

Proponen que la transformación neolítica se debe a la adopción paulatina de elementos neolíticos por parte de los grupos mesolíticos, mediante transmisión cultural sin desplazamientos poblacionales significativos.

  1. Modelo de disponibilidad (Zvelebil et al.): contactos en zonas de frontera agrícola, intercambio de bienes, aprendizaje progresivo en tres fases: disponibilidad, sustitución y consolidación.
  2. Modelo de capilaridad/percolativo (Vicent García): redes mesolíticas supralocales permiten la difusión de domesticados y tecnologías, priorizando el rol activo de los indígenas.

Modelos Mixtos (síntesis démica + cultural)

Conciben el proceso como dual o híbrido, reconociendo tanto la llegada de colonos como la aculturación local.

  1. Modelo dual (Fortea, Bernabeu): secuencia en tres fases (colonización foránea, aculturación directa, aculturación indirecta). En el este peninsular.
  2. Modelo del conflicto (Maestre): plantea que la implantación neolítica provocó tensión y exclusión territorial de los grupos mesolíticos ante la apropiación de los mejores recursos por parte de los agricultores.