Conceptos Fundamentales en la Filosofía de Nietzsche

1.1 La Voluntad de Poder: Fundamento de la Realidad

Para Schopenhauer, el concepto central para comprender la realidad es la «voluntad de vivir»; Nietzsche, por su parte, concreta esa voluntad en la «voluntad de poder». Este término posee unas características fundamentales: es la voluntad de permanecer, crecer y fortalecerse de todo lo que existe (tanto a nivel biológico como ontológico); es autoafirmación y el deseo de ser más. Para Nietzsche, la realidad es devenir, no obediencia. Al contrario, en la cultura de Occidente se han preferido los valores que debilitan la vida. De aquí que se proponga una ética trágica donde no hay una moral universal, sino que cada individuo inventa su propio camino. El ser humano no es pura racionalidad, sino una fuerza instintiva (voluntad de poder), sin que esto implique dominar a los demás. Su tarea es amar su destino (amor fati), fundamentado en su fidelidad a la tierra y su «sí» a la vida.

1.2 El Eterno Retorno: Afirmación de la Vida

Esta es la tesis central de su pensamiento, ligada a su afirmación del mundo (su «sí» a la vida). Para Nietzsche, la realidad (la vida) carece de finalidad intrínseca: somos fuerzas que retornan eternamente sobre sí mismas. Así, en un mundo infinito y sin propósito, todo lo acontecido, de forma necesaria, volverá a ocurrir infinitas veces. Con este concepto, la historia deja de ser lineal (al modo del cristianismo), no conduce a otro mundo, sino que este mundo es el único existente. En él, todo es cíclico, se repite. Esto es el amor al destino: desear que todo se repita, tanto lo maravilloso como lo terrible, y que retorne infinitas veces. Y, se debe querer con todas las fuerzas. No existen el mundo de Platón ni el mundo cristiano; solo un «sí» a la vida, a esta vida.

1.3 El Superhombre: La Transvaloración de los Valores

Nietzsche niega todos los valores tradicionales y anuncia una nueva realidad: el Superhombre (o Übermensch), que surge de la negación de los viejos valores y afirma su voluntad de poder (su «yo quiero»). El Superhombre ya no posee grandes ideales y no comprende a quienes entregaron su vida a Dios, a su vocación, a su patria o a sus ideas políticas; se ríe de ellos. El Superhombre emerge a través de sus conocidas metáforas: el camello (que carga con la moral occidental del «yo debo») se transforma en león (que rompe con la moral, exige su libertad y afirma «yo quiero», pero aún no crea valores), y este, a su vez, se transforma en niño (el inocente). Por ello, el Superhombre es como un niño: no lleva cargas, es puro impulso vital, protagonista de un nuevo comienzo donde lo antiguo ya no existe y dice «sí» a la vida.

Crítica a la Filosofía Occidental

a) Período Presocrático y Socrático

Los filósofos presocráticos, Heráclito y Parménides, protagonizan un enfrentamiento que marcó la historia de la filosofía. En ellos, la cuestión del ser-devenir encontró una primera respuesta: para Heráclito, el mundo es cambiante, está en perpetuo devenir, tal como lo muestran los sentidos; para Parménides, la auténtica realidad es inmutable y eterna, y los sentidos nos engañan al mostrarnos el cambio. Por ello, según Parménides, debemos acudir a la razón para aprehender la auténtica realidad: el Ser. Nietzsche critica a Parménides por defender el Ser, el conocimiento metafísico y atacar a los sentidos. En cambio, defiende a Heráclito por su defensa del devenir y su prefiguración del eterno retorno. Algo más tarde aparece Sócrates quien, para Nietzsche, negó los instintos debido a su racionalismo. Lo considera el gran «corruptor-decadente», que lleva al triunfo de la razón sobre la vida. Con él, triunfa lo apolíneo sobre lo dionisíaco y se elimina lo trágico.

c) Período Platónico

Platón, siguiendo los pasos de Sócrates, niega los sentidos para alcanzar el conocimiento verdadero y rechaza de forma total el devenir. Para el filósofo ateniense, solo existe una auténtica realidad (el mundo inteligible), que podemos aprehender por la razón. El mundo sensible es una copia imperfecta de ese mundo verdadero, y los sentidos nos muestran su naturaleza cambiante y finita. Para Nietzsche, Platón es el gran inventor de la metafísica y comete dos graves errores:

  • Defiende la existencia de un mundo inteligible aprehensible por la razón, otorgándole más importancia a este mundo metafísico que al único y real: el mundo sensible que nos muestran los sentidos.
  • Defiende un dualismo antropológico que distingue cuerpo y alma, negando al primero cualquier papel en el proceso de conocimiento y concediendo toda la importancia al alma.

d) Período Cristiano

Para Nietzsche, el cristianismo es la concreción del dualismo platónico en la distinción entre mundo terrenal (mundo sensible) y mundo celestial (mundo inteligible). Es una religión hostil a la vida, porque manipula al ser humano para que reste importancia a la existencia presente (la única que existe) y la hipoteque en vistas de una vida mejor en el cielo. Además, la moral predicada por el cristianismo es contranatural porque anula en el hombre su voluntad de poder y de elevación, para imponer la resignación y el cumplimiento de una supuesta misión divina. Para Nietzsche, el ser humano es dueño de su propio destino. De ahí la expresión «inocencia del devenir», que se refiere a que no somos una especie elegida ni estamos aquí para cumplir una misión trazada por Dios que solo él conoce.

e) Período de la Modernidad y la Ilustración

Descartes depositó su confianza en la razón como única facultad de conocimiento y defendió las sustancias, en especial, la sustancia pensante (el yo o conciencia), que no necesita de nada más que de sí misma para existir. Para ello, también negó los sentidos. Sin embargo, para Nietzsche, la razón necesita de los sentidos para dotarse de contenido. Por último, Nietzsche llamó a Kant «cristiano encubierto» porque, aunque afirma la existencia de Dios, sostiene que no podemos conocerlo debido a la finitud de nuestra razón. Las entidades metafísicas escapan al conocimiento humano. Nietzsche critica la distinción kantiana entre noúmeno (la cosa en sí) y fenómeno (lo que percibimos por los sentidos), no solo por su carácter metafísico, sino, sobre todo, por defender la supremacía del primero sobre el segundo. Además, Kant defendió una moral racional alejada de los sentimientos y las pasiones, concretada en el imperativo categórico («obra de tal modo que la máxima de tu voluntad pueda valer siempre al mismo tiempo como principio de una legislación universal»), con la que Nietzsche tampoco estuvo de acuerdo.