El Papel del Trabajo en los Planteamientos de Vives, Giginta y Robles

El papel del trabajo en los planteamientos de estos tres autores, situados en la era del Renacimiento, donde surgieron nuevas ideas y concepciones, es significativamente importante. Es un momento clave para el cambio en la concepción de la pobreza, donde el trabajo emerge como una herramienta fundamental para su erradicación.

Juan Luis Vives y la Autosuficiencia por el Trabajo

Juan Luis Vives es un impulsor clave de la intervención pública en la atención a los necesitados, como se evidencia en su principal aportación a la literatura del trabajo social: Del socorro de los pobres. Las exigencias y prioridades de Vives para la atención de los pobres estaban vinculadas a la autosuficiencia a través del trabajo. Así, en sus programas de intervención, incorpora la rehabilitación profesional de todas aquellas personas calificadas como pobres, ya que la limosna, según el autor, no era ni la mejor ni la única solución para salir de la pobreza.

  • Para ello, se les instruye y se les asigna a talleres o a obras públicas.
  • A los mendigos que no quieran trabajar para ganarse la vida se les conminará a hacerlo y se les penalizará si se les encuentra mendigando.
  • En cuanto a los niños y jóvenes, se les derivará al buen camino y se les ayudará a evitar las malas compañías y los malos hábitos.

Por último, una vez logrados los resultados mínimos en la rehabilitación laboral, Juan Luis Vives se atrevió a situar en el escenario de actuación conceptos como la integración laboral o la ayuda económica a los pobres de vida normalizada mediante un subsidio. Es decir, propuso políticas laborales y sociales con vigencia absoluta en los modelos de Estado actuales.

Miguel de Giginta y las Casas de Misericordia

Miguel de Giginta planteó un proyecto próximo a las tesis de Vives y Medina, aunque sin citarlos. En su obra principal, Tratado del Remedio de Pobres, se expone el instrumento principal de ayuda: las Casas de Misericordia. Este proyecto pretendía controlar la mendicidad mediante presiones indirectas y planteaba centros abiertos donde los mendigos, entre otras cosas, se formaban para el trabajo y se les ofrecía la oportunidad de trabajar en talleres, ganando un salario y aportando a la comunidad y a la propia institución.

Fray Juan de Robles: Distinción y Trabajo Obligatorio

Fray Juan de Robles sigue la misma línea que Vives, apostando por la secularización del patrimonio hospitalario y la distribución de limosnas. Aunque dejaba en manos del clero el control del funcionamiento de las instituciones, abogaba por medidas menos represivas. Los argumentos defendidos por Robles se centran en la necesidad de distinguir entre los pobres verdaderos y los falsos, así como en la defensa del valor del trabajo. De esta manera, el mendigo sano, útil para el trabajo, no sería merecedor de asistencia. Sus planteamientos clave son:

  • Que solo se preste ayuda a quienes no puedan trabajar.
  • La ayuda se prestará a domicilio, canalizada desde el municipio, dos veces por semana. Serán los laicos quienes administren y gestionen las ayudas públicas.
  • Los pobres fingidos y vagos deberán ser dejados a su suerte, limitando extraordinariamente la limosna.
  • Los recursos se obtendrán por dos vías: donativos particulares y donativos eclesiásticos.

El Papel de la Limosna en Soto, Robles y Herrera

Domingo de Soto y la Crítica a la Limosna Institucionalizada

Domingo de Soto criticó los nuevos sistemas de ayuda social que establecían la entrega de limosnas al depósito municipal o al cepillo de la iglesia. Para Soto, esta actitud era negativa porque eliminaba la relación directa entre quien daba y quien recibía, y postergaba costumbres caritativas arraigadas en el pueblo castellano. Sin embargo, la regeneración social y la salvación del espíritu de los indigentes no eran su principal preocupación, sino más bien las implicaciones de estos cambios en la conservación o inmovilidad social.

Esto se refleja claramente en su postura respecto a la ayuda institucionalizada implementada en ciudades como Ypres, Brujas, Colonia o Génova, que se pretendía replicar en Castilla. Soto argumentaba que, si bien sería ideal que la ciudad pudiera garantizar la atención a los pobres con medios públicos, afirmaba que “ni las disposiciones de Ypres ni las de Colonia son bastante ejemplo para nosotros”. Su razón era que los ciudadanos de esas urbes eran “gente más política” y contaban con grandes rentas públicas para destinar a los pobres, algo que, según él, no era posible en Castilla. Para Soto, las necesidades siempre son mayores que los recursos y nunca hay suficientes medios, además de que los propios pobres son quienes mejor conocen sus necesidades.

Fray Juan de Robles: Caridad Cristiana y Hospitales

En demasiadas ocasiones, Fray Juan de Robles defendía la práctica del trabajo obligatorio para todos y la intervención del Estado para abolir la falsa mendicidad. Incluso proponía impedir la mendicidad de los verdaderos pobres mediante la construcción de hospitales para curarlos, alimentarlos y, si era posible, hacerlos trabajar.

Argumentaba que así la caridad cristiana resplandecería más que si se siguiera permitiendo la mendicidad. En los hospitales se velaría por la salud de los pobres sin que tuvieran la necesidad de pedir limosna, proveyéndoles de salarios mínimos establecidos por la ley para costear su manutención. Los pobres incapacitados, incluso para pedir limosna, recibirían una atención hospitalaria que no tendrían si no se cumplieran las leyes establecidas en 1540.

En los hospitales se curaría a los pobres con enfermedades comunes y, especialmente, a aquellos con enfermedades contagiosas, evitando así su propagación al resto de la ciudadanía, a diferencia de cuando se les dejaba a su libre albedrío. Además, estas instituciones emplearían las limosnas de manera más adecuada, dedicando sus recursos únicamente al remedio de las necesidades de los pobres verdaderos.

Cristóbal Pérez de Herrera: Gestión de la Mendicidad y Examen de Pobres

Cristóbal Pérez de Herrera es partidario de la distinción entre verdaderos y falsos pobres. Plantea que los falsos pobres sean severamente castigados, ya que entiende que la mendicidad va unida a actitudes inadecuadas que pueden provocar riesgo en la sociedad (considerando al pobre como estigmatizado). Además, señalaba que los pobres tenían una mayor “natalidad” que los ricos.

Pérez de Herrera diseñó el abordaje de las situaciones de pobreza desde dos vías principales: los albergues de pobres y la reglamentación de la mendicidad callejera. Su objetivo no era suprimir la mendicidad, sino simplemente gestionarla. Es decir, con los albergues, al igual que con los hospitales y las Casas de Misericordia, se pretendía evitar en lo posible los peligros que pudieran surgir de una pobreza sin regular, ya fuera reprimiéndola o no. Aspiraba a la supresión de la mendicidad, pero sin utilizar medios de represión directa.

Este control lo realizaba partiendo de una concepción administrativa de la asistencia. Para ello, utilizaba el instrumento discriminatorio del examen de pobres. Este examen influía a la hora de pedir limosna: los verdaderos pobres debían ir provistos de alguna insignia (al cuello, una cruz, etc.) que, posibilitando un incremento del tono discrecional de estas medidas, debía ser renovada anualmente. Con el correspondiente examen, los pobres verdaderos debían pedir limosna con alguna insignia que los identificara, mientras que los pobres fingidos eran sometidos a un estricto control y a una rigurosa persecución por parte de las autoridades públicas.