Pintura Renacentista Italiana: Maestros del Quattrocento

Fra Angelico

Fra Angelico, o Beato Angelico, es un título secular que sus contemporáneos concedieron al fraile Giovanni da Fiesole tras su muerte, proclamando que su pintura estaba dotada de inspiración divina. Ingresó en la Orden de Predicadores, destacando como iluminador de manuscritos y miniaturista, lo que explica el preciosismo, el detallismo y la minuciosidad de sus obras, a la manera gótica.

Sus obras son herederas del gótico internacional: un arte refinado, con formas sueltas y gran delicadeza en el trazado. Utiliza colores brillantes y fondos dorados, estiliza las imágenes y dota a sus obras de una luz uniforme, la luz divina, que crea una atmósfera primaveral. Aunque es un artista más apegado al gótico, incorpora fórmulas renacentistas como el uso de la arquitectura y la perspectiva brunelleschiana. Esto se refleja notablemente en el retablo de La Anunciación.

Características de La Anunciación

  • Perspectiva lineal.
  • Dos versiones: una en pintura mural y otra en tabla. En esta última observamos la siguiente iconografía:
    • La golondrina predice la muerte de su hijo.
    • La cortina representa la virginidad de María.
    • Dios en un tondo visualiza la escena.
    • Adán y Eva representan el pecado original.

Masaccio

Masaccio murió joven, pero a pesar de su corta carrera, es considerado el fundador de la pintura moderna. Técnicamente, fue el primer artista en construir con el color (sin contornos marcados, definidos por el color), preocupándose por el volumen y la tridimensionalidad.

Los frescos de la iglesia florentina del Carmine son una de sus obras maestras, destacando El tributo de la moneda. Esta obra representa tres escenas yuxtapuestas: Cristo, al entrar en una ciudad, es abordado por un recaudador de impuestos que le pide un tributo; Cristo encarga a San Pedro pescar un pez, en cuya boca encontraría la moneda para el tributo, ya que ellos no tenían dinero consigo; y finalmente, se ve a San Pedro pagando al recaudador. Destaca la gravedad psicológica de los personajes y su carácter corpóreo, que los hace parecer esculturas, ya que Masaccio traslada a la pintura las técnicas de Donatello.

Masaccio también manifiesta su conocimiento de la perspectiva brunelleschiana, siendo el fresco de La Trinidad, pintado para la iglesia de Santa Maria Novella, el primer documento conservado de la perspectiva matemática aplicada a la pintura renacentista. En esta obra se destaca la arquitectura fingida, con un tabernáculo simulado cubierto con una bóveda acasetonada que crea profundidad, donde se representan el Calvario, el Padre Eterno y los donantes. Debajo, pinta una falsa mesa de altar con un esqueleto y una inscripción, simbolizando el triunfo de la muerte y representando la tumba humanista.

Piero della Francesca

La herencia de Masaccio es superada por Piero della Francesca, quien combina la luz y el color en la construcción del volumen.

Al final de su vida, expuso las características de su arte en dos tratados, que son:

  • Modelar al hombre, a los objetos y al paisaje mediante la fusión de luz y color.
  • Reducir la naturaleza a figuras geométricas.
  • Usar la perspectiva con rigor matemático.

Esto lo convierte en un precursor de Cézanne.

Además de pintar temas sagrados, fue el pintor de los príncipes y tiranos del Quattrocento.

Completó sus escritos sobre perspectiva y entró en contacto con la pintura y los pintores flamencos, copiando su técnica de las veladuras al óleo en su obra Virgen de Senigallia. Esta es uno de los primeros testimonios italianos de la Virgen representada en un interior. Destacan el preciosismo en las joyas, las veladuras y la luz que entra por la ventana, elementos que revelan la influencia de la técnica flamenca. Los rostros impasibles y las figuras robustas, de aspecto geométrico, son claves de su estilo. Otra obra destacada es la Madonna del Duque de Urbino.

Botticelli

Fue el pintor más destacado de la segunda mitad del siglo XV en Florencia. Trabajó para los Medici, siendo quien mejor representó el gusto renacentista por la Antigüedad y la mitología.

Características

  • Muestra el dominio del dibujo y la composición, con muchos personajes.
  • Colores aplicados al temple sobre tabla.
  • Aplica los estudios sobre perspectiva.
  • Se distingue por el dibujo fino, con figuras esbeltas y en movimiento.

Destaca La Madonna del Magnificat, que se adapta a la forma circular del tondo y refleja la ternura de la Virgen.

Entre sus obras mitológicas, destacan dos con un gran sentido narrativo:

  • La Primavera: Se representa la doble naturaleza del amor: la gracia de las artes liberales y los vientos de la pasión en un paisaje de ensueño, así como la novia casta y sensual que hará feliz al marido.
  • El nacimiento de Venus: Esta obra representa el nacimiento de Venus, quien, según la mitología clásica, nació de uno de los testículos de Urano al contactar con el mar, tras ser castrado por Cronos. La obra simboliza el nacimiento de la belleza.

Escultura Renacentista Española: Maestros del Siglo XVI

Características Generales de la Escultura Renacentista Española

El proceso de introducción de las formas renacentistas en la escultura fue idéntico al de la arquitectura: en un primer momento se produjo una convivencia de las fórmulas góticas con las renacentistas, pero poco a poco las nuevas formas se fueron imponiendo.

  1. Predominio absoluto de la temática religiosa.
  2. Fuerte carácter realista, carece de la búsqueda de la “belleza ideal” italiana.
  3. Gran expresividad.

Los Primeros Imagineros del Renacimiento Español

Para los escritores sacros del siglo XVI, el artista debía persuadir al pueblo con sus tallas policromadas para que, a través de ellas, abrazaran los preceptos de la religión. El imaginero, por tanto, debía priorizar en sus obras la belleza del alma sobre la corporal, creando figuras de profunda espiritualidad.

Dos maestros educados en Italia, el español Berruguete y el francés Juni, conducirán la escultura española del siglo XVI por la senda del expresionismo. Pertenecen a generaciones distintas y el canon de belleza que utilizan es también diferente.

  • Berruguete: Gran intérprete del “manierismo del alargamiento” de Donatello y del mundo florentino. Sus imágenes son estilizadas y secas.
  • Juni: Partidario del “manierismo de la cuadratura”, tallando personajes anchos y musculosos, inspirados en Miguel Ángel.

Características Comunes

  • Crean piezas desgarradas y doloridas, presentándolas en violentas contorsiones e inestables posturas.
  • Realizaron retablos, pasos procesionales, sillerías de coro y sepulcros.
  • Dominaron el mármol, la piedra y el barro, pero el material más usado fue la madera, al ser más barata y ofrecer mayor realismo y expresividad. La madera presentaba tonos pulimentados y estaba brillantemente estofada sobre fondos de oro.

Alonso Berruguete

El pueblo castellano reconoció su superioridad sobre los artistas de su tiempo. Heredó la pasión por el arte italiano de su padre, el pintor Pedro Berruguete.

En 1528, se encontraba en España acompañando a la corte de Carlos V con la acreditación de “pintor del rey”. Sin embargo, fracasó como pintor cortesano, lo que le obligó a refugiarse en Valladolid para dedicarse a la escultura, donde triunfó.

Fundó un taller para dar rápida salida a sus obras, dirigiéndolo como un hombre de negocios: diseñaba el proyecto y dejaba la ejecución en manos de aprendices.

Realizó una serie de retablos platerescos, como el de los benedictinos de San Benito el Real, en Valladolid.

También realizó el Sacrificio de Isaac, que ocupa el retablo de San Benito el Real junto con otras imágenes creadas por él. Sus características son:

  • Canon alargado de diez cabezas.
  • Línea serpentinata heredada del Laocoonte.
  • Expresionismo, visible en los cuerpos delgados y el grito de angustia que emiten los personajes.

Sus conjuntos están acotados por balaustres y albergan una legión de imágenes crispadas, descarnadas y espiritualmente alargadas, al utilizar un canon de diez cabezas.

También realizó la Transfiguración de Cristo, como remate de la silla episcopal del coro de la Catedral de Toledo.

Juan de Juni

Aglutina tres sensibilidades en su estilo: la francesa, la italiana y la española.

  • De Francia, su región natal, capta el dinamismo de los paños y la composición iconográfica.
  • De Italia, aprende a redondear los perfiles de las telas, el estremecimiento de los personajes y adopta el clasicismo de Miguel Ángel.
  • De España, la religiosidad castellana.

En Valladolid, realizó el Entierro de Cristo. Las emociones de los personajes sacros mueven a la aflicción, pero, además, introduce un latigazo sorpresivo que mantiene en vilo al espectador, obligándole a participar en la acción dramática. Esto sucede cuando José de Arimatea ofrece una espina de la corona al espectador.

También realizó retablos, como el de la parroquia de Santa María de la Angustia, donde renunció al plateresco, sustituyendo el balaustre por columnas corintias de fuste estriado. El manierismo arquitectónico vibra en su ensamblaje.

Posteriormente, esculpió dolorosas que resumen el apaciguamiento que sufrió su estilo en la fase final de su vida.

Pintura Renacentista Española: El Manierismo de El Greco

El Greco

Doménikos Theotokópoulos, conocido como El Greco, nació en Creta, donde aprendió el oficio de pintor reproduciendo iconos religiosos sobre fondos dorados. Más tarde, marchó a Venecia para perfeccionar su arte, desarrollando su técnica suelta y libre, sus esquemas compositivos y su colorido. De Tiziano aprendió el impresionismo y el colorido vibrante, y de Tintoretto, el claroscuro y el canon alargado manierista.

En 1570, marcharía a Roma, donde asimiló el apretado dibujo de Miguel Ángel y el tratamiento del desnudo.

Tenía un elevado concepto de su autonomía como artista. Animado por el ejemplo de Miguel Ángel, creía que podía transgredir las normas del arte clásico, como la composición equilibrada y la perspectiva unifocal. Como manierista, pensaba que la belleza no residía en la naturaleza, sino que el artista debía buscarla en su interior para comunicar sus sentimientos religiosos y sensaciones trascendentes.

En sus composiciones religiosas predominan figuras de canon muy alargado que se agrupan cerrando la composición. En los primeros planos, hay figuras voluminosas, en posturas forzadas, en ocasiones en escorzo o de espaldas, que tienden a la espiral. En una misma obra puede utilizar distintos puntos de vista, a veces muy forzados. Emplea la luz y el color para reforzar el dramatismo y acentuar la composición, prefiriendo los colores azules, amarillos y verdes con brillos metálicos. Su pincelada es suelta y libre, incluso deshecha.

Seis años después de marchar a Roma, se trasladó a España para decorar El Escorial, instalándose en Toledo mientras esperaba la llamada de Felipe II. Allí realizó El Expolio de Cristo, una obra que rompía con la pintura local. Es una composición formada por múltiples figuras manieristas, dominada por la mancha roja de la túnica de Jesús, que se refleja en la armadura produciendo matices cromáticos característicos de la escuela veneciana. Otras características son:

  • Iluminación de Cristo que contrasta con los fríos grises del fondo y las sombrías caras, creando un fuerte claroscuro.
  • Mirada acuosa, que refleja la espiritualidad de El Greco.
  • Cabezas de los sayones por encima de la de Cristo.

Fue por esta última característica, que rompía la jerarquía sagrada, por lo que la obra no agradó al cabildo que la había encargado, pagando por ella solo un tercio de lo acordado.

Después, Felipe II le encargaría el Martirio de San Mauricio y la Legión Tebana, que decoraría el altar dedicado al santo en la basílica de El Escorial. Sin embargo, esta obra no agradó al rey debido a la innovación del tema, ya que El Greco resalta los momentos anteriores al martirio, que aparece en pequeñas dimensiones. Por la omisión de los momentos más dramáticos del martirio y de la sangre, no fue considerado un cuadro devocional. El Greco, al priorizar el estilo sobre la iconografía, rompía las reglas de la Contrarreforma de subordinar el arte al tema religioso.

Más tarde, volvería a Toledo, donde viviría hasta su muerte, trabajando para señores y eclesiásticos de la ciudad, realizando obras religiosas y retratos. Iría creando un estilo más irreal e independiente, exagerando la realidad como símbolo de perfección de lo sobrenatural.

Pintaría una de sus obras más conocidas, El Entierro del Conde de Orgaz, dividiendo el cuadro en dos registros, uniendo el mundo terrenal y el celestial. La obra representa el momento en que San Agustín y San Esteban bajan del cielo para enterrar al conde, de la misma manera que se entierra a Cristo, debido a que el conde fundó un convento agustino con el nombre de San Esteban. En ese momento, un ángel sube el alma del conde, que es recibida por la Déesis bizantina: Cristo, la Virgen y San Juan Bautista. Al difunto lo rodean los asistentes al funeral, donde representa a personajes de la época, observándose el horror vacui, característico en sus obras posteriores.

En su nueva etapa, El Greco fue apagando los colores, adquiriendo tonos más grisáceos, y las figuras acentuaron su expresividad dislocando las proporciones y deformando las anatomías, siempre dentro de su espiritualidad.

Diseñó retablos de arquitecturas palladianas para enmarcar lienzos, e inauguró una nueva iconografía de figuras aisladas: santos penitentes, apóstoles y escenas de la Pasión de Cristo, en los que muestra rostros suplicantes. El Apostolado consta de 13 cuadros, de los que 2 se conservan, con figuras de medio cuerpo con rostros alucinados y miradas perdidas, ya que usaba como modelos a dementes.

En sus últimas obras religiosas, es uno de los máximos representantes del manierismo europeo, destacando La Adoración de los Pastores y La Santa Liga o Adoración del Nombre de Jesús.

Retrató a gran cantidad de ilustres de la sociedad, como el enigmático El Caballero de la Mano en el Pecho o la Dama del Armiño. Aunque en todos tiene en cuenta los rasgos faciales, le interesa más la penetración psicológica.

También pintó paisajes, no como mero fondo, sino como puro paisaje, algo que no era habitual en la pintura hasta el siglo XVIII. Desfiguraba los paisajes y los envolvía en una luz y colorido que podían ser agobiantes, adelantando el Impresionismo del siglo XIX.