1. El ideario de Cánovas

Cánovas fue un hombre práctico en política. Este político, encargado de dirigir el país y de dotarlo de un nuevo marco político de actuación, creyó que los principios como la patria, la monarquía, la dinastía histórica, la libertad, la propiedad y el gobierno conjunto del rey con las Cortes eran incuestionables y claves en la organización política, por lo que tenían que formar parte de la Constitución de manera indiscutible.
En ello, Cánovas sostenía que los sectores que no los aceptaran no podían tener cabida en el sistema de la Restauración ni en la elaboración de la Constitución. Pero, las demás cuestiones del Estado sí podían ser objeto de debate político. Gracias a esta actitud, el nuevo régimen consiguió aglutinar a la mayor parte de la clase política dentro del juego institucional.

1.1. El bipartidismo

Cánovas del Castillo impulsó un régimen bipartidista inspirado en el modelo inglés, con el fin de acabar con las tensiones que había marcado la política del país a lo largo del siglo XIX, y asegurar la estabilidad del régimen nacido con la Restauración.
Su intención era crear dos grandes partidos políticos que pudieran aglutinar diferentes criterios, siempre y cuando se ajustara a la legalidad que él mismo había diseñado. Esto significaba dejar fuera del sistema a las organizaciones políticas que no aceptaran la monarquía restaurada y la dinastía borbónica. En consecuencia, los partidos que dominaron la escena política durante la Restauración fueron el Conservador y el Liberal, que representaban, respectivamente, a la derecha y a la izquierda dentro del pensamiento liberal.
Cánovas lideró el Partido Liberal Conservador, que estaba formado por personas procedentes del antiguo Partido Moderado, de la Unión Liberal y de un sector del Partido Progresista. El partido Conservador obtuvo también el apoyo del episcopado y de buena parte del catolicismo no radical.
Sagasta lideró el Partido Liberal, en el que se integraron sectores demócratas, radicales y del republicanismo moderado. Este grupo político recibió la influencia y el apoyo de los profesionales liberales, los comerciantes, los banqueros, los militares y los funcionarios.
El Partido conservador había ganado las elecciones y, bajo su hegemonía, se redactó la nueva Constitución de 1876. A partir de su aprobación, la vida política del país se basó en la alternancia pacifica de los dos grandes partidos en la gestión del poder del Estado.
El bipartidismo se consolidó definitivamente tras la muerte del rey Alfonso XII, en 1885, sin sucesión masculina y estando la reina embarazada. Los dos grandes partidos acordaron el turno político para garantizar la estabilidad del régimen (en un supuesto acuerdo conocido como Pacto de El Pardo, 1885). Cánovas demostró su habilidad política presentando la dimisión y sugiriendo a la reina regente que encargara la formación de un nuevo gobierno a su rival, el liberal Sagasta. El 17 de mayo de 1886 nacía Alfonso XIII, hijo póstumo de Alfonso XII.

2. La práctica: legislación y caciquismo.

La Restauración supuso el retorno a la sociedad liberal moderada anterior a 1868, pero con nuevas formas de conducir la política. Se trataba de evitar los enfrentamientos que habían conducido a la Revolución de Septiembre y que habían hecho peligrar no solo a la dinastía borbónica, sino a la propia monarquía, Ello había exigido reconciliar a todos los monárquicos, conseguir el acercamiento de la Iglesia y recuperar la confianza de la alta burguesía, que ya antes había apoyado a Isabel II. Pero esa confianza solo se ganaría si los gobiernos de la Restauración garantizaban la estabilidad. Los repetidos bandazos políticos, las guerras, los desordenes y las revoluciones, especialmente la que mas alarmaba a la burguesía, la revolución social, tenían que ser erradicados para siempre. Todos los esfuerzos del sistema canovista habían ido en esa dirección y eso se reflejo especialmente en las medidas legislativas, tendentes a potenciar la estabilidad, y en el descarado control de los resultados electorales, que garantizó la permanencia en el poder de los dos partidos que encanaban la política de la Restauración.
Con la Constitución de 1876, cada Gobierno pudo legislar de acuerdo con sus ideas, pero manteniendo cierto respeto hacia la obra que había realizado anteriormente el adversario. Los gobiernos conservadores aprobaron la Ley Electoral de 1878, de carácter censitario, la de la imprenta, la de la prensa y la que regulaba las reuniones públicas. Por su parte, los gobiernos liberales legislaron desde una visión más progresista, como en el caso de la legislación sobre libertad de reunión y expresión (1881), la Ley de Prensa de 1883, la Ley de Asociaciones de 1887, la que instauraba los juicios con jurado (1888), el Código Civil (1889) y la Ley Electoral de sufragio universal masculino (1890).Pero ninguno de los dos tipos de sufragio preveía la participación de las mujeres, que representaban más del 50% de la población. Y con el sufragio censitario, solo tenía derecho a voto alrededor de un 5%.
Durante el periodo de Restauración, independientemente del tipo de sufragio, las elecciones nunca fueron transparentes. El mecanismo político era siempre el mismo: si un presidente del Gobierno se veía obligado a dimitir, el rey encargaba la formación de un nuevo Gobierno al líder de la oposición, quien disolvía las Cortes y convocaban unas elecciones que siempre ganaba por mayoría absoluta, ya que las organizaba desde el Ministerio de la Gobernación con la colaboración de los alcaldes, los gobernadores civiles y los caciques de los pueblos y de las ciudades.
La España oficial se divorciaba cada vez más de la España real, y el sistema parlamentario se desprestigió por la práctica del falseamiento electoral y del caciquismo. Este fue el instrumento que permitió a la clase política, en estrecha relación con los grupos sociales y económicos dominantes dominar el sistema político. El turno en el poder entre liberales y conservadores aseguró una tranquila continuidad de la Restauración a pesar de la violación sistemática del sistema electoral y representativo.
El cambio del partido político en el gobierno implicaba el cese de gran número de funcionarios adeptos al Gobierno saliente, que se convertían en los llamados cesantes, figura muy presente en la literatura de la época

3. La Constitución de 1876

La Constitución empezó a debatirse en febrero de 1876. A pesar de que los conservadores tenían mayoría absoluta en el Parlamento, cedieron con frecuencia a las propuestas de la oposición. El resultado fue que, aparte de los principios que Cánovas consideraba básicos, como la monarquía borbónica o la legislación conjunta del rey con las Cortes, los principales temas ideológicos en los que se oponían el partido conservador y liberal, fue objeto de negociación mediante una redacción flexible. Las divergencias más importantes se centraron fundamentalmente, en el concepto de soberanía, el sistema electoral y la confesionalidad del Estado.
Algunas de estos problemas se solucionaron mediante una redacción esquemática de los artículos que dejaba su concreción para leyes posteriores. De esta forma, cada gobierno podría adoptar la formulación que mejor se adecuara a su ideología.
En cuanto a la religión, se llegó a una solución de tolerancia mutua. Por una parte, el Estado se declaraba confesional y se obligaba a mantener el culto católico y a sus ministros, aspecto que identificaba a los conservadores y por otro lado, los liberales conseguían la libertad de conciencia .
Muchos de los contenidos expresados en los artículos de la Constitución de 1876 ya se encontraban en la de 1869, y en algunos no se introdujo ninguna modificación. Las diferencias fundamentales radicaban en el papel y en las atribuciones que se adjudicaban a la monarquía, más amplias en la Constitución de la Restauración.