La Autoconciencia: Presencia y Atención Plena

La autoconciencia se define como la presencia de uno mismo en todo lo que hace. Es una experiencia primaria y única, caracterizada por cuatro aspectos importantes:

  • Vigilia Consciente: Estamos en estado de vigilia, no dormidos. Mientras que al dormir nuestra presencia es indirecta, al estar despiertos nos percibimos a nosotros mismos de forma directa.
  • Atención Dirigida: Tenemos la capacidad de dirigir nuestra atención. Aunque a veces algo la reclame momentáneamente o no podamos apartarla por alguna causa, generalmente somos nosotros quienes decidimos dónde enfocarla.
  • Intención y Contenido en los Actos: Nuestros actos poseen una intención y un contenido claros. Sabemos hacia dónde se orientan y qué pretendemos con ellos, lo que los convierte en actos intencionales.
  • Experiencia Primaria y Única: La autoconciencia es una vivencia fundamental e irrepetible para cada individuo.

La Sensibilidad: Percepción y Sentidos Internos y Externos

Los seres humanos, al igual que todos los animales, poseemos la capacidad de “percibir” y “sentir” lo que nos rodea y a nosotros mismos. Nos damos cuenta de lo que sucede en nuestro entorno y en nuestro propio cuerpo. A esta capacidad se le denomina sensibilidad, y representa el primer escalón del conocimiento.

Sentidos Externos

Nuestra conciencia recibe una vasta cantidad de información sobre el entorno y sobre nosotros mismos a través de los sentidos tradicionalmente conocidos: vista, oído, olfato, tacto y gusto. Sin embargo, existen más sentidos además de estos cinco. Por ejemplo, experimentamos sensaciones de lo que ocurre dentro de nosotros y de nuestro movimiento corporal.

Estos sentidos también se observan en los animales, aunque existen otros modos de sentir específicos. Por ejemplo, los mosquitos detectan el calor corporal; y las aves migratorias “sienten” la orientación que deben seguir, como si poseyeran una brújula interna.

Sentidos Internos

La información que recibimos se nos presenta organizada y con forma; las cosas nos aparecen diferenciadas y somos capaces de reconocer lo que pertenece a un mismo objeto, incluso si se mueve o tiene partes de colores distintos. De manera inconsciente, utilizamos experiencias pasadas para complementar las actuales; archivamos numerosas imágenes e impresiones, y podemos recombinarlas. A estas funciones se les denomina, en el lenguaje clásico de la filosofía, “sentidos internos”.

Los Tres Actos Principales del Pensamiento

La inteligencia humana opera a través de tres actos fundamentales que nos permiten procesar y generar conocimiento:

  1. La Formación de Nociones

    Las nociones son un producto de la inteligencia, obtenidas a partir de las cosas. El proceso mediante el cual se forman y enriquecen las nociones a partir de la experiencia se conoce como abstracción. Existen varios tipos de abstracción:

    • Obtenemos nociones generales y abstractas a partir de imágenes y vivencias concretas.
    • Somos capaces de identificar lo que varias nociones tienen en común y de percibir aspectos que son en parte iguales y en parte distintos, lo que nos permite establecer analogías.
  2. Los Juicios

    El juicio es la segunda operación de la inteligencia. Observamos que, además de poseer nociones, establecemos relaciones entre las ideas y con las cosas, formando así los juicios. Estos constituyen la base del conocimiento y pueden ser verdaderos o falsos.

  3. El Razonamiento

    El razonamiento es la capacidad de la inteligencia para manejar proposiciones que considera verdaderas, combinarlas, relacionarlas y encadenarlas entre sí. Es el proceso de combinar conocimientos existentes para obtener otros nuevos. Se distinguen dos tipos principales: la deducción y la síntesis.

La Reacción Afectiva y los Estratos del Corazón

En lo más profundo de nuestra conciencia se manifiesta una estructura de preferencias que reacciona ante lo que nos sucede. A esto se le llama afectividad. Nos referimos aquí a las reacciones emotivas que surgen ante algo conocido. En ella se distinguen, al menos, cinco elementos clave:

  • Es una reacción que surge después de haber percibido lo que tenemos delante, manifestándose en la conciencia.
  • Afecta al cuerpo, manifestándose como reacciones corporales con formas típicas (por ejemplo, el miedo).
  • Nuestros sentimientos aportan una valoración básica a lo que percibimos: nos gusta o nos disgusta, nos atrae o nos repele.
  • Los movimientos afectivos pueden presentar distintos grados de intensidad.
  • Según la intensidad de la reacción, el asunto atrae nuestra atención de manera más o menos pronunciada.

La afectividad es una parte fundamental de la motivación humana y de la personalidad. Al analizar los afectos, podemos distinguir cuatro grandes estratos del corazón, cada uno de ellos muy rico y variado:

  1. Tendencias Instintivas

    El estrato más bajo y, a menudo, más oscuro del corazón lo conforman las tendencias instintivas. Estas son inclinaciones que operan en el subconsciente y afloran a la conciencia. Constituyen un fondo congénito que llevamos con nosotros.

  2. Afectos Adquiridos

    También poseemos una amplia gama de afectos, gustos, aficiones, intereses, aspiraciones e ideales que hemos adquirido a lo largo de nuestra vida. Una parte nos viene dada por nuestra inserción en la sociedad, mientras que otra se forma a través de nuestra experiencia personal. Además, como seres inteligentes, podemos proponernos orientaciones para nuestra vida.

  3. Amores Personales y Conexión Social

    En la vida humana, los amores personales y las reacciones de afecto hacia otras personas ocupan un lugar muy importante. Estamos dotados naturalmente para poder establecer vínculos con otros. Sentimos simpatía, aprecio, compasión y solidaridad.

  4. Tendencias Espirituales

    Además, en la conducta humana se pueden apreciar otro tipo de tendencias innatas que podríamos denominar espirituales. Esta es la parte más noble del corazón, la que se alegra ante los bienes espirituales y llega a apreciarlos profundamente.