Platón: El Mito de la Caverna y la Teoría de las Ideas para Comprender la Realidad
Platón: El Mito de la Caverna y la Teoría de las Ideas
Este documento explora un fragmento clave de la obra de Platón, La República, libro VII, que abarca desde “Y a continuación” hasta “qué extraños prisioneros!”. Se trata de un diálogo fundamental entre Sócrates y Glaucón que narra el célebre mito de la caverna. Este relato expone la importancia del ser humano como elemento fundamental para construir una sociedad basada en la justicia. Como señala Sócrates, la educación influye profundamente en nuestra naturaleza, y para ilustrarlo, describe la siguiente escena:
- En una caverna, unos hombres están atados desde su infancia, incapaces de moverse.
- Detrás de ellos arde un fuego.
- Entre el fuego y los prisioneros hay una pared a lo largo de un camino por el que pasan hombres con objetos sobre la cabeza que sobrepasan la altura de la pared; algunos van hablando y otros en silencio.
- Los prisioneros solo han visto las sombras proyectadas por el fuego y las han asociado con los sonidos que oyen, tomándolos por reales.
- Confunden los sonidos y los ecos con la verdadera realidad.
Nociones Clave: Los Prisioneros y las Sombras
Los prisioneros son hombres encerrados en una caverna desde su infancia, incapaces de moverse. Se encuentran sometidos a la esclavitud, prisioneros de su propia ignorancia. Al nacer, carecemos de conocimientos y tendemos a considerar verdadero todo lo que percibimos a través de los sentidos, es decir, las sombras y los ecos.
Lo que captamos por los sentidos no es la realidad en sí, sino un reflejo de las cosas reales del mundo sensible y del mundo de las Ideas, lo que Platón denomina apariencias o sombras. Por tanto, quienes carecen de conocimiento permanecerán siempre en la caverna, tomando por verdaderas las sombras proyectadas por el fuego, y pertenecerán así al mundo sensible, al mundo de las apariencias.
A medida que adquirimos conocimientos y saberes, ascendemos al mundo de las Ideas, al mundo de lo inteligible y verdadero. Por otro lado, existen personas que no son consideradas prisioneros, pues han alcanzado la verdad por medio del conocimiento y la educación, y pueden contemplar los objetos en sí mismos. Estas personas serán los maestros que nos guiarán hacia la verdadera realidad, demostrando que podemos vivir con independencia de los sentidos.
Sin embargo, esta evolución no se da en todas las personas, ya que muchas se niegan a creer que los sentidos nos engañan, por lo que permanecen siempre en la caverna, como prisioneros de la ignorancia, y nunca alcanzarán el mundo de la verdad.
Síntesis Teórica: La Teoría de las Ideas
A los filósofos les ha llamado siempre la atención el orden de la naturaleza. El problema inicial de Platón es establecer las condiciones para una sociedad justa, es decir, una utopía. Pero antes de llegar a la solución, es necesario dar ciertos pasos: ¿quiénes componen la sociedad? Los seres humanos, entre otros. Los seres humanos somos «animales políticos» (como dirá posteriormente Aristóteles), capaces de formar sociedades, idear formas de convivencia, etc. Por ello, antes de abordar la sociedad, es fundamental comprender a los seres que la componen.
Estos seres viven en la realidad, lo que exige una concepción de la realidad —la Teoría de las Ideas— y una concepción del ser humano —la Antropología—. Platón es el primer filósofo de la historia en desarrollar una Ontología —un tratado sobre la realidad—.
El Mundo Sensible: La Realidad de las Apariencias
Platón afirma que, al nacer, nos encontramos inmersos en esta realidad, cuya característica principal es ser sensible y percibirse a través de nuestros sentidos. En ella existen múltiples seres, todos ellos contingentes, que nacen y perecen. Cada uno de estos seres múltiples y contingentes cambia, es mutable, y sabemos que cambia porque está sujeto al tiempo. Todos ellos, además, son de naturaleza sensible: perciben (animales y seres humanos) y son percibidos (vegetales, animales, seres humanos y todos los productos fabricados o existentes por otras causas).
Es un mundo sumamente imperfecto, que se encuentra en la tierra y se corresponde con el «no ser» o la «apariencia», de la que anteriormente habló Parménides.
El Mundo de las Ideas: El Fundamento de la Realidad
Y entonces Platón se pregunta: ¿cuál es el fundamento de todos estos seres múltiples, contingentes, mutables, temporales y de naturaleza sensible? No son causa de sí mismos. Si yo me hubiera dado la existencia, nunca moriría; por tanto, mi existencia no depende de mí. Lo mismo sucede con todos los seres: si cambiaran, lo harían en los sentidos que desearan; por ejemplo, no envejeceríamos, dejaríamos de ser temporales y nos convertiríamos en seres atemporales.
Platón sostiene que este mundo debe tener un fundamento, y ¿cuál es ese fundamento? No reside en sí mismo, sino que va más allá de él. Por encima de este mundo existe otro: el mundo de las Ideas, separado de este por un abismo, y que constituye el fundamento, la causa, la razón y la explicación última de todo lo que percibimos.
En este mundo, los seres que habitan son las Ideas, que son justamente lo contrario de los seres que existen en el mundo sensible. Las Ideas son únicas y necesarias; es decir, existen y no pueden dejar de existir. Además, según Platón, son inmutables, no cambian, y precisamente por ser inmutables, son eternas; el tiempo no las afecta. A diferencia del mundo sensible, son de naturaleza racional. Se conocen a través de la razón y la inteligencia; es un mundo sumamente perfecto y se corresponde con el «ser» de Parménides.
Por otro lado, el mundo sensible es el mundo de la materia, desordenada y caótica. Es considerado inferior y rebajado en su dignidad y valía, a diferencia del mundo de las Ideas, un mundo de alma y espíritu, digno y superior, situado en el «cielo» o ámbito inteligible.
Para Platón, la realidad está compuesta por dos niveles separados: el mundo donde vivimos y otro mundo con características contrarias, que es su fundamento. Entonces, Aristóteles le preguntaría: «¿Pero existe el mundo de las Ideas?» Platón respondería que debe existir, puesto que el mundo sensible no se sostiene a sí mismo. Y ante la pregunta de cómo puede ser causa, fundamento y razón última si es completamente diferente, Platón contesta que debe haber una proporción entre causa y efecto, y que esta relación, que afecta a nuestra tradición cultural, se explica porque el mundo sensible está contaminado de materia. El ser humano es propenso al desorden porque su naturaleza material lo impulsa a ello. Las pasiones y deseos surgen del cuerpo, que es materia, por lo que estamos irremediablemente «contaminados» de materia.
La Relación entre los Mundos y el Demiurgo
Cada clase de seres del mundo sensible es una imagen o reflejo de una única Idea del mundo inteligible, que es perfecta. Los seres son reproducciones imperfectas de esa Idea, y esta es su fundamento, porque si la Idea no existiera, los demás seres tampoco existirían. Estos existen porque hay una Idea que los fundamenta. Entre estos dos mundos existe un abismo que los separa, y el mundo sensible es una copia o reflejo imperfecto del mundo de las Ideas.
La pregunta inmediata es: ¿cómo, si el mundo sensible es radicalmente distinto, se establece una relación de semejanza? Platón introduce el concepto del Demiurgo, una inteligencia ordenadora que ha actuado sobre la materia, organizándola a imagen y semejanza de las Ideas. Sin embargo, el Demiurgo no es un creador ex nihilo, ya que la materia es eterna. El concepto de creación ex nihilo es considerado absurdo; las cosas siempre han existido, no es que no existieran y, a partir de un momento, se crearan. Afirma que «de la nada, nada se hace».
La materia es desordenada y caótica, y necesita de una inteligencia ordenadora; el Demiurgo cumple esta función.
El Problema del Puente y la Jerarquía del Conocimiento
Pero surge un problema en el conocimiento, denominado el «problema del puente»: si estamos compuestos de materia, ¿cómo es posible elevarnos al mundo del conocimiento inteligible? Platón afirma que existe una escala de seres: productos fabricados, minerales, vegetales, animales y, en la cima, el ser humano. Esta jerarquía existe porque reproduce la jerarquía de las Ideas, que tiene una forma piramidal: en la base se encuentran las Ideas más cercanas a la materia y, por tanto, más imperfectas.
Nos elevaremos en grados de perfección hasta alcanzar la Idea del Bien, que comunica el ser y el conocimiento, la esencia y la causa de todas las Ideas que existen en el mundo inteligible. El Bien es el sol del mundo sensible. Por debajo de él se encuentran la Verdad, la Belleza, la Justicia, etc.
Quien no realiza este recorrido aparenta saber, pero en realidad no sabe; permanece en el mundo sensible, donde solo hay reflejos imperfectos, y pasa toda la vida sumido en la ignorancia. La Idea del Bien, según Platón, es el objeto último al que nos conduce nuestro camino si deseamos elevarnos al mundo inteligible.