El Método

Si el saber es uno, pero existe diversidad de opiniones acerca de lo que constituye conocimiento, esto es porque no siempre se dirige la razón de forma correcta. Es, pues, necesario un método que garantice el uso correcto de la razón. El método que ha demostrado tener más éxito es el matemático; luego, la filosofía debe seguir el método matemático que parte de una serie de elementos simples aceptados como evidentes en una intuición intelectual y deduce de ellos elementos complejos que acaban constituyendo el conjunto del saber.

Operaciones Mentales según Descartes

Según Descartes, existen dos operaciones mentales que nos permiten conocer: la intuición y la deducción. La intuición nos permite conocer los primeros principios; mediante ella, la mente llega a la evidencia, esto es, lo absolutamente cierto por aparecer ante nuestra mente con total claridad y distinción. Por otra parte, la deducción nos permite obtener verdades de segundo orden a partir de las primeras evidencias, estableciendo conexiones necesarias de orden lógico entre ellas.

Pasos del Método Cartesiano

El método cartesiano detalla los pasos a seguir para garantizar que dichas operaciones se realizan de modo óptimo, esto es, sin errores. En las Reglas para la dirección del espíritu, distingue hasta 21 reglas del método, que se reducen a 4 en el Discurso del método:

  • 1. Evidencia: No caer en la tentación de precipitarse y aceptar como verdades aquello que se presenta en nuestra razón como evidente. Debemos buscar ideas claras y distintas: claras cuando la mente percibe ideas sin obstáculos y distintas porque están separadas de cualquier otra cosa.
  • 2. Análisis: Descomponer los elementos complejos hasta llegar a los elementos más simples y, por tanto, percibirlos en una intuición clara y distintamente.
  • 3. Deducción: De las ideas simples y evidentes, es necesario deducir a través de una cadena de intuiciones hasta reconstruir lo más complejo.
  • 4. Revisión: Revisar y comprobar todo el proceso.

Esto supone poner en duda todo el saber tradicional, es decir, partir de una crítica hacia la metafísica tradicional.

Moral Provisional

En el Discurso del método, Descartes señala tres máximas a seguir en el terreno moral. Dichas máximas no tienen carácter definitivo, o no lo tendrán hasta su confirmación en Las pasiones del alma, sino que se trata de la norma de una moral provisional. La duda alcanza no sólo el conocimiento, sino también ámbitos como la ética. No obstante, no es posible detener nuestras acciones y es inevitable tomar decisiones, por lo que Descartes diseña tres reglas para comportarse de forma provisional hasta dar con una moral basada en la razón y en su método de conocimiento seguro. Las tres máximas son las siguientes:

  • 1ª máxima: Obedecer a las leyes y costumbres del país, conservando la religión tradicional y las opiniones más moderadas.
  • 2ª máxima: Ser lo más firme y resuelto posible en el obrar, y seguir con constancia la opinión que se ha adoptado.
  • 3ª máxima: Procurar vencerse más bien a sí mismo que a la fortuna, esforzándose más por cambiar los pensamientos propios que el orden del mundo. Consisten, pues, en unas normas de sentido común, conformistas y que conducen a un proyecto vital; la filosofía, el cultivo de la razón, es la mejor ocupación posible por ser la más propia del hombre.

Aunque en Las pasiones del alma, Descartes defiende que sus máximas se han visto confirmadas por la experiencia, puede considerarse que nunca llegó a sustituir su moral provisional por una ética derivada de su método en la que culminaría su sistema filosófico.

Teoría del Conocimiento

Como filósofo empirista, Hume considera que todo nuestro conocimiento parte de percepciones recombinadas por el entendimiento, que todos los contenidos de la conciencia provienen de la experiencia sensible. No obstante, su radicalismo en los principios empiristas le lleva a adoptar posiciones escépticas. Hume no considera, como Descartes, que todo contenido de nuestro entendimiento pueda llevar el nombre de “idea”, sino que existen dos tipos de percepciones o representaciones mentales:

  • Las impresiones: Aquellas percepciones inmediatas y vívidas, captadas a través de los sentidos, que pueden ser de sensación o de reflexión. Las impresiones de sensación son aquellas que se refieren a las cualidades de los objetos del mundo exterior (color, forma, peso), y las impresiones de reflexión se refieren a nuestros estados de conciencia. Tanto las impresiones de sensación como de reflexión son simples que no se pueden descomponer, pero también hay impresiones compuestas que pueden descomponerse en simples.
  • Las ideas: Copias de las impresiones en el pensamiento y el entendimiento, es decir, las ideas provienen de la impresión. También cabe distinguir entre ideas simples, aquellas que no pueden descomponerse en otras ideas, y complejas, aquellas que pueden descomponerse en ideas simples. Además, niega la existencia de las ideas innatas.

No hay nada en el entendimiento que no haya pasado por los sentidos, por lo que todas las impresiones proceden de la información que nos transmiten los sentidos, la experiencia sensible. Lo que determinará el criterio de verdad del conocimiento son las impresiones y las ideas; si no procede de ahí, no se aceptará como verdad de un concepto. Debido a esto, Hume defiende que la experiencia se convierte en el origen y límite del conocimiento. Según el pensamiento de Hume, “pensar” consiste en asociar ideas y producir ideas complejas, agrupando impresiones o ideas simples mediante tres leyes de asociación que funcionan, haciendo que las ideas se atraigan entre sí:

  • Ley de semejanza: Agrupa ideas parecidas o idénticas.
  • Ley de contigüidad: Cercanas en el tiempo o el espacio.
  • Ley de causalidad: De hechos que se suceden en el tiempo de forma necesaria, considerándose que uno es causa del otro, que es su efecto.

Teniendo en cuenta esto, hay dos tipos de conocimiento:

  • El conocimiento de relaciones entre ideas: Relaciones que establecemos entre las ideas sin recurrir a la experiencia. Se expresan a través de proposiciones analíticas, universales y necesarias, donde su contrario es imposible y el predicado no aporta nada al sujeto. Pertenecen a la matemática y la lógica.
  • El conocimiento de hechos: Parten de la experiencia y su verdad está en la comparación con la experiencia; su contrario es posible. Son proposiciones sintéticas, donde su predicado aporta información del sujeto. También, no se consideran verdades universales ni necesarias. Además, se basa en las ciencias empíricas, pues parten de la ley causa-efecto.

Nuestros conocimientos se basan en impresiones, por lo que no podemos predecir el futuro, pero en nuestra vida cotidiana necesitamos creer que ciertos hechos ocurrirán. Esta certeza no se basa en una deducción racional sino en la experiencia. Es simplemente una relación de causa-efecto, no basada en ninguna necesidad, pero establecemos una conexión necesaria a través de una costumbre que genera una creencia en esa conexión que no existe, y sólo es fruto de la imaginación. Esta creencia crea en nosotros un hábito, por lo que ese producto de la imaginación es útil para la vida.

Emotivismo Moral

Hume trata de construir una ética y una política ajena a prejuicios metafísicos y basada únicamente en la experiencia. El filósofo aspira a una naturalización de la moral. Critica el racionalismo moral alegando que la razón nos permite conocer, relacionando ideas o resolviendo cuestiones de hecho, pero la moral no se reduce a hechos e ideas, sino que es el ámbito de la acción, y ésta no está sujeta ni al principio de no contradicción ni al principio de causalidad. Los juicios morales nos mueven a la acción; los juicios de la razón no entrañan preferencia ni deseo de obrar. Los juicios morales no enuncian hechos, los valoran, y la valoración no pertenece al hecho mismo. Confundir juicios de hecho con juicios de valor es derivar del “es” al “debe ser”, llevándonos a una falacia naturalista, como por ejemplo al deducir que la violencia es moralmente correcta dado que la agresividad es natural en el ser humano. Por ello, no es la razón la que ha de fundamentar la moral, sino los sentimientos. La moral humana es emotivista: la razón es esclava de las pasiones y no puede pretender otra tarea que servirlas y obedecerlas.

En primer lugar, la moral de Hume es utilitarista: nos agrada lo que es socialmente útil y nos desagrada lo que es socialmente perjudicial. Tendemos al bien porque somos animales sociales. La justicia existe porque los bienes son limitados y vivimos en sociedad, lo que nos inclina naturalmente a un reparto equitativo que nos beneficia como parte del todo. Ahora, esa inclinación natural ha de reforzarse con el hábito y la educación, que son lo que consolida una conciencia moral en los individuos.

En segundo lugar, la moral de Hume es empática: poseemos naturalmente un sentimiento, la simpatía, que nos permite ponernos en el lugar del otro. Reconocemos al otro como nuestro semejante y eso nos permite asumir sus pasiones y reconocernos como parte de la especie humana, afines a otro por su cercanía. Cuanto más semejante, contiguo y cercano sea, más fácil nos será empatizar.

Religión y Política

El análisis de la religión de Hume será decisivo para el pensamiento religioso de la Ilustración en toda Europa, pues en su crítica hacia la metafísica y la sustancia infinita, concluyó que no es posible la demostración racional de la existencia de Dios.

Hume niega la validez de las pruebas de la existencia de cualquier Dios. Se siente atraído por los orígenes de la religión en el pensamiento del ser humano, que se encuentra en su propia naturaleza, ya que el sentimiento religioso nacerá de los miedos, incertidumbres, temores y esperanzas del ser humano. Así dirá que el avance debe dirigirse hacia el teísmo, contrario al deísmo, que defiende un Dios trascendente, personal, único y supremo, y que puede intervenir en el curso de la naturaleza. Este teísmo tiene un gran peligro y es que tiende a la intolerancia, a persecuciones, guerras y conflictos, por lo que adoptará una postura agnóstica y escéptica.

En el ámbito político, se muestra defensor del utilitarismo, pues la organización social surge de la utilidad, a partir de una asociación natural, es decir, la familia, y que se amplía para garantizar la propiedad y el orden. Es útil la obediencia, que es lo que mantiene los gobiernos. En conclusión, el bienestar y la felicidad individual están relacionados con el bienestar y felicidad colectiva, que está en la naturaleza humana.