Immanuel Kant: Razón, Ética y Conocimiento en la Cima de la Modernidad
Immanuel Kant, filósofo alemán del siglo XVIII, cierra el ciclo de la filosofía moderna con un sistema que se puede considerar vinculado a dos raíces fundamentales: la Ilustración y la corriente gnoseológica de la filosofía moderna. Además, su teoría ética formal se opone a las éticas materiales tradicionales y al emotivismo imperante en la filosofía británica del XVIII.
Kant y la Ilustración
El pensamiento de Kant está vinculado con muchos de los elementos propios de la Ilustración. En primer lugar, Kant defiende el ejercicio crítico de la razón como forma de eliminar los prejuicios y supersticiones en los ámbitos moral, religioso o político. Dentro de este marco se inscribe su crítica a la superstición religiosa, por ejemplo. Kant es seguidor del ideal ilustrado de dejarse conducir por las “luces de la razón”, de la clarificación racional, en los distintos ámbitos en que se desenvuelve la vida humana (moral, social, político, religioso…), y es defensor de la autonomía y libertad de la razón. Expresión de su voluntad es su máxima “Sapere aude!” o “¡atrévete a pensar por ti mismo!” y su crítica a la forma de pensar propia de gran parte de la población de su tiempo, que él considera como minoría de edad (falta de clarificación racional, dejarse dominar por las ideologías fomentadas por el poder político o religioso, dejarse llevar por la superstición…).
Kant y la Teoría del Conocimiento de la Filosofía Moderna
Kant se enfrenta al Racionalismo y al Empirismo construyendo en la Crítica de la Razón Pura (CRP) un sistema original. Kant se encontró con dos concepciones antagónicas de la razón que no le convencían. Para el Racionalismo (el “sueño dogmático”, según Kant), la razón, al margen de la experiencia y de lo dado, es capaz de deducir e interpretar la estructura y el sentido de la realidad (mediante este método pretendió Descartes desarrollar su ontología, concibiendo la realidad como formada por tres tipos de sustancia). El verdadero conocimiento es producto de la espontaneidad del entendimiento que produce ciertos conceptos, sin derivarlos de la experiencia, y mediante ellos puede conocer la estructura de la realidad, sin recurrir a la experiencia ni a la sensibilidad.
El Empirismo, sin embargo, considera que nuestra mente es una “tabula rasa” en la que la experiencia se encarga de escribir. El entendimiento se encuentra incapacitado para ir más allá de la experiencia, de los productos de los sentidos. Nuestro conocimiento no puede pretender extenderse más allá de la experiencia. En la versión escéptica del Empirismo que realiza Hume, se intentó reducir el pensamiento a lo dado en la experiencia sensible.
Kant desarrollará la crítica de la razón mediante la propia razón (la razón se critica a sí misma) con el fin de descubrir los principios que rigen el conocimiento y sus límites. La posición racionalista le parece dogmática, y la humeana, una derrota de la razón. Kant concede al Racionalismo que nuestra razón actúa espontáneamente en el proceso de conocimiento y que hay conceptos y elementos que no proceden de la experiencia, sino que son a priori. Pero afirma, siguiendo al Empirismo, que nuestro conocimiento no puede pretender extenderse más allá de la experiencia. Kant llegó, bajo la influencia de Hume (quien, según él, le “despertó del sueño dogmático“), a la conclusión de que, aunque hay conceptos que no provienen de la experiencia, su aplicación debe extenderse únicamente al ámbito de la experiencia.
Kant y la Teoría Moral
Kant pretende desarrollar una ética formal, crítica con las éticas materiales, pues estas no le son válidas para fundamentar el comportamiento moral, ya que son empíricas, fundan juicios hipotéticos y las considera heterónomas, por cuanto la norma moral se ajusta a los posibles beneficios de la acción. La acción moral no ha de tener en cuenta las consecuencias empíricas de nuestros actos y debe basarse en el imperativo categórico, que es a priori. Esto excluye, pues, a las teorías éticas tradicionales, como la aristotélica o las hedonistas.
Pero el emotivismo moral tampoco le sirve a Kant. Shaftesbury entendía que los actos morales se basaban en sentimientos naturales que nos llevan a distinguir de manera afectiva lo que es bueno de lo que es malo, fundando así el emotivismo moral. Este camino siguió Hume con su teoría emotivista. Para Kant, sin embargo, el sentimiento no debe ser la fuente de la moral, sino que la buena voluntad es la que es determinada en su actuar por el respeto al imperativo categórico.
La ilusión de poder (que incluye actos de culto y el esfuerzo por trabajar la propia justificación delante de Dios) es superstición religiosa; la ilusión de poder llegar a este objetivo con la aspiración a una pretendida comunicación con Dios es fantasmagoría religiosa. No condena las prácticas de culto, pero estas no deben nunca ocultar el puesto del culto verdadero, que es la conducta moral.