EVOLUCIÓN DE LA OBRA DE VALLE-INCLÁN.  

Ramón María del Valle-Inclán (Villanueva de Arosa, 1866 – Santiago de Compostela, 1936) es uno de los autores más controvertidos, rigurosos, extravagantes y geniales que ha dado nuestra literatura. Valle, cuya vida excéntrica y aventurera se desarrolla entre Galicia, Madrid e Hispanoamérica, inicia los estudios de derecho pero no los termina. Es famoso por su vida bohemia y por su apariencia estrafalaria (poseía una barba muy larga y utilizaba quevedos). Ideológicamente, evolucionó desde una postura tradicionalista (carlismo) a posturas mucho más críticas y comprometidas con su tiempo, tal como se aprecia en su primer esperpento.

Su obra recorre con acierto poesía (La pipa de Kif), novela (Tirano Banderas) y sobre todo teatro, género en el que alcanza sus mayores logros: La marquesa Rosalinda, Comedias Bárbaras, Martes de carnaval, Luces de bohemia… Es en sus piezas teatrales donde hallamos a un escritor vanguardista que se caracteriza por su afán de renovar la dramaturgia española, tanto en su concepción de lo escénico como en la incorporación de elementos narrativos e incluso cinematográficos. 

Valle-Inclán inició su trayectoria literaria en el Modernismo. De hecho, sus cuatro Sonatas (1902-1905), en las que se recogen las memorias del marqués de Bradomín, están consideradas como la mejor manifestación de la prosa modernista. Estructuradas como una composición musical en cuatro tiempos, en ellas conviven la elegancia más exquisita y la provocación más amoral. A esta etapa también pertenecen sus primeras producciones teatrales: Tragedia de ensueño y El yermo de las almas.

Su segunda etapa, la del primitivismo (1907-1909), comienza con las Comedias bárbaras, obras míticas donde aparecen extraños personajes tiránicos, violentos o tarados. Se trata de un “canto” a un mundo (el de la Galicia feudal) en descomposición. Esta trilogía, formada por Águila de blasón, Romance de Lobos y Cara de plata, es difícilmente representable debido a su gran longitud, a los cambios rapidísimos de escenario y a las extensas acotaciones escénicas. Es más: para algunos críticos, las Comedias bárbaras constituyen novelas dialogadas que mantienen un escaso vínculo con el género teatral.

Durante su tercera etapa, la del distanciamiento artificioso (1910-1920), Valle escribe obras teatrales, en su mayor parte en verso. Sin embargo, son totalmente diferentes del teatro poético modernista de la época. Se trata de experimentos dramáticos donde el autor crea un mundo artificioso, muy literario y estilizado. La marquesa Rosalinda o La cabeza del dragón son algunas de las piezas que compuso durante estos años.

Su última etapa, la más lograda, es la de los esperpentos. En ella sobresalen Luces de bohemia (1920) y la trilogía Martes de carnaval, integrada por Los cuernos de don Friolera (1921), Las galas del difunto (1926) y La hija del capitán (1927). 

Valle acuña el término esperpento para referirse a unas obras creadas con una estética personal y renovadora. Mediante esta técnica, el autor muestra con óptica deformante la realidad para censurar y parodiar la decadente situación nacional. Su intención es llegar a una “superación del dolor y de la risa” y mostrar lo absurdo, el “sentido trágico” y su disconformidad con la vida española de su tiempo, lo que lo aproxima a las preocupaciones de los noventayochistas

Luces de bohemia, efectivamente, se basa en la distorsión de la realidad y en la parodia de los modelos clásicos, así como en la creación de un lenguaje donde lo sublime y lo vulgar conviven en partes iguales. Max Estrella, ciego como Homero, emprende una particular odisea que no se desarrolla en los míticos escenarios clásicos, sino en los espacios más sórdidos de una nación sumida en la miseria física y moral. Y es que, como afirma el propio Max, “España es una deformación grotesca de la civilización europea”. 

La presencia insistente de la muerte, el empleo de animalizaciones, cosificaciones o muñequizaciones o los frecuentes contrastes y reducciones al absurdo serían igualmente otros rasgos que aproximarían esta obra capital al mundo del teatro esperpéntico. 



LUCES DE BOHEMIA EN EL CONTEXTO 

Ramón María del Valle-Inclán (1866-1936) inicia su carrera literaria tras el denominado desastre del 98, fecha de la pérdida de las últimas colonias españolas (Cuba, Filipinas y Puerto Rico). España era en aquel tiempo un país rural, con una industrialización creciente en focos alejados del poder político (Cataluña y Euskadi), unos salarios terriblemente bajos, unos altos niveles de analfabetismo y una gran conflictividad social a los que el régimen político de la Restauración ya no sabía dar respuesta.

Luces de bohemia, primer esperpento valleinclanesco, retrata el estado de degradación de este sistema político nacido en 1875 con la Restauración, un sistema que duró más de cincuenta años y que se caracterizaba por la alternancia pacífica en el poder de los dos partidos mayoritarios, el liberal y el conservador. Se trataba de un régimen que acabó produciendo un sistema corrupto y caciquil donde el incipiente movimiento obrero no va a tener fácil la entrada y donde el fraude electoral era lo más recurrente. Ante un estado incapaz de actuar, la Monarquía promueve el golpe de estado de Primo de Rivera en 1923. Sin embargo, el cambio no sirve para regenerar el panorama político y social, y el fin de la dictadura arrastra a la monarquía, proclamándose en 1931 la II República.

Luces de bohemia apareció publicada por entregas en la revista España en 1920, aunque la obra no se completará hasta el año 1924. Será entonces cuando Valle la edite en un volumen especial en el que se realizaron numerosos cambios, supresiones y adiciones que dotaron a esta pieza teatral de mayor intensidad, sobre todo en los aspectos de denuncia social y política.

En esta obra, Valle-Inclán nos aproxima a la vida bohemia, tema de muchas producciones literarias y de otras artes. La bohemia había sido para muchos artistas de fin de siglo más que un simple modo de vivir: fue una forma de entender el arte y la vida; fue una época heroica, donde con orgullo aristocrático se confinaba el Arte al mundo de la Belleza. Ese es el mundo de Max, pero este mundo en 1920 ya no tiene sentido. Luces de bohemia es, pues, una particular elegía de este universo ya consumado.

Desde el punto de vista literario, Valle-Inclán es una mezcla de modernismo, de vanguardismo y de preocupación noventayochista. En este sentido, Luces de bohemia es una obra excepcional de un ser excepcional que escapa a toda clasificación. 

 El esperpento de Valle convive con otras muchas fórmulas de hacer teatro: la comedia burguesa, el drama poético en verso, el teatro cómico o las producciones del 98.

  • El principal representante de la comedia burguesa es el Nobel de literatura Jacinto Benavente, cuyas obras principales son Los intereses creados (1907)o La malquerida (1913). Benavente, que supo acabar con el teatro grandilocuente del tardorromanticismo, introduce nuevos decorados en sus obras y dosifica la intriga con maestría, aunque se le ha reprochado su escaso sentido crítico.
  • Por otra parte, también destaca el teatro escrito en verso, mezcla de Romanticismo y Modernismo. Se trata de una fórmula ideológicamente conservadora donde se cantan las glorias y pérdidas de la España Imperial. Sus autores más aplaudidos fueron Eduardo Marquina, con En Flandes se ha puesto el sol (1910), y Francisco Villaespesa, con El alcázar de las perlas (1911).
  • En tercer lugar, encontramos un teatro cómico pensado exclusivamente para entretener al público mediante un humor facilón y burlesco, lleno de sinsentidos y de juegos de palabras. Carlos Arniches (La señorita de Trevélez, 1916), los hermanos Quintero (Las de Caín, 1908) y Pedro Muñoz Seca, inventor de un nuevo género: el astracán (La venganza de don Mendo, 1918), son sus representantes más significativos. 
  • Finalmente, durante esta época surgen diferentes intentos de renovación teatral. Los autores del 98 y del 27 (Unamuno, Azorín, García Lorca…) probarán suerte con un teatro no siempre comprendido y apoyado por el público. La obra de Valle-Inclán se insertaría en parte dentro de esta corriente, pero el genial autor la supera y va muchísimo más allá en originalidad, deformación y sátira. 


Luces de bohemia, publicada en 1920 en la revista España, es la primera obra que el propio autor califica como esperpento, un género creado por Valle-Inclán que consiste en distorsionar sistemáticamente nuestro entorno para poder expresar lo trágico, lo grotesco y lo absurdo de la vida española. Se trata de una técnica que no es exclusiva del teatro valleinclanesco, ya que existe una importante tradición artística que degrada la realidad. Así se aprecia en los cuadros de Goya o El Bosco, en algunos poemas de Quevedo o en el cine expresionista alemán de los años veinte. 

Para conseguir el objetivo de deformar el mundo circundante, Valle-Inclán emplea múltiples procedimientos, entre los que destacamos la ridiculización de la realidad. Si la naturaleza del esperpento es crear una antitragedia, Luces de bohemia es un ejemplo paradigmático. Los personajes se enfrentan, ciertamente, a un destino trágico, pero el distanciamiento del autor nos lo muestra como algo grotesco. En este esperpento asistimos a un enorme drama a nivel colectivo (la situación social española) y a nivel individual (la muerte de Max y el suicidio de su mujer y su hija), pero estos hechos aparecen como ridículos debido a los personajes que les dan vida. Es más: la muerte de Max es grotesca. No hay nada solemne en su fallecimiento, y mucho menos en su velatorio. Max agoniza en la calle, sus últimos momentos son una parodia y su velatorio, una burla risible y cruel. Además, no es su muerte la que cierra la obra, como en la tragedia clásica, sino que, para mayor escarnio, esta concluye con las palabras de un borracho.

La estética del esperpento también se alcanza por medio de la degradación de los personajes, que son presentados como seres caricaturescos o como “enanos que juegan una tragedia”, reproduciendo las palabras del propio autor. Esta degradación se manifiesta, fundamentalmente, a través de tres recursos estilísticos: la animalización (“La Pisa Bien se apresura a echarle la zarpa”), la cosificación (“se mueve el bulto de un hombre”) y la muñequización (sirva como ejemplo la escena segunda, en la que don Latino y Zaratustra engañan a Max con la venta de los libros, transformando de este modo al propio protagonista en un fantoche).

Por otra parte, la literaturización —consistente en la inclusión de gran cantidad de citas y referencias literarias— se utiliza como un recurso más de deformación. Así, el género épico se nos presenta desfigurado: Max es ciego como Homero y su peregrinación por el Madrid bohemio y nocturno nos evoca la odisea que realiza Ulises desde Troya a Ítaca. Además, en la obra de Valle-Inclán encontramos:

  • Referencias a la Divina comedia: Max, que es guiado por don Latino como Dante por Virgilio, siente que ese mundo en el que vive es un círculo más del Infierno de Dante.
  • Citas directas de Shakespeare, Rubén Darío o  Calderón de la Barca.
  • Reminiscencias al Lazarillo de Tormes y al Quijote en las figuras de los dos protagonistas de Luces de bohemia.

Otro de los recursos más significativos del esperpento es la variedad de registros empleados en los diálogos; una variedad que no solo sirve para caracterizar a los personajes, sino también para parodiarlos o criticarlos. Subrayamos, por un lado, el uso de un lenguaje pedante y cursi propio de los modernistas, y por otro, la jerga vulgar de las bajas clases sociales, quienes emplean términos como “cuála” o “previlegiado”. Incluso se aprecia en Luces de bohemia la combinación de cultismos y gitanismos en una misma intervención, lo que evidencia ese empleo de contrastes tan peculiar de la estética valleinclanesca (“Yo también chanelo el ‘sermo vulgaris'”).

Este contraste o paradoja ya se percibe desde el mismo título, cuidadosamente escogido por el autor. Por un lado, Valle juega con la luz, con el brillo de una época modernista en decadencia; pero por otro lado, la peregrinación bohemia de los protagonistas transcurre por un Madrid nocturno alumbrado artificialmente con velas, candiles y lámparas. Se trata, en efecto, de un intencionado claroscuro con el que aspira a degradar la realidad. 

El esperpento, asimismo, se caracteriza por fusionar novela y teatro. Esta indefinición de géneros se hace patente en la función de las acotaciones, que son muy extensas, tienen un excepcional valor literario y están escritas imitando las intervenciones de un narrador omnisciente. Con ellas se describen, con rapidez e intensidad (mediante un estilo verdaderamente poético), personajes y ambientes diversos. 

Finalmente, en Luces de bohemia se acumulan de manera intencionada hechos y referencias históricas en un confuso anacronismo, lo cual nos impide situar la acción de esta pieza teatral en un tiempo histórico concreto. De esta forma, la alusión a las últimas colonias españolas (1898), la mención a la Semana Trágica de Barcelona (1909), los comentarios sobre la Revolución rusa (1917), la coexistencia de modernistas y ultraístas o el hecho de que Rubén Darío —que muere en 1916— sobreviva a Benito Pérez Galdós —que fallece en 1920—  serían sucesos temporalmente anacrónicos que servirían a Valle-Inclán para producir el efecto deformador que pretende. Esta confusión cronológica no es casual, sino que constituye un caso más de distanciamiento y permite explicar todo un periodo, desvelar la esencia de una sociedad.

En conclusión, mediante la técnica del esperpento, Ramón María del Valle-Inclán muestra con óptica deformante la realidad para censurar y parodiar la decadente situación nacional. Nos hallamos, pues, ante la vertiente más crítica de la Generación del 98.